11.
El
lunes el inicio de jornada fue lento pero el ritmo de trabajo se hizo intenso
al transcurrir las horas. Fernanda citó
a todos a reunión para la tarde, momento en que comenzarían a encaminarse los
proyectos.
Marina
llegó temprano pero luego se fue hasta el mediodía, ya que un grupo empresarial
solicitó los servicios de la empresa.
Los contactos realizados las primeras semanas comenzaban a dar sus
frutos.
Esto
dio oportunidad en la mañana para que Marta y María Paz pudieran intercambiar
impresiones del evento del viernes anterior. La primera estaba indignada por la
actitud desprejuiciada de Marina y así lo manifestó.
–Es
una fresca, te digo. Coqueteó con el jefe toda la noche y al fin logró lo que
quería, pescarlo. Se fueron juntos, los
vi muy acaramelados.
Este
dato no hizo más que confirmar lo que Paz había imaginado. Y a pesar de ser así, esto la molestó. Le hubiera gustado que Marina no tuviera la
conquista tan fácil. – Picaflor y sin
escrúpulos, tentando a todas a su alrededor.
Poco se puede esperar de un hombre así – dijo en su fuero íntimo.
–Bien
Marta, es probable que tenga un plan con él.
Es un muy buen partido, ¿dicen eso aquí no?
–Claro
que lo es. Me fastidia esta mujer,
podría disimular un poco sus intenciones.
–Ella
es decidida y va al frente. Y él no debe
haberse resistido, ¿no? También debe
estar acostumbrado a que las mujeres caigan a sus pies.– Mientras así hablaba
notó que Marta callaba y la miraba con ojos muy grandes. Sin darse vuelta supo que a su espalda estaba
Leandro. Esto la hizo sonrojar.
–Buenos
días señoritas– dijo él afablemente, haciendo como si nada había escuchado.–
Veo que todavía no comienzan el trabajo.
Marta
se disculpó y esgrimió la excusa de
hacer una llamada dejando a María Paz sola.
Esta con sequedad inquirió a Leandro si podía ayudarlo en algo. Este estaba encantado para sus adentros. Por fin había visto algo de pasión en la
muchacha, y estaba vinculada con él. Más
allá que no había sido una frase halagüeña, parecía hasta de mujer celosa.
–Si
puedes ayudarme– le contestó– Ya le pedí esto a Fernanda por teléfono. Necesito
tu ayuda ahora en la mañana. Voy a una
reunión y mi secretaría está enferma.
¿Podrías acompañarme y hacer las veces de mi asistente? No te pediría esto si tuviera otra opción.–
El tuteo en él se había naturalizado.
–Por
supuesto, claro. – Tomó su bolso y siguió al hombre. La ponía nerviosa tener contacto más
frecuente con él y a la vez le gustaba.
Lo miró caminar adelante y volvió a tener la sensación de calor de otras
veces. Espalda ancha, trasero apretado
en pantalones oscuros, piernas largas y musculosas. Era todo una muestra de belleza masculina.
–Vamos
por el ascensor de servicio así nos lleva al estacionamiento– interrumpió él su
pensamiento.
Una
vez en el coche Leandro le explicó detalles de la reunión y le solicitó tomar
notas rigurosas de la misma, pues había aspectos económicos y técnicos que
después querría revisar. Ella asintió
con seriedad.
Para
Leandro esta era la oportunidad de escudriñar mejor a esta mujer, verla en
plena tarea y además gozar de su presencia.
No estaba seguro de si esto era bueno o malo a largo plazo, pero no
podía evitar las ganas de acercarse. Por
eso había pensado en ella ni bien supo la enfermedad de su asistente. No había habido otra idea en su mente.
Ambos
pretendíeron naturalidad y superación, pero se miraban furtivamente cada vez
que podían, procurando que cada detalle quedara en sus retinas. Hablaron muy poco y durante la reunión él
demostró ser una persona muy eficiente, cerrando un trato conveniente en
tiempos y dinero para su empresa. Esto
daría oxígeno a la misma, era un trabajo corto pero sustancioso.
Al
regreso, ya al mediodía, Leandro estaba de muy buen humor y se le notaba. Esto gustó a Paz, que veía el rostro distendido
del hombre y notaba cuanto se suavizaba.
–¿Pasaste
bien tu fin de semana?– preguntó él
inesperadamente.
–Si
gracias, le contestó ella.
–¿Qué
hace una extranjera sola y sin familia los días libres?– le inquirió. Quería saber si lo corregía, si le mencionaba
alguien. Quería conocer si existía un
hombre en su vida.
–Bueno,
soy muy casera, me gusta disfrutar de mi lugar. Y a veces paseo por la ciudad buscando
conectarme con ella y sus encantos. Me
gusta sentarme a observar a la gente ir y venir.
–No
parece de los planes más interesantes– le acotó el, encantado de confirmar la soledad de la
muchacha.
–De
personas poco interesantes no se puede esperar demasiado, ¿no lo cree usted
así?
–SI
algo no diría sobre ti es que eres poco interesante, por cierto– La respuesta impertinente de Paz no le
disgustó, por el contrario. Era la
contestación de una provocadora, aunque se mostrara tan mansa.
En
ese momento arribaron a la empresa y al estacionar y descender se encontraron
con Marina que volvía de su reunión.
Ella
se sorprendió aunque no lo demostró.
Saludó a ambos, y con total naturalidad besó a Leandro en la mejilla,
tuteándolo.
Esto
incomodó a Paz pero tampoco dio muestras exteriores de ello. Todos juntos subieron y mientras el ascensor
se movía, Marina charlaba con Leandro exagerando las cercanías entre ambos, en
un gesto que incomodó al hombre. Le
gustaba esa mujer, pero le molestaba que fuera tan explícita acerca de lo que
ambos tenían.
Para
Marina esto no era más que marcar territorio ante Paz. Si bien no la consideraba rival para ella
pues la veía anodina e inocentona, no era mujer de dar ventajas en ningún
campo, y menos el sentimental.
Una
vez que ambas ingresaron a la oficina y lejos ya de Leandro, se ignoraron
mutuamente. La relación entre ambas
había pasado de indiferencia a tensa.
No
hubo casi tiempo libre, dado el apuro de Fernanda por comenzar la planificación
de los trabajos. Paz y Marta comieron
unas ensaladas e ingresaron a la sala de reuniones primero que nadie. Inmediatamente arribó Fernanda escoltada por
Franco y Marina. Venían ya delineando y
ordenando las tareas.
Lo
primero que les comentó Fernanda fue su intención de trabajar horas extras para
adelantar tiempos y ofrecer los servicios en el tiempo requerido. Esto fue bien aceptado por todos ya que
comprendían la importancia de los primeros proyectos. Posteriormente se mostraron los trabajos
requeridos, los tiempos y las exigencias de los clientes. Comenzó a darse una animada discusión en
torno a los mismos.
Paz
fue tomando nota de todo y en un impasse ordenó las ideas sueltas en una
pizarra en un intento de dar cohesión a las mismas. Entre signos de pregunta anotó lo que no
había sido concretado o ideas incompletas y lo que estaba definido en otro
color. Se animó también a hacer una
sugerencia que se le ocurrió entonces, en relación a la ambientación exterior
de una de las empresas cliente. Esto fue
porque recordó algo que había escuchado en una de sus salidas de excursionista
y que le pareció podía ser utilizado aquí.
Cuando
se reunieron nuevamente su esquema allanó caminos para la toma de decisiones,
pero lo que pretendió ser un aporte fue duramente cuestionado por Marina, que
vio en ello la oportunidad de atacar elegantemente a Paz. –Esto corresponde a
Franco, es él quien tiene los conocimientos técnicos para esta tarea–argumentó
con vehemencia.
Paz
se sonrojó y disculpó –No pretendí ser
arrogante ni ejercer el trabajo de los demás, me disculpo si pareció
así. Claramente respeto el trabajo de
Franco.
Este
sonrió afablemente y con total normalidad le expresó a Paz que no veía eso como
una intromisión y por el contrario, le gustaba la idea. Podía mejorarla y agregarle detalles y
probablemente funcionaría.
También
Fernanda vio el potencial de lo sugerido y lo aprobó, a la vez que procuró
limar asperezas. Una vez concluida la
reunión de trabajo todos se fueron, excepto Paz que se quedó ordenando la sala. Fue entonces que Fernanda charló con ella y le hizo saber nuevamente que sus ideas eran
apreciadas. Le agradeció el gesto,
aunque el sabor amargo del mal momento que Marina le hizo pasar la persiguió
por varias horas.
12.
Esa
misma tarde Leandro decidió avanzar en su pesquisa por lo cual programó caer
por sorpresa a la obra del centro y charlar con los trabajadores. Quería especialmente ubicar al viejo capataz
e inquirirle a fondo. Pero trató de
sofrenar su ansiedad, conminándose a contenerse y no mostrarse muy
ansioso. Debía ir despacio para poder
saber mejor lo que realmente ocurría y una forma era “hacerse el tonto”.
A
las dos estaba estacionando su coche en el parking del frente y durante un rato
observó los movimientos sentado en las afueras de un café. La temperatura era elevada y había poca brisa. Los obreros se movían morosamente levantando
pared, acarreando materiales, maniobrando la grúa. La estampa clásica de una obra en
construcción. Cruzó la calle e ingresó a
la oficina portátil que estaba montada al centro del lugar. Allí estaban los principales conversando con
el arquitecto a cargo, y los tonos eran elevados. Ante el saludo de Leandro los ánimos se
calmaron pero al cuestionar este los motivos del conflicto, la discusión se
reavivó.
El
nudo del conflicto era el derrumbe de dos paredes ubicadas en la zona
intermedia del edificio en construcción, hecho que el arquitecto atribuía a un
trabajo mal realizado y los capataces a cargo a problemas de la estructura en
sí. En suma, las dos partes se responsabilizaban
mutuamente. Esto provocó la furia de
Leandro y solicitó inmediatamente revisar el lugar del derrumbe. Le alivió saber que no había heridos, esta
fue su primera preocupación. Pero le
parecía inconcebible que se dieran situaciones tan básicas en una empresa como
la suya, que tenía décadas en el área de la edificación.
Mientras
iban ascendiendo por las escaleras y pasajes provisorios, observaba cada
detalle. Cuantos obreros por piso,
materiales visibles, maquinarias y herramientas. Al llegar al lugar le sorprendió que aún no
habían despejado el mismo: todo el ladrillo y cemento aparecía en un
desordenado montón. Al costado dos peones sentados sin disposición de ningún
tipo, lo miraron socarronamente. Ante el
requerimiento de uno de los capataces, se movieron lentamente a retirar los
escombros.
Todo
esto dio mala impresión a Leandro, daba idea de desorden y desidia. A medida que recorría más le parecía percibir
desgano y trabajo lento. Al llegar al
último piso que estaba siendo levantado se topó con quien quería hablar.
–El
viejo Lucas, le dijo cariñosamente, a la vez que lo abrazaba y palmeaba la
espalda. Este lo saludó
afectuosamente; Leandro iba con su padre
cuando niño a los edificios en construcción y era como una ardilla, siempre por
los rincones mirando y tocando todo.
El
joven agradeció a sus acompañantes pero les pidió que volvieran al trabajo, ya
que no quería retenerlos más. Esto le
dio oportunidad de intercambiar impresiones con Lucas. Directamente le preguntó cómo iba todo y que
le parecía la obra. Ante esta encuesta
Lucas respondió con brevedad y exactitud, tal como era su estilo.
–Esto
va lento y muy accidentado. Parece ser
una constante en las últimas obras que hemos encarado.
Y
si bien no dijo más que esto para Leandro fue revelador. También percibió en los gestos de Lucas que
era renuente a continuar conversando.
Una inspección visual rápida le permitió ver a los obreros que ya había
cruzado antes en el piso del derrumbe, que estaban ahora en la sección de Lucas, sin una tarea específica a
realizar. Le pareció sospechoso. Se despidió del capataz con saludos para su
familia y decidió que su próximo movimiento debía ser encarar al hombre fuera
del trabajo.
No
era Leandro hombre de pensar en complots, pero cada vez veía más oscura la
trama.
De
vuelta a la empresa buscó los datos de Lucas porque si bien lo conocía hacía
muchos años no sabía su dirección ni tenía su teléfono. Esa noche lo llamaría, decidió.
En
tanto se permitió dejar vagar su mente un rato antes de continuar en la
revisión de datos y números de otras obras que tenía la empresa en
ejecución. Lo asustaba en parte
descubrir que una falla podía ocasionar una debacle financiera. La fortaleza
de hoy podía ser la endeble
situación del mañana si no cuidaba la imagen de prestigio y responsabilidad que
su padre había cultivado con duras décadas de esfuerzos. Ese era el capital fundamental de la
compañía y de ahí su preocupación.
Su
mente derivó luego a cuestiones más mundanas.
Marina estaba espectacular hoy sin ningún margen de dudas. Tendría que llamarla para verse
nuevamente. Lo había sorprendido un
tanto el gesto casi de propietaria que había ensayado en la mañana, máxime en
frente a Paz. Pero no era nada que no
pudiera lidiar. El no tenía intenciones
a largo plazo y ya vería como dejárselo claro.
Por
otro lado, la figura de Paz cada vez calaba más hondo en él. Con un resoplido borró toda idea profunda y
se levantó, decidido a proceder y no dejarse atribular por sentimientos.
Esa
noche llamó a Lucas, lo cual no pareció sorprender a este.
–En
realidad estaba esperando su llamado, le dijo. –Conocí mucho a su padre y lo
persistente que era, no dudo que eso lo heredó usted. Le vi la mirada hoy y creo que anda detrás de
algo. ¿Me equivoco?
–No
te equivocas Lucas. Estoy francamente preocupado
por el avance de las obras. Pero me
gustaría charlar esto personalmente si te parece.
–Claro,
no hay problema. Si usted quiere en mi
casa, no hoy porque estoy comprometido.
Pero mañana en la tardecita lo espero.
Así
definido para la próxima jornada el encuentro Leandro se calmó y enfocó en el
trabajo.
Al
final de la jornada Fernanda se acercó a pedirle la llevara a su casa pues
tenía su coche en reparación. Ya en el
trayecto le relató los sucesos del día, haciendo énfasis en lo productiva que
le había parecido la reunión de trabajo con su equipo y los avances
registrados. Si bien en su narración el
episodio entre Paz y Marina estuvo en segundo plano, para Leandro resultó de
interés.
–¿Hubo
intención de pasar por encima del trabajo y puesto de tu arquitecto en la
secretaria? Sería algo inconveniente si
no puede ocupar su lugar– Dicho esto esperó respuesta y deseó que no fuera
así. No le gustaría descubrir el rasgo de
la soberbia y mala fe en María Paz.
–No,
de ningún modo. En cierta manera la
responsabilidad es mía pues la he alentado a participar activamente. Es que le veo potencial más allá del puesto
que ocupa. Tiene un ojo especial para el
diseño, me gusta.
–Pues
ándate con cuidado. Lidiar con los celos entre tus empleados puede ser una
tarea compleja.
–Realmente
no creo llegue a mayores. La susceptible
fue Marina que es un tanto quisquillosa.
Aunque contigo no debe serlo ¿no?
Leandro
rio ruidosamente y desvió el tema.
Aprovechó el momento para relatar algunos detalles de su preocupación a
Fernanda. Le parecía que ya era tiempo
que su hermana participara más directamente en los asuntos globales de la
compañía. Y era un oído atento e
interesado.
Para
Fernanda esto fue un gesto muy importante y le dio el valor que tenía. Su hermano confiaba en ella y la ponía a otro
nivel. Ya no tanto la hermanita menor
que había que tener entre almohadones.
–Me
parece bárbaro que te muevas de esa forma. Lucas siempre fue hombre de
confianza de papá. Hablando de este, ¿no
piensas comentarle nada?
–Aún
no. No tengo claridad todavía. Cuando los datos sean más precisos le contaré
sin más,
–Entiendo,
no quieres preocuparlo. Pero ten en
cuenta que él es más fuerte y duro que nosotros juntos. No en vano creó esto de la nada.
–Si
lo sé, sin duda es así. Y tú vas camino
a ser como él, hermanita. Tu
emprendimiento levantó vuelo con fuerza.
–Estoy
contenta, veremos cómo avanzamos– finalizó el tema Fernanda.
Al
llegar a casa ambos entraron y la madre se encantó de ver a Leandro. La cena fue preparada diligentemente para
retener a su hijo mayor. Le encantaba
tenerlo en casa, aunque fuera por un rato.
13.
El
día siguiente comenzó con total normalidad en la oficina, todos trabajando en
alguna arista del proyecto que había sido definido como prioritario por todo el
equipo. Franco y Marta diseñaban mano a
mano, tirando líneas sobre las hojas y mesas en una febril actividad y en
consulta directa con casas de proveedores de distintos insumos necesarios. Había un conjunto amplio de novedades en el
mercado y querían combinar lo bueno de lo clásico con la potencialidad de los
nuevos materiales, especialmente sintéticos.
Marina
no abandonaba el teléfono buscando coordinar nuevas entrevistas con medios de
prensa, empresas del área del diseño, etc.
Paz
en tanto organizaba toda la información necesaria, se encargaba de la
correspondencia, coordinaba las áreas entre sí y con el resto de la
compañía.
Lo
que ella consideró un exabrupto el día anterior estaba superado por ambas ya
que Marina había solicitado disculpas y le comentó no había sido con intención
de herirla sino de clarificar roles.
Esto fue suficiente ya que ambas eran profesionales y creían en la
necesidad de trabajar en forma armónica.
No significaba ni por asomo que la simpatía entre ambas se hubiera
establecido pues se veían diferentes y en el caso de Marina, la veía como un
escollo en su camino frente al jefe.
Este
ingresó sobre el mediodía a ver a su hermana y saludó afablemente a todos,
interesándose por el trabajo en curso.
Los felicitó e incentivó a continuar, realmente satisfecho de la marcha
de todo. Mientras lo hacía Marina se apoderó de la conversación y de su figura
y lo llevó hacia su rincón en la oficina con la excusa de consultarle sobre
algunas empresas de las que tenía dudas.
La familiaridad con la que lo trató y la docilidad de Leandro ante ella
convencieron a todos que su relación trascendía lo laboral, tal como
sospechaban. Esto provocó desilusión y
cierto dolor en Paz. Aunque no quiso reconocerlo ante sí misma.
Leandro
charló con Marina animadamente mientras observaba disimuladamente a Paz. La joven aparecía reconcentrada en su
computadora, el rostro ceñudo y adusto.
Su rostro cambió cuando Marta y Franco la llamaron para hacerle una
consulta. A Leandro le pareció demasiado
amigable la actitud entre Franco y ella realmente.
Esto se interrumpió con la aparición de
Fernanda que un poco en serio un poco en broma le pidió a Leandro que se fuera
pues los empleados se distraían con su presencia.
Al
mediodía Paz fue sola a almorzar pues Marta estaba muy ocupada. Se sentó en su lugar ya de costumbre y
mientras examinaba la carta para elegir algo diferente sintió que alguien se
sentaba de golpe a su lado. Al levantar
la vista se encontró con Leandro que la miraba seriamente mientras la
saludaba. Ella contestó cortésmente pero
algo envarada. Siempre la sorprendía y no encontraba un dialogo cómodo.
El
estaba en una actitud un tanto fría y al tiempo que le preguntaba ciertas
intrascendencias la observaba. De pronto
decidió preguntarle sin peros lo que le interesaba.
–Franco
parece un joven muy eficiente y trabajador.
–Lo
es, contestó Paz– Y además muy agradable
y considerado.
–Si
me pareció verlos en actitud por demás amigable—ironizó él.
Esto
provocó que Paz se sonrojara a la vez que un gran enojo la embargó. ¿Quién creía ese hombre que era? La sugerencia de su voz le indicó sin dudas
que creía que ella y Franco tenían algún tipo de relación extra laboral. Su respuesta fue rápida y muy airada.
–No
sé a qué se refiere usted con eso, yo trabajo con toda la seriedad y trato de
ser parte del equipo.
–Ah
sí y pareces muy integrada. Franco te
miraba con cara embobada.
–Mire–
le espetó Paz– ¡No sé que busca usted con esto, pero no le voy a permitir nos
ensucie! Somos buenos colegas.
–Lo
comento porque no es bueno las relaciones entre compañeros de trabajo.
–
¡Usted es el menos indicado para hacer un comentario de este tipo! ¡Qué cinismo por favor! ¡Todos en la oficina
sabemos de su relación con Marina, no han sido para nada discretos con eso!
No
había finalizado de decir estas palabras ya se estaba arrepintiendo de su
arrebato. Le podía costar caro.
Pero
Leandro luego de la sorpresa inicial por la vehemencia de la joven continúo la
conversación en la misma línea. Es que
si bien quería contenerse y mostrarse indiferente, lo molestó la familiaridad
entre Paz y Franco. Y le gustó ver que a
la primera la afectaba su relación con Marina.
Por ello continuó espoleándola.
–Muy
lindas declaraciones de principios, pero no me has respondido acerca de tú y
Franco en realidad.–
–Yo
me dedico a trabajar, que es para lo que me contrataron. No me gustaría que todo lo que usted dice
fuera en busca de una excusa para despedirme.– Al tratarlo de usted procuró
poner un freno y calmarse.
–Lo
que menos me interesa es despedirte.
Eso le corresponde a Fernanda. Y
a mí me gusta verte por aquí, por si todavía no lo tienes claro.
Dicho
esto se levantó pero antes de retirarse se acercó a la muchacha y tomándola de
la barbilla le dio un suave beso en los labios.
Para
Paz la sorpresa fue tal que no pudo reaccionar y aun luego de haberse retirado
él, su estupor era mayúsculo. No podía
creer que Leandro le hubiera confesado que le gustaba y la hubiera besado de
esa forma. Quedó por varios minutos
como alelada y luego reaccionó al venir el mozo para tomar la orden. Poco a poco fue calmándose y barajando
ideas. Tan atrevida actitud venía de una
arrogancia grande, pensaba. Tal vez
creía que ella era un juguete más del cual podía disponer, al igual que lo
hacía con Marina. Pero ella no lo iba a
permitir, no le importaba el costo. Por
otro lado, no podía dejar de reconocer la ternura del gesto y cómo la había sacudido. El la movilizaba y hacía sentir lo que hace
mucho no experimentaba. Nervios, mariposas en el estómago, calor, no sabía cómo
definirlo. Todo junto. Suspiró y decidió almorzar.
Por
su parte Leandro se fue rápido y al principio eufórico por el beso y la
confesión. Había sido espontáneo y se
dejó llevar por el ímpetu de la conversación.
Luego comenzó a arrepentirse, más que nada porque no sabía qué pensaría
la mujer.
–Es probable que me vea como un atrevido y
aprovechador,–se dijo.
Había
sido un inconsciente, y su gesto podía interpretarse como acoso, sin duda
alguna. Y no era para nada su
intención. Entonces recordó que había
decidido averiguar más sobre el trabajo previo de la joven y puso manos a la
obra. Se contactó con la oficina de
personal y les solicitó averiguaran detalles de la empresa. Ya se encargaría él de contactarse
personalmente.
Seguidamente
se dedicó a las tareas del día, que lo absorbieron hasta la tardecita, en que
se trasladó a la casa de Lucas, tal como habían acordado. Estuvo expectante hasta que llegó. El capataz lo esperaba y lo invitó a pasar con
calidez... Su casa era modesta pero muy
bien conservada y adornada. Le presentó
a su esposa e hijos que lo saludaron muy atentos. La mujer lo invitó con un café, cosa que
agradeció. Luego pasaron al jardín con
Lucas y la charla derivó hacia el pasado.
Vívidas imágenes atravesaron la mente de Leandro al escuchar al
hombre. Su padre había sido un asistente
inveterado en todas las obras, sin dejar detalle por chequear. Incluso a veces sacrificando tiempos
familiares o mezclándolos: ¿cuántas veces fue para mí una fiesta ir con él al
trabajo y pasar horas?–recordó.
Las
memorias trajeron risas y el diálogo fluyó diluyendo los años de escaso
contacto. Fue entonces que Leandro decidió contar a Lucas todas sus dudas y
sospechas, citándolo como la única fuente fiable con la que podía contar.
Esto
emocionó al viejo obrero, quien le dijo que varias veces había estado por
llamarlo pero se había arrepentido porque no tenía certezas ni pruebas, más
bien dudas y detalles que no le convencían en la marcha de la obra.
Leandro
lo alentó a continuar al decirle que
todo lo que pudiera informarle le servía.
Entonces Lucas le contó acerca de dos obreros que solían trabajar más
bien poco y que siempre estaban en la carga y descarga de camiones con
materiales de trabajo y herramientas.
Eran de extrema confianza del segundo capataz general y Lucas sostuvo
que no sabían nada de la tarea de construir.
Cada vez que habían tenido que suplantar a alguien habían hecho
desastres realmente.
Además
encontraba extraño algunos accidentes tontos que habían retrasado el cronograma
en forma notable. En todos había estado
alguno de ellos mezclado. No se llevaban
bien con el resto del personal pues hacían alarde de una supuesta posición
privilegiada. Y si bien su grado laboral
no era nada extraordinario, en la práctica tenían mayores prerrogativas. –Hay días que no vienen y no hay sanción
para ellos. Se comenta además que no hay
descuentos en su salario.
–Todo
eso suena muy extraño ciertamente.
¿Nunca los habías visto antes?
–Ya
en la obra anterior estuvieron pero no fue tan evidente todo lo que te
cuento. Hoy día son personajes poco
estimados por los demás.
–Si
claro, puedo imaginarlo.
–Es
que el resto de los obreros ha comenzado a relajar su trabajo influido por la
impunidad con que actúan los otros. Es
una cadena.
–Me
dejas muy preocupado. Una cosa que
parece bien clara es la falta de monitoreo de las jerarquías. Y la verdad me incluyo. Pero ¿cuáles son tus
sospechas reales?
–Las
mías y de algunos otros es que están desviando materiales y los venden. Pero también que algo más traman, porque
involucrarse adentro de la obra implica otras intenciones más profundas.
–¿Alguna
hipótesis?
–Ahí
ya no se bien. Va a tener que jugar al
detective.
–Si
Lucas, lo voy a hacer sin demora. Te agradezco infinitamente lo que me contaste
y veré como prosigo.
Se
despidieron amigablemente y Leandro se fue pensativo, tratando de organizar sus
próximos pasos. Al llegar a su casa se
duchó y se durmió. Los acontecimientos
del día lo habían agotado.
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