14.
Pasaron
varios días de trajín intenso en la oficina y Paz se dedicó al trabajo pero
siempre expectante por ver a Leandro y ver cuál sería su reacción ante
él.. No la tenía para nada clara dada la
conmoción que le había provocado. Las
últimas noches habían sido de sueños agitados e incluso le costaba dormir al
imaginar escenarios y situaciones con él.
En todas terminaba fundida entre sus brazos. Estaba ya casi convencida de que no se lo
podía sacar de la cabeza.
El
sin embargo no apareció en todo el resto de la semana, lo cual la
desilusionó. Escuchó en varias ocasiones
a Marina hablar fuerte por teléfono y
concretar encuentros en dos
ocasiones con alguien que ella supuso era él dada la forma de vanagloriarse de
la mujer. Esto la enojó primero y luego
la puso triste. Estaba perdiendo el
norte por alguien que solo sabía jugar se dijo.
Estaba claro que era un hombre que solo veía las mujeres como objetos. –Y yo
he caído en sus redes. Pero él no lo sabe– se alentó– Todo lo que estoy sintiendo no lo sabe y no
lo entendería. Tengo que ser fría y
fuerte, tanto que él se desanime y vea que no tiene chance conmigo–. Eso se prometió y decidió ponerlo en práctica
ni bien lo viera.
En
tanto Leandro estaba plenamente inmerso en la tarea de averiguar qué pasaba en
la obra. Para ello y luego de mucho
pensar, decidió contratar a un investigador privado. Lo conversó todo con su padre pues ahora si
tenía elementos suficientes para compartirlo.
Este se mostró primero asombrado y disgustado.
–Deberías
haberme contado todo esto antes, Leandro.
¡Tengo derecho a saber, aún es mi empresa! – le reprendió con
vehemencia.
–Si
papá pero no te quería preocupar en vano.
Solo fueron ideas vagas al comienzo. Recién esta semana pude concretar
algo más firme como para empezar a averiguar en serio. Y no quería que pienses que ante cualquier
situación corro a ti como un cachorro desvalido.
–
Todos necesitamos consejo de tanto en tanto y no es algo condenable. Yo confío plenamente en tu buen juicio. Hablaría mal de mí como padre no hacerlo.
–¡Gracias
papá!– le contestó emocionado el muchacho.
–¿Qué
sabes con certeza?
Leandro
le contó los acontecimientos tal cual se venían produciendo hace algunos meses
y su extensa charla con Lucas. Su papá
le comentó que había hecho bien en contactar a su viejo capataz.
–Lucas
siempre fue un baluarte para mí, es un hombre honesto y sin dobleces. Si él te comentó todo eso es realmente algo serio.
–Si
lo sé. Estoy evaluando los próximos
pasos porque quiero conocer exactamente qué ocurre y si es algo delictivo
frenarlo ya.
–Debes
hacerlo sin demora y con sumo cuidado. Este tipo de gente no tiene escrúpulos
de ningún tipo.
–Lo
pensé también, por eso creo que lo mejor es encargar el asunto a alguien
profesional que pueda lidiar con esto y acumular pruebas.
–¿Hablas
de contratar a un investigador?
–Así
es. No solo porque creo que hay un robo
sistemático contra nuestra empresa sino porque hay algo más en curso.
–¿Cuáles
son tus sospechas?
–Me
parece que algún competidor nos está boicoteando y buscando que fallemos en
nuestro compromiso.
Era
la primera vez que decía en voz alta su real temor. Lo venía pensando hace días y no veía otra
explicación más razonable. Pero tampoco
se daba cuenta de quién podría ser.
Su
padre estuvo de acuerdo entonces con seguir por el camino de la investigación
profesional y en esa semana misma se contactó telefónicamente con un detective
que le recomendaron. Le aseguraron total
profesionalismo y experiencia ya que el hombre hacía varios años se dedicaba al
campo empresarial. Aparentemente lo que
Leandro sospechaba que ocurría en su compañía se venía dando con gran
frecuencia y a todo nivel en el área de los negocios. La competencia desleal estaba a la orden del
día.
Se
reunió en persona con el investigador esa misma semana entregándole todos los
datos que tenía por escrito, pues para facilitar todo se había hecho un
registro con sus sospechas, los datos de las demoras y accidentes con fechas e
involucrados, los nombres del personal que Lucas la había suministrado,
etc. Con todo ello el hombre tendría
suficiente para comenzar. Este le
comentó su método de trabajo y le explicó que era un tanto lento para no
levantar sospechas y poder recabar las pruebas necesarias. Esto no molestaba a Leandro en tanto hubiera
avances y la situación llegara a buen puerto.
Así
la situación encaminada Leandro tuvo tiempo para dedicar al resto de sus
negocios que estaban un tanto atrasados.
Y también para el relax, por lo que llamó a Marina para encontrarse y
pasar unos buenos momentos juntos. Ella
accedió gustosa y los dos encuentros fueron de puro placer sin consecuencias
para Leandro, tal como le gustaba.
Marina
apostaba a más y eso se le notaba.
Buscaba alargar los momentos juntos y dotarlos de mayor profundidad. Charlas largas, cenas en público, paseos,
fueron las distintas propuestas que le fue encadenando. En algunas el hombre cedió, pero finalmente
decidió ser claro con ella y plantear su absoluto desinterés en una relación
más seria. Trató de ser lo más cuidadoso
posible para no herir a la joven. Sin
embargo esta entendió con facilidad y no
hizo escenas. Lo asumió aparentemente
con toda normalidad y con una elegancia digna,
fruto de una experiencia considerable en estas lides.
Internamente sin embargo, Marina quedó herida
en su orgullo. Estaba cansada de
comprometer tiempo en relaciones que no llegaban a concretarse tal como ella
las soñaba. Por supuesto que nunca haría
visible su real sentir y menos aún frente al implicado y a su entorno inmediato. Era demasiado orgullosa. Le iba a costar un tiempito acomodarse
nuevamente para empezar y apuntar a otro lado.
En tanto, decidió dedicarse a divertirse y trabajar, que era lo que
mejor le salía.
Exteriormente
las consecuencias de todo la pagaron sus compañeros, pues su malhumor fue
antológico. Especialmente María Paz fue
el blanco predilecto del mismo, ya que era la de menor rango y a quien Marina
podía destratar sin tanta consecuencia.
Por otro lado y en su fuero interno, Marina intuía que la muchacha era
especialmente considerada por Leandro aunque los demás no lo notaran y ni él
mismo lo reconociera si le preguntaban.
Las miradas que le dirigía en forma constante eran prueba suficiente
para Marina, experta en relaciones. O
por lo menos en detectarlas, se dijo. No
tanto en mantenerlas.
Sus
cambios de humor en la semana fueron la comidilla en la oficina. Principalmente Marta la tenía bien
monitoreada y cada actitud de Marina era comentada. En principio su alegría y sus encuentros con
el jefe fueron muy criticados frente a dos compañeros bastante más callados y
por tanto oídos perfectos para Marta.
Paz
por desilusión y enojo, Franco por desinterés.
Diga que trabajaban a la par con Marta y esta era incansable, de lo
contrario hubiera sido insoportable para él.
Pero como además tenía buen humor se reía con ella y de ella.
–¡Mira
que te gusta el chisme, eh Marta!. Deja
a la pobre Marina que hoy está de malas, se le nota bien.
–Claro–
respondió Marta– De seguro anda peleada con el candidato. ¡Qué descaro es lo que yo digo!
–Vive
y deja vivir, mujer. Hay que darle
alegría al cuerpo.
–Pues
ella se la pasa dando, es lo que te digo.
–Bueno,
bueno, ya está. Dejemos al mundo con sus
asuntos. Dediquémonos a lo nuestro que
para ello nos pagan. Paz, ¿tú qué dices?
Esta
no le respondió, tan concentrada estaba en sus pensamientos.
–Tierra
llamando a Paz, responda– dijo Franco a
las risas–¿En qué piensas mujer? ¿Tú
también estás de acuerdo conmigo en eso de alegrar el cuerpo?
Recién
entonces reaccionó la muchacha y se puso colorada. No entendía por dónde venía
el comentario de Franco, pues se había perdido los últimos minutos en
pensamientos acalorados. Todos
relacionados con Leandro. Así que cuando
escuchó lo de alegrar el cuerpo la sorprendió.
Parecía que le leían el pensamiento. –Pero que ridiculez por Dios,
pensó– Cada vez me pongo más tonta.
Para
salir del paso dijo una tontera y cambió el tema.
–Acá
tengo las muestras que ustedes solicitaron a la fábrica de telas y también
llegaron folletos de las empresas de jardinería.
–Pero
bueno Paz, que aburrida eres chica– le dijo Marta.– Estamos en un impasse y nos haces volver a la
realidad.
–Ya
bastante le dieron a la pobre Marina, le contestó. Vuelvan a trabajar flojos.
–¿Pobre
dices? Pero tú tienes vocación de mártir
parece. Te ha tomado de cartón legador
toda la semana, te trata de lo peor. Lo
menos que puedes hacer es colaborar en el cotilleo ¿no?
–Es
su problema si quiere ser grosera. Yo
cumplo mi trabajo y no quiero que haya malentendidos.
–Ya
en serio, Paz– le dijo Franco.– Eso no
quiere decir que vas a permitir el destrato que te impone. No es parte del trabajo en ningún lugar.
–Si
lo sé, pero no quiero crear problemas innecesariamente. Estamos en pleno proceso de concreción de nuestro
primer trabajo y no voy a arruinarlo o enlentecerlo con quejas. Más adelante y si esto sigue lo veremos.
–Te
entiendo y me parece bien tu postura– dijo Marta. –Pero que esta Marina es una
latosa lo es.
Y
con esto dieron por cerrada la conversación y volvieron todos a trabajar. Estaban en los últimos detalles del proyecto,
a punto casi de finalizarlo para entregarlo a la empresa cliente para que esta
evaluara y diera el visto bueno. Estaban
todos conformes y entusiasmados porque las ideas habían fluido y lo concretado
gustaba a todos. Solo faltaban algunos
aspectos y esperar el resultado. Si la
empresa accedía, se pondrían a trabajar en el primer proyecto concreto. Esto era motivo de orgullo y expectativa.
15.
El
sábado siguiente a esta conversación todo el equipo se reunió en la oficina a
pasar revista de lo realizado y evaluar las aristas de lo que presentarían el
lunes al cliente.
Fernanda
mostró de principio a fin el proyecto en el orden que Paz había organizado en
una presentación en el ordenador. Fueron
puliendo aspectos de imagen y formatos hasta quedar todos conformes. Hecho esto todos partieron raudamente a
disfrutar el tiempo libre, con excepción de Paz que quedó ordenando el material
e imprimiendo las carpetas que el lunes partirían a destino. La oficina estaba en silencio y eso le
gustaba. El sol se colaba por el amplio
ventanal y mientras esperaba la impresión se sentó y cerró los ojos para
disfrutar del calor de los rayos.
En
esa postura la encontró Leandro que ingresó en busca de su hermana. La observó en silencio, toda ella relajada y
sin la armadura invisible que siempre parecía rodearla. Era bella realmente, y la sencillez de su
vestuario no hacía más que acentuarlo. El fino vestido dejaba traslucir la
fineza de su talle y sus largas y torneadas piernas. La suave respiración revelaba la turgencia de
sus senos. Esto excitó a Leandro, que
debió contenerse de abrazarla y acariciarla.
–Buen
día– le dijo fuerte, lo que ocasionó que la joven diera un salto en su
asiento.
–¡Por
Dios que susto me ha dado!– balbuceó ella mientras se incorporaba con rapidez
buscando poner distancia entre ambos. Es
que Leandro estaba apenas a medio metro cuando la saludó. Tan sigiloso se había acercado o tan inmersa
en su mundo estaba ella que no lo escuchó llegar.
–No
fue mi intención créeme. Puedes tutearme
sin problemas, yo lo hago.
–Prefiero
mantener la distancia para no confundir los roles– contestó ella envaradamente.
–
En estos tiempos algo tan simple como tratar de tú no daña las vestiduras de
nadie ni veo que tiene que ver con confundir roles.
–De
todos modos lo prefiero si no le molesta.
¿Lo puedo ayudar en algo? – El
muy cínico se sentó con calma y la miró fijo un rato, haciéndola poner aún más
nerviosa.
–No
gracias, estoy bien. Me voy a sentar por
acá a verte trabajar. Me gusta observar
a los empleados cuando están en actividad.
Paz
decidió ignorarlo y continuar entonces su labor, tratando de finalizar lo más
rápido que podía para no estar bajo inspección mucho rato. El muy sinvergüenza la miraba con descaro,
podía ver por el reflejo del vidrio que la recorría toda con la mirada. Trató de moverse con el mayor recato posible
y se increpó mentalmente por haberse puesto ese vestido tan ceñido. No quería que él creyera ni por un minuto que
lo estaba provocando.
En
el apuro y al organizar las hojas impresas en las carpetas varias escaparon de
sus manos al suelo, desparramándose por toda la oficina. Allá tuvo ella que agacharse de la forma más
elegante que pudo a recolectar todo. El
no se levantó de su asiento ni para ayudarla con una hoja que estaba a sus
pies. La observaba con fijeza.
De
pronto le dijo burlonamente. –Linda ropa
para el trabajo. Voy a pedir a mi
secretaria se ponga un modelo igual. Es
muy sugerente, se puede apreciar todo en su justa dimensión.
Esto
hizo estallar a la joven, que es lo que él buscaba en definitiva. Le gustaba verla enojada parecía.
–¡Eres
un grandísimo grosero y atrevido sexista!
Yo vine a trabajar a una oficina donde se me da libertad para vestirme,
no hay uniforme y nadie se comporta como tú lo haces. ¡Eres un cerdo que solo tienes una idea en la
cabeza!
–Pero
caramba que humos– dijo con sorna Leandro.– Y se te olvidó lo de no tutear.
Y
las ideas que me provocas son muy calurosas sí.
Paz
no podía más de la indignación y le espetó sin filtro: –Si tú crees que me voy
a amilanar o asustar porque me acoses estas equivocado. Yo ya pasé por esto y no lo voy a soportar
esta vez. ¡¡Todos los hombres son iguales, unos manipuladores que buscan sexo
basados en el chantaje!!
A
esa altura Leandro se asustó porque Paz se había descontrolado y lloraba sin
cesar. Quiso bromear y avanzar con ella
y no provocarla a tal extremo, pero todo había salido de contexto.
–Tranquila,
tranquila por favor– le rogaba–No quiero chantajearte ni nada por el estilo,
créeme. Respira con calma.
Paz
trataba de controlarse pero no podía, los alcances del acoso sufrido en el
anterior trabajo y la angustia sufrida se acumulaban a los sentimientos
encontrados que Leandro le provocaba.
Este
al ver que sus palabras no hacían efecto alguno y la joven estaba absolutamente
desbordada la abrazó tan fuerte como pudo.
Paz se sacudía con fuerza por los sollozos.
El
hombre se maldecía internamente por su brutalidad, pero nunca esperó encontrar
tal reacción. Era evidente el temor de
ella a perder el trabajo y él se apersonaba con toda su presencia de jefe
abusador y con la peor de sus actitudes lascivas. Además acababa de escuchar la confesión de la
joven sobre un anterior acoso y eso hizo que los remordimientos fueran aún
mayores.
Lentamente
ella comenzó a calmarse a la par que él le hablaba con dulzura disculpándose
sin cesar.
Ella
se desprendió cuando pudo y trató de recomponerse, arrepentida de su tremenda
reacción. Sin dudas había acumulado
tensiones y no había podido canalizarlas adecuadamente. ¿Qué iba a pensar él ahora que había gritado
su mala experiencia anterior? Había sido
sugerente en relación a su provocativa ropa, lo más factible es que concluyera
que ella era la culpable.
Leandro
esperó a que se calmara del todo y entonces, ya seguro que Paz lo escuchaba y
razonaba le dijo: –No quiero que pienses lo peor de mí, nunca he querido
acosarte ni molestarte. Tengo un modo a
veces cínico de hablar, especialmente cuando no puedo expresar adecuadamente mi
sentir. No vine aquí como jefe acosador
ni para cambiar sexo por puesto laboral.
No lo necesito créeme.
–Claro,
sin dudas tienes aspirantes de sobra– atinó a decir ella.
–No
tengo intenciones de alardear, quiero que entiendas que lo que te dije lo hice
como hombre que aprecia la belleza. Me
gustas mucho, ya te lo dije, y me fascinaría tener una relación contigo. Pero solo si ambos lo queremos y sabiendo que
no es compromiso para ninguno. Ni para tu trabajo ni para mi soltería.
–No
me interesan las relaciones ocasionales y mi experiencia sentimental no es
buena. No quiero confundir trabajo y
relación amorosa. Y te ruego mantengas en privado lo que te dije acerca de mi
acoso en el trabajo anterior. No quiero
que nadie más lo sepa.
–Por
supuesto que no. Pero de todos modos no
veo el problema, la víctima fuiste tú.
–La
mayoría de las personas tienden a fijar la culpa en la mujer. Tú mismo lo dijiste, la ropa provoca parece.
–Te
vuelvo a pedir disculpas, me porté como un troglodita. No lo pienso realmente, pero me provocas tal
excitación que a veces mi boca se dispara.
No
me voy a cansar de decirte cuánto me gustas.
–Yo
prefiero que esta sea la última vez que me digas eso. Te vuelvo a repetir lo que ya te dije, yo
prefiero la soledad a ser un juguete en la colección de alguien.
–¡Qué
mal concepto tienes de mí!– se quejó él.
–Claramente
ya tienes alguien con quien salir y divertirte en la oficina. ¡Limita tus armas a Marina y no me incluyas!
Ya bastante tensa está la relación entre ambas para empeorarla con tus
jugueteos.
Leandro
acordó no continuar con sus insinuaciones y se retiró, dejando a Paz agitada y
tembleque por el intercambio entre ambos.
Lo que había comenzado como un sábado rutinario se había convertido en
una catarsis de sentimientos y sensaciones.
Se
arrepentía de su explosión pero había sido más fuerte que ella. La insistencia de Leandro acerca de cómo ella
le gustaba la había sacudido aún más, pero no quiso bajo ningún concepto decir
cuán atraída se sentía ella por él. ¿Qué
caso tenía? Lo iba a tomar como una
puerta abierta a una relación meramente sexual sin ningún futuro.
Paz
quería algo más. Creía que ya era hora
de la estabilidad sentimental y soñaba con su propia familia. Lo había
intentado una vez hacía años en Argentina, pero no había funcionado. El hombre elegido no había estado a la altura
de las circunstancias y lo demostró al engañarla tan miserablemente con su
mejor amiga. La estafó moralmente y
también en lo financiero al quedarse con los ahorros que tan cuidadosamente
había guardado ella. Eso fue lo que la
decidió a irse de su país y comenzar una nueva vida en Europa. Pero los hombres son iguales en todas partes,
se dijo.
Al
menos ahora los tantos entre ella y Leandro estaban claros. El había sido muy claro sobre sus intenciones
y ella también. Los dados estaban
echados.
Leandro
se fue con lentitud y todavía con la sensación del cuerpo de Paz entre sus
brazos. Y si bien lamentaba haberla
provocado de tal forma, creía que ello había servido para sincerarse
ambos. Ya sabían que buscaba uno y otro.
16.
El
despertar del lunes fue lento para Paz.
Había aprovechado para dormir todo lo que podía el domingo para
recuperar las energías que el trabajo frenético de las últimas dos semanas le
había insumido. Agregado a esto lo
vivido el sábado la había agotado. Siempre le ocurría que las reacciones
destempladas de alegría desatada o enojo extremo la agotaban. Decidió poner paños fríos a todo y no pensar
más en lo que podía haber dicho, como
podía haber reaccionado, etc. Lo hecho
era irreversible y decidió perdonarse más.
Tendía a auto–castigarse demasiado y a pensar primero en el que dirán
los demás. Eso no la dejaba vivir
enteramente, se analizó.
Se
puso como meta divertirse más, disfrutar de su trabajo y tiempo libre. Y especialmente aceptar más las invitaciones
que sus nuevos amigos le hacían en forma constante a salir a comer y a
bailar. Marta o Franco, o ambos, todas
las semanas la instaban a lanzarse a conocer la noche madrileña.
–Ustedes
me ven como una solterona, ¿qué voy a hacer yo entre medio de sus parejas? –
les bromeaba ella. Y ellos le aseguraban
que les encantaba salir en grupo.
Así
que sobre la mitad de la semana cuando llegó la contestación afirmativa de la
empresa cliente, todos decidieron salir a festejar y Paz no lo pensó dos veces.
Era
miércoles a la noche y el plan era buen restaurant con espectáculo tradicional
de flamenco y pista de baile. Todos con
sus parejas o algún amigo que quisieran para hacer la velada más animada.
Marina
apareció espectacular y con nueva conquista, lo cual asombró a todos.
–Esta
pájara sí que se mueve rápido– comentó Marta por lo bajo, provocando las risas
de Franco y Fernanda. Paz sonrió ante
las ocurrencias de su amiga, pero no pudo evitar sentir satisfacción que no
estuviera con Leandro.
Todos
se sentaron en una mesa especialmente reservada por Marina para la ocasión y
pidieron el mejor vino. Los brindis no
se hicieron esperar y la conversación se hizo cada vez más animada. El espectáculo era maravilloso y a Paz le
fascinó. Siempre le había gustado el
ritmo flamenco, pero en vivo y en directo le impactó y la emocionó. Era un ritmo de pasión, dolor, amor. Todas sensaciones que ella conocía bien.
Luego
de comer todos se fueron a la pista de baile, ella incluida aunque sin
pareja. Marta y su novio muy enamorados,
Marina y su nueva pareja a los besos apasionados, Franco y Fernanda bailando
sueltos pero cada vez más animados. Ella
se movía al ritmo de la música y cuando comenzaron las melodías más lentas se
dirigió a la mesa. Para su sorpresa se
encontró con Leandro, que recién llegado tomaba una copa de vino.
–Buenas
noches María Paz. Vine también a
celebrar con ustedes.
–Si
claro, buenas noches, –dijo ella y se sentó tímidamente.
–Hagamos
las paces y disfrutemos la noche sin rencores, ¿te parece?
–Por
supuesto, seamos civilizados, claro,– contestó Paz.
–Y
la civilización impone baile, así que bailemos. ¿Te parece?
Paz
dudó pero como él se paró y le tendió la mano no tuvo otra opción que
hacerlo. Los demás miraban y hubieran
encontrado raro y hasta aniñado una destemplada reacción de ella.
Así
que ambos se dirigieron a la pista y justamente entonces comenzaron las
melodías realmente lentas. Sin mediar
palabra él la tomó por el talle y la acercó con fuerza. Paz le puso las manos en el pecho para
contenerlo y él se las subió al cuello.
–Nosotros
en España bailamos estos ritmos así, bien pegados y no significa nada. Tienes que aflojarte.
Así
que pronto estaban los dos con sus bocas apenas a unos centímetros de distancia
y con sus respiraciones confundiéndose.
–Me
encanta tu perfume, es dulce y delicado como sin duda lo eres tú– susurró él.
Ella
no supo que contestarle. El vino la
había mareado un poco y se sentía más libre.
A ella también le encantaba su olor fuerte, a hombre recio.
–Estás
muy linda con esta ropa informal. Te
hace más joven y fresca.
–Gracias– Lo único que podía responder eran monosílabos
porque se sentía aturdida. También
excitada se dijo. El éxito en el
trabajo, los amigos, la buena comida, el
vino, el flamenco, todo la había transportado a otra dimensión que no era
aquella tan estructurada en la que usualmente se movía.
Pero
especialmente él, tan guapo, tan hombre. Sus brazos que la rodeaban como
tenazas, su cuerpo que buscaba contacto por todas partes.
La
salvó Fernanda que se acercó bien contenta a saludar a su hermano.
–¡Hola
hermanito! ¡Qué bueno que viniste a
festejar con nosotros!
–¿Cómo
no iba a venir a celebrar contigo Fernanda?
¡Una pegada el contrato que acaban de firmar!
–Si
lo es. Libera a la pobre Paz que la
tienes acosada y vamos a la mesa así charlamos y brindamos.
Todos
volvieron y la conversación se tornó animadísima. Paz observó que Marina y Leandro se
saludaron cortésmente pero luego se
ignoraron. Esto la convenció que todo
había terminado entre ellos.
Sobre
la medianoche comenzaron las despedidas.
Paz había venido con Marta y se pensaba ir en taxi para no complicarles
la noche. Fue Fernanda la que sugirió
que Leandro le diera el aventón pues iba por rumbos similares. Así que nuevamente se encontraron solos en el
coche. Especialmente taciturno él, lo
que dejó la conversación en manos de Paz.
Se propuso charlar sobre intrascendencias para evitar cualquier
referencia a lo que había pasado entre ellos y evadir cualquier asomo de
intimidad.
–¡Qué
lindo lugar realmente! Gran ambientación
y muy buena música.
–Aha,
contestó él.
–La
comida excelente. Pudimos disfrutar de
una noche linda para celebrar el primer éxito.
–Oh
sí.
Ya
un tanto molesta lo pinchó para obligarlo a contestar algo más.
–¿No
tiene más que eso para decir? Es una
noche muy importante para su hermana y por extensión para su familia creo yo.
–Si
si, no hay dudas– volvió a contestar él con brevedad.
–No
puedo creer que solo eso tenga para decir.
Un tanto frío.
Leandro
puso punto final al silencio al frenar de golpe y estacionar con
brusquedad. Venía hace un buen rato
poniendo coto a sus deseos de besar a Paz y la insistencia de charla civilizada
de ella lo molestaba. No tenía
intenciones de fingir que nada entre ellos pasaba, por tanto cuando lo tachó de
frío colmó su paciencia.
–Mira
que cálido puedo ser–le contestó a la vez que la tomaba de la nuca con una mano
y giraba su cabeza con la otra. Entonces
la besó con fuerza, obligándola a abrir sus labios y ahogando la protesta bajo
la pasión del gesto.
Paz
se asustó primero, resistió lo que
pudo, para luego pasar a ser
colaboradora activa del beso. Sin duda
el vino había nublado algo su juicio y enjuagado sus intenciones de no ceder
ante Leandro.
Fue
un largo beso, que comenzó con cierta brusquedad pero se volvió apasionado y
sentido por ambos. Totalmente entregada
ella, lo abrazó y acarició su cabello
mientras recibía besos en el cuello y en las nacientes de sus senos.
La
pasión los incendiaba y no podían dejar de tocarse mutuamente, hasta que
Leandro pudo contener su deseo. Estaba
exultante, pero se daba cuenta que la reacción de Paz era probablemente en
parte provocada por la emoción del festejo y sobre todo por el vino
ingerido. Más allá que hubiera seguido
con gusto sabía que habría sido aprovecharse de la baja de guardia de la joven
y no quería eso. Lo iba a odiar al otro
día y él no iba a poder mirarse al espejo.
Así que con la entereza que pudo la retiró con delicadeza poniendo una
mano en su rostro al tiempo que le decía:– No sabes lo que me cuesta
desprenderme de ti. Eres como un dulce
veneno.
Paz
reaccionó en parte, aún inmersa en la magia del momento y sonrojada de
pasión. ¡Cuánto hacía no se sentía tan
viva!
El
resto del trayecto fue en silencio, cada uno de ellos aquilatando el peso de lo
que acababa de ocurrir.
Leandro
se daba cuenta que si bien su vida estaba llena de momentos de deseo y
concreciones del mismo, ninguno de los instantes hasta ahora vividos tenía el
significado de lo que acababa de experimentar con esa mujer. Lo había transportado a otro nivel: pasión,
ternura, hambre de más tiempo con ella.
Eso lo preocupó porque se sintió vulnerable. Por ello al llegar la miró descender y se
despidió rápido.
Provocó un poco de sorpresa en Paz que esperó un gesto más cálido de retirada.
En parte aguó el momento que habían vivido porque ella creyó que para él había
sido un instante fugaz más, de esos que probablemente había tenido tantos.
Con
torpeza abrió la puerta, en una franca demostración de que el vino había
dormido sus reflejos además de su buen juicio.
En la mañana iba a lamentar haber bebido tanto. Las compuertas se habían abierto y había
quedado expuesta ante él.
Todo
el discurso que le había dado sobre su forma de encarar las relaciones se había
venido al suelo. Tal vez el se estuviera
riendo de ella en ese preciso momento.
Se durmió pensando esto y al otro día no escuchó el despertador por lo
cual llegó tarde al trabajo, rompiendo su invicto de puntualidad.
17.
La
cabeza le dolía muchísimo y tenía el estómago revuelto. Su aspecto era lamentable le dijo Franco con
diversión.
–¿Viste
que tomar mucho no ayuda al cuerpo no?
Estabas más sedienta que expedicionario en desierto.
Paz
estaba avergonzada y los chistes de Franco no la ayudaban precisamente, así que
le respondió con aspereza.
Pero
en lugar de calmarlo lo divirtió más, pues mostraban otra faceta de ella.
–
Marta, mira tú como me trata Paz
ahora. Se nota que Marina le puso algo
en el vino anoche. Está más que amarga.
–Deja
a la chica tú– instó Marta –No ves que está molida.
–¡Pero
si tomó apenas unas copas! ¿Qué tanto pudo afectarla?
–De
seguro no tomas nunca nada, ¿es así Paz?– preguntó Marta.
Esta
aseveró, era real que no era asidua a las bebidas alcohólicas y eso la había
afectado anoche.
Franco
dejó las bromas porque vio que la situación no era bien digerida por Paz, no
sin aconsejarle previamente: –Pues bebe más chica, prueba en tu casita así te
empiezas a acostumbrar. Nos quedan
noches de parranda y no vas a estar cuidándote siempre.
Una
vez que este se alejó, Marta se sentó a su lado y le inquirió que más ocurría,
pues se daba cuenta que el estado de Paz iba más allá del malestar posterior a
una noche de tragos.
Esta
al comienzo no dijo mucho pero luego se despachó. Confiaba en su amiga aun cuando no hacía
mucho que la conocía y por otra parte necesitaba un oído amigo que la escuchara
y aconsejara. Se veía superada por las circunstancias. Por ello le relató de pe a pa lo que venía
ocurriendo entre ella y Leandro.
–Estaba
casi segura que ustedes dos tenían algo, se nota la tensión entre ambos.
–No
tenemos nada concreto, ese es el tema.
El me rodea y me busca, pero no quiere nada serio. A mí me encanta, cada vez me gusta más, y
tengo miedo de ceder. ¡No quiero ser un
objeto! – esto lo dijo con todo el énfasis, y le provocó alguna lágrima de
rabia.
–¡Pero
que hombre más majadero! Tú tienes que
ponerte firme, eso te lo digo. Este tipo
de hombre son solterones empedernidos acostumbrados a tener a las mujeres a sus
pies. Y sabes cuanta pajarota suelta
anda, no les faltan conquistas.
–Lo
sé, si. Pero que me guste tanto no ayuda
nada.
–Tú
debes tener claro lo que quieres para no ir contra tus principios. Si quieres una aventura la situación se
presta mucho y nadie te juzgaría por ello.
Pero si buscas algo más estarías traicionando lo que quieres y comprometiendo
tus sentimientos. Este tipo de hombre es
muy difícil que cambien.
Paz
estaba de acuerdo con Marta y así se lo dijo.
La llegada de Marina interrumpió su charla y las enfocó directo al
trabajo. Había que comenzar con la
realización del proyecto y eso requería mucha programación. Delinear responsabilidades, contratar personal
especializado, comprar los materiales previamente seleccionados, etc. Así que
de a poco cada uno se sumió en sus labores.
Leandro
por su parte tuvo una jornada ajetreada pues tuvo el primer informe del
detective que había contratado. El mismo
aseguraba ya con certeza que existía trasiego de materiales desde la obra hasta
un enorme galpón en las afueras de la ciudad y que allí acudían diariamente
luego del trabajo los dos obreros ya identificados como ladrones, pero también
uno de los capataces de la obra. El
hombre le mostró fotografías y le aseguró que había sido fácil la primera parte
de la tarea porque los hombres actuaban con total descaro y sin ningún
recaudo. Esto mostraba que eran unos
improvisados en la materia. Pero sin
duda había más involucrados, porque el galpón y el camión que transportaba los
materiales no era de ninguno de ellos.
Los ladrones vivían en barrios modestos y gastaban dinero en bebida,
mujeres y juego. No había ningún
misterio en ellos. Necesitaba más tiempo
para profundizar, dijo.
Leandro
estaba conforme pues ya había pruebas para proceder. Pero quería llegar al fondo del asunto y
cortarlo de raíz.
Este
y otros temas lo mantuvieron ocupado y distraída su mente, pero al atardecer
volvió a encontrarse con Paz en la cabeza.
Saboreaba los besos y caricias efectuadas y ansiaba otro momento de
intimidad como ese.
Pero
estaba asustado, ese era el término y así lo empezaba a asumir. Era un cobarde sin remedio y escapaba a lo
que realmente quería para salvar su situación de hombre libre.
En
un intento por rehuir el tema llamó a una de sus amigas para la noche, a una de
sus tradicionales cenas con sexo. Y si
bien este fue un ejercicio muy bueno, le resultó vacío al final. Esto lo convenció que algo en él había
cambiado.
Tanto
que acudió a su amigo para que lo analizara y le dijera que hacer pues se
encontraba sin argumentos.
–Hugo,
tenemos que encontrarnos. Estoy en una encrucijada y no sé qué hacer.
–Y
acudes a tu buen amigo Hugo a que lea tu futuro y te marque el camino, ¿no? A
buen puerto vas por agua, dice el dicho.
–No
te burles que estoy preocupado. Cuando
te cuente lo que me está pasando no vas a poder creer.
–Ah,
pero estas espoleando mi curiosidad. Hoy
mismo en el restaurant frente a tu empresa nos vemos.
Y
tal cual lo acordaron, a las seis de la tarde estaba Hugo esperando a
Leandro. Con un café enfrente ambos
charlaron naderías al principio, como cada vez que se veían. Hugo se interesó por saber cómo iba llevando
Leandro la pesquisa acerca de la obra problemática, lo cual fue abundantemente
respondido por este último. Estaba mucho más distendido con ese asunto, lo que
era raro porque se avizoraba como complicado.
Todo iba rumbo a denuncia policial, juzgados, y tal vez complicaciones
con empresas rivales. No podía descartarlo hasta que el detective no finalizara
su trabajo. Pero también era verdad que
todo estaba encaminado y próximo a solucionarse, por más que fuera
desagradable.
Lo
que no tenía visos de solución fácil era su asunto con Paz. Otro tema hubiera sido si a él no le gustara
tanto, pero así estaban las cosas. Fue
Hugo quien trajo el tema a colación.
–¿Qué
tanta vuelta tienes? ¿Es este tema de la
empresa lo que te preocupa? Por teléfono
no parecía.
–No,
es otro asunto. Ni sé cómo empezar a
contarte porque te digo me da hasta vergüenza. Te vas a reír de mí.
–Y
si es lo más probable, –bromeó Hugo,– Pero ¿es lo que hago siempre no?
–Si
es verdad, te tomas mis asuntos amorosos a la ligera creo yo.
–Hasta
este momento no he tenido mucha oportunidad de opinar sobre nada serio
tuyo. Así que el asunto es
sentimental. Me dejas de piedra. Tú
preocupado por un tema romántico, debe estar por ocurrir algo serio a nivel
climático– se rió con fuerza Hugo.
–Mira,
deja la tontería. La verdad te confieso,
estoy en una encrucijada de mi vida.
Creo que me estoy enamorando de alguien.
–¿Crees?
–Es
que nunca me ha pasado esto que siento.
Estoy en lucha conmigo mismo y la culpable es una mujer– confesó
dramáticamente Leandro.
–¡Ah
qué terrible! Hay que juzgarla y
condenarla por tal crimen– sonrió Hugo.
Pero la seriedad de su amigo lo hizo detener la broma y comenzar a
escucharlo con mayor atención. No
recordaba haberlo visto tan perturbado por una mujer, al menos no desde la
universidad. Hacía muchos años Leandro
vivía el día a día con las damas sin darles ni darse a sí mismo esperanzas de
una vida compartida.
–¿Recuerdas
a la mujer que te mostré aquí mismo hace algunas semanas? ¿La nueva secretaria
que contrató Fernanda para su oficina?
Hugo
la recordaba vagamente; no solía prestar mucha atención a los rostros de las
mujeres que le mostraba Leandro. Siempre
duraban lo que arco iris luego de la lluvia.
–No
la recuerdo bien. ¿Es ella la que está
provocando esta debacle en tu vida?
–Ella
es. María Paz se llama. Los contactos que hemos tenido se puede decir
que han sido pocos. Pero tan intensos
que han bastado para movilizarme. ¿Cómo
es posible que tres o cuatro encuentros
hagan tanto impacto?
–Debe
ser muy buena en la cama para que la recuerdes tanto y te guste así. Perdona el comentario.
–¡Es
que no hemos tenido más intimidad que algunos besos y caricias! He quedado con hambre de más, la verdad es
esa. Pero cuando tuve oportunidad me
detuve, pues ella no estaba en las mejores condiciones para tomar decisiones.
–Ahora
sí me quedo estupefacto. Así que pocos
encuentros, ninguno sexual y tú estás que no puedes más por ella.
–Es
un buen resumen, si.
–Estás
chalado por ella– le dijo con total seriedad Hugo.– Te enamoraste
perdidamente.
–Yo
no voy tan lejos, estoy confundido sí.
Quiero que me ayudes a entender por qué y entonces…
–Claro–
lo interrumpió Hugo– entonces puedes hacer algo para dar vuelta atrás. Pero mira que eres infantil. Esto no tiene marcha atrás, no es un auto. Es
tu vida, son tus sentimientos. Y han
escapado al control que tan férreamente efectuaste por años.
–¡Pareces
gozar que me pase esto!– lo miró Leandro quejoso.
–¿Qué
te enamores y apuestes a una relación estable?
Pero claro que lo gozo. Soy tu
amigo y eso es lo mejor que te puede pasar.
¿Cuándo lo vas a entender?
–Yo
no lo vivo tan alegremente cómo tú. Hasta ahora mi vida ha sido muy
fructífera. Sin sobresaltos.
–Pero
Leandro, la vida es mucho más que eso.
Son los sobresaltos los que hacen que valga la pena vivir. Bueno, pero cuéntame más. ¿Qué dice la elegida? Porque la verdad que ha salido sorteada entre
una cantidad de bolillas, eso hay que decirlo.
–¿Qué
va a decir? ¿Tú crees que yo estoy hablando de este tema con ella?
–Ah
mira qué bien–insistió Hugo socarronamente–
Del tema hablas conmigo pero no con ella que es la
involucrada. ¡Vas lindo tú!
–No
sé ni que siento claramente. No quiero
darle falsas expectativas.
–¿Ella
te ha pedido algo? ¿Qué te dice
concretamente?
–La
realidad es que me rehúye. Siento que
ambos nos atraemos de forma increíble, pero ella no parece tener una buena
experiencia. En un momento de ira me lo
dijo. Hay instantes en que se siente
acosada por mí.
–Yo
cada vez entiendo menos las parejas de ahora.
Tienen todo en sus caras para solucionar temas: solo deben hablar con
franqueza y claridad. Y parece que
juegan a las escondidas con lo que sienten.
–El
gran problema es entender lo que uno siente–replicó Leandro.
–No
me vengas tú a mí con eso ¿Saber que
sientes? ¡Estás súper preocupado porque
conoces exactamente lo que sientes y te da pánico! Porque te implica comprometerte y entregarte,
abrirte a alguien más.
Leandro
sabía que su amigo tenía razón y finalmente le dio la razón. Y le
recordó la historia que ambos conocían.
–A mí no me fue nada bien la única vez que me
enamoré. Sufrí, y tú lo sabes bien.
–Pero
claro que lo sé, yo estuve a tu lado– sostuvo Hugo haciendo su tono más amable–
Y también sé que te sobrepusiste. El
problema es que el mal sabor vivido te hizo levantar una muralla alta a otra
posibilidad. Y la vida siempre da
revanchas y nuevas oportunidades.
–Lo
estoy empezando a aceptar, créeme. De no
ser así no consideraría lo que siento por esta mujer. Escaparía raudamente.
–Si
es así, piensa con cuidado qué vas a hacer.
Si lo que dices es real en relación a las experiencias de ella, debes ir
con pies de plomo. Asegúrate de tener
tus ideas en orden, porque puedes lastimarla tú a ella.
Leandro
se percató entonces que hasta ahora sólo había pensado en sí mismo y en su
seguridad. Había respetado a Paz como un
caballero, pero no había razonado que un mal paso sería devastador para ella
también. Tantos años de individualismo
lo habían permeado, reflexionó.
–Siempre
me ayudas con tus palabras querido amigo.
Voy a tomar tus consejos.
–¡Por
fin! Estaba cansado de hablar y hablar
sin que me consideraras. Estaba por
renunciar–bromeó Hugo.
–¿Renunciar
tú? Imposible, como pedirle a un mastín
que deje su presa.
Ambos
amigos rieron y para Leandro fue una catarsis la charla. Más tranquilo, decidió tomarse unos días y
pensar en soledad antes de acercarse nuevamente a Paz. Esto le daría tiempo para ordenar su vida e
ideas.