6.
Leandro
estaba que lo llevaba el demonio. Había
sido un lunes tremendamente estresante y poco fructífero, nada de lo que
imaginó al comenzar el día. Hacía varios
días que rondaba el tema que lo preocupaba y no lograba avanzar. La reunión con los proveedores de la madera
lo había desconcertado: habían negado toda responsabilidad en las demoras y
aseguraban haber entregado todo en tiempo y forma. Lo mismo la empresa que les
vendía toda la parte de artefactos eléctricos.
Algo no funcionaba bien en su propia empresa empezaba a convencerse.
Por
otro lado, y a pesar de sus preocupaciones, se hizo tiempo para acompañar a
Fernanda en su primer día de actividad.
Sabía lo importante que esto era para ella y quería mostrarle su total
apoyo. Y al hacerlo había vuelto a ver a
la chica de la entrevista, María algo se llamaba. Aún más interesante que la primera vez, el
pantalón le sentaba de maravillas, así como su blusa transparentaba un par de
senos bien firmes. Ya lo había observado
al subir al ascensor, aún cuando se había comportado como si no la conociera. Su perfume lo envolvió, dulce y
persistente. Se la imaginó desnuda y le
pareció una imagen encantadora. Pero iba
a tomarse tiempo porque la actitud de la mujer no era de apertura. Tampoco lo preocupaba, le sobraban
oportunidades y tiempo para la conquista.
Y por cierto ya había detectado a
la encargada de Marketing que estaba muy pero que muy bien.
Volvió
de nuevo a la realidad y decidió llamar a su amigo Hugo para el almuerzo. Necesitaba descargar su frustración y
sospechas en un oído amigo e imparcial.
Se reunieron en el restaurante de la esquina y pidieron unos whiskies
como aperitivo. Mientras esperaban la
comida la charla se hizo amena e intensa por momentos, a la vez que Leandro
contaba las novedades de la empresa, tanto buenas como malas. Hugo tenía el don de tranquilizarlo no solo
por su profesión de psicólogo sino porque su personalidad tranquila y mesurada
siempre lo había moderado. Desde niños.
Al
dar buena cuenta de una excelente carne con ensaladas Leandro reparó de repente
en María Paz que estaba sentada junto a la ventana del local. Ella no lo había visto, por lo cual pudo
apreciarla a su antojo. Era realmente
bonita sin ser espectacular y en un ambiente relajado su rostro se veía
luminoso y perdía su mueca seria. Algo
flaca, pensó para sus adentros, pero cada vez le gustaba más. Se la señaló a Hugo, quien sonriente y
meneando la cabeza le estampó un –No cambias más. ¿No tienes intenciones de enseriarte, sentar
cabeza? Tu pobre madre me llama cada
tanto para pedirme te aconseje.
Leandro
se rió y contestó –¿Para qué si estoy bárbaro? Imagínate si me caso como me
cambia todo. Mi libertad, mis gustos,
todo perdido.
–¿No
te das cuenta que en el fondo es de un profundo egoísmo? ¿A qué le tienes
miedo?– recrimina Hugo.
–A
nada por favor. Y corta con el
psicoanálisis que no te pienso pagar consulta.
Piensa mejor como ayudarme con este tema de la constructora que es lo
que verdaderamente me tiene mal.
–Si
todo está tal como me contaste y realmente tus sospechas no son una paranoia,
deberías “embarrarte” más.
–¿Qué
quieres decir?
–Visita
todas las secciones, controla fechas, recibos, contabilidades, conversa con la
gente. Esto último es lo que te puede
guiar más. Vas a tener que trabajar más horas, pero si es tan grave no tienes
otra opción.
–Sí,
es así. Te voy a hacer caso, es lo que me
venía planteando. Pero cambiemos el
tópico, ¿qué te parece la chica?
–Es
linda, claro. Pero no aparenta tener
mucha actitud de conquista. No ha
levantado la vista ni una vez, excepto hacia afuera.
–Aha,
veremos, veremos– cerró el diálogo Leandro– Ahora cuéntame en qué va tu vida,
quiero saber de mis ahijados. El fin de
semana que viene tengo ganas de invitarlos a ir a ver fútbol. Los estoy extrañando.
–Y
ellos van a estar encantados. Me llevan
loco, no paran quietos.
.Y
con todo eso pretendes casarme por favor. Ves que tengo razón– se jactó. Las
risas de los dos no se hicieron
esperar.
Una
vez en su casa, reflexionó sobre lo aconsejado por su amigo y apreció la verdad
de sus palabras. El éxito lo había
vuelto confiado y de a poco había ido delegando las tareas, de modo que recibía
y ordenaba, pero no estaba en la “cocina” del trabajo. Cada vez charlaba menos con sus empleados de
menor rango y eso era comprensible porque de lo contrario el trabajo sería inabarcable. Pero en definitiva quedaba en las manos y
haciendo confianza en tres o cuatro personas, de las cuales solo podía decir
que conocía a fondo a una. El viejo
capataz de obra de su padre.
Decidió
empezar por ese lado. Mañana iría a la
obra y miraría más que la infraestructura y sus avances. Iba a observar el trabajo y los desempeños en
vivo y directo, prestar oídos, preguntar como por casualidad. No quería alborotar el avispero si es que
este existía.
Y
en la tarde se abocaría a la tarea de mirar los libros de proveedores, revisar
boletas, chequear stocks y contrastar todo.
Por lo menos a comenzar ya que la tarea era realmente engorrosa. Pero
había que hacerla si quería averiguar qué ocurría. Y no podía perder más tiempo, se dijo.
La
sensación de contar con un plan y estar haciendo algo lo tranquilizó.
7.
Ese
viernes la actividad fue frenética, corolario de una semana muy ajetreada. La agencia apostaba a su inserción rápida, y
las tareas de marketing fueron muy amplias.
Ese día en particular se realizaba el coctel de presentación oficial y
los preparativos estaban siendo supervisados hasta el hartazgo por
Fernanda. Estaba muy conforme con lo
ejecutado por su equipo, que se había ensamblado rápidamente a sus
requerimientos. La encargada de las
Relaciones Públicas y Marketing, Marina, había hecho un trabajo muy bueno
potenciando lo que ya Fernanda había delineado.
Lo había llevado a otro nivel, más profesional, y hasta se las había
arreglado para contratar publicidad barata pero efectiva en programas de TV y
radio vinculados al tema. La lista de
invitados había crecido, pero bien valía la promoción.
La
labor de María Paz había sido impecable, sin una falla, cumpliendo con todo lo
asignado y más: fue quien sugirió el armado de una pequeña muestra en el local
del evento que promocionara de manera viva la empresa. Y a eso se abocaron Franco el arquitecto y
Marta la diseñadora de interiores: algo contemporáneo y minimalista para el
lugar del coctel y un diseño de jardín muy elaborado que combinaba agua,
piedras, flores y plantas de todos colores.
Esto último exigió movilizar recursos extras porque se necesitó una
estructura base desmontable. Pero el
resultado final era maravilloso: los jardineros dieron vida al diseño de Franco
de manera fantástica.
El
lugar del evento era un salón muy amplio con distintos espacios, dos de los
cuales decoró Marta especialmente. Si
bien se pensó en un coctel, la realidad es que se contrató un servicio de
fiestas muy elegante, que planificó una serie de platos fríos y calientes al
estilo buffet, regados por finos vinos además de variados postres. Estaba planificada una presentación oficial del proyecto ante
los medios de prensa y si bien toda la familia acompañaba a Fernanda, sería
ella la única oradora. Esto la tenía un
poco nerviosa pero no preocupada, pues se sabía muy capaz de trasmitir sus
ideas y lograr una muy buena impresión.
Para
María Paz el momento era de alegría, era su nuevo comienzo y se sentía muy
compenetrada con el éxito de la empresa, que consideraba sería el suyo
también. Además, ¡cuánto hacía que no
iba a una fiesta! Muchos años.
Esta
era formal, por lo cual dedicó tiempo y esmero a su look. No tenia vestidos de
gala, estaba acostumbrada a vestir con cierta formalidad pero no contaba con
nada adecuado para la ocasión. Y la idea
de salir de compras le encantó, dedicarse tiempo era algo que no hacía a
menudo. Lo mejor de todo es que no lo
iba a hacer sola, Marta la había invitado a salir juntas y ella aceptó gustosa. Es que la muchacha era muy simpática y no
había forma de negarse, y ofreció su amistad de manera espontánea y sin
dobleces.
Así
fue desde el inicio. Conversadora sin
caer en la charlatanería y el chisme malintencionado, siempre de buen
humor. Ella se interesó inmediatamente
por María Paz, la sabía foránea y la veía muy sola lo cual le disgustaba. Es que Marta era como una gallina siempre en
busca de pollitos para proteger. Así que
rompió todas las barreras de lejanía que María Paz quiso oponer.
El
jueves previo al evento salieron de compras, en una instancia que se convirtió
en un verdadero raid por tiendas de ropa y zapaterías. Quedaron exhaustas de probarse vestidos,
caminar y reírse de todo.
A lo largo de la tarde se fueron contando algo
de sus vidas, más Marta que María Paz, pero igual lo que esta relató fue mucho
más de lo que había confiado a alguien en mucho tiempo. Marta le contó de su familia en un pueblo
pequeño y su vida en Madrid, de su novio, de su suegra, de sus trabajos
anteriores, y tanto más. María Paz le
habló de su llegada a España desde Argentina, esbozó algo del accidente de sus
padres y si se desahogó en relación a su anterior trabajo. Le contó sobre su ex jefe y sus acciones, en
una verdadera catarsis que le hizo muy bien.
Marta se emocionó mucho y se enardeció, al punto que quería armar
expedición para “escrachar al maldito”.
Esto hizo gracia a María Paz, pero le pidió reserva, no quería hacer de
su situación algo público.
Al
finalizar el día, habían trabado una linda amistad y comprado unos vestidos y
zapatos maravillosos. Estaban listas
para el día siguiente.
Ese
viernes al atardecer Marta y su novio la pasaron a buscar en auto y ambos
mostraron su gran aprobación.
–Estás
preciosa querida– dijo Marta– El cabello
suelto te sienta muy bien, y el vestido rojo es una maravilla. Deberías usar más ese color. Marina se va a morir de envidia.
–¿Por
qué? Ella tiene una figura maravillosa,
y de seguro va a ir despampanante hoy.
–Ah
sí claro. De seguro va a querer
impresionar al jefe mayor sin dudas.
¿Has visto como lo mira y se le acerca cuando aparece por la
oficina? La tipeja es un poco zorrita,
te digo entre nosotras.
–Si,
bueno, es su asunto. Con lo antipático
que es ese hombre que lo tenga con moño.
Marta
afirmó sonriendo aunque ya había advertido que tanto Leandro como María Paz se
observaban mutuamente, sin que cada uno se percatara. Parecían evitar las miradas directas. Y se había dado cuenta también que Marina
veía a María Paz como rival aunque esta no lo percibiera.
A
las ocho en punto ingresaron a la fiesta. El local resplandecía. Todo estaba perfecto: la ambientación,
Fernanda y su familia elegantísimos todos, los empleados formalísimos, los
invitados todos presentes, la prensa expectante.
8.
Leandro
pasó a las 7.30 por sus padres y Fernanda y emocionado la observó bajar la
escalera. Brillaba su hermanita menor,
esta era una noche especial para ella y su familia la acompañaba.
Al
llegar al local de la gala se impresionó gratamente. Estaba excelentemente preparado; la muestra de diseño era fina y muy moderna, pero
a la vez relajada y natural. Los empleados de Fernanda se habían esmerado. La afluencia de invitados fue masiva lo cual
le dio mucha alegría pues había muchas posibilidades de tejer negocios ya esa
noche. Y qué decir de la asistencia de
prensa importante, cosa que no pensó. La
labor de la encargada de marketing había sido muy positiva. Y allí estaba ella, envuelta en un vestido
dorado muy ajustado que no solo marcaba sus curvas, sino que mostraba bastante. Lo miró desde que entró y cada vez que tuvo
ocasión. La invitación estaba ahí muy
clara, pensó Leandro, y no la voy a dejar pasar. Se acercó a ella luego de saludar a todos y
conversar con varios pesos pesados del negocio.
Ágilmente ella lo guió por representantes de la prensa y agencias de publicidad,
así como gente vinculada a inmobiliarias.
Pronto la charla entre ellos se volvió más íntima y prometedora. Marina era una seductora nata, sus ojos
invitaban y su cuerpo era una maravilla.
Al
promediar la noche, se hizo el momento de las presentaciones oficiales. Se acercó a su hermana para apoyarla pero
ella realmente lo hizo muy bien.
Mientras estaba a su lado y observaba el recinto, vio por primera vez en
la noche a María Paz. Y lo que vio lo
deslumbró. Estaba preciosa en un vestido
rojo largo, ceñido pero no atrevido.
Pudo observar su delicado cuello y sus hombros desnudos, apenas
cubiertos por finos breteles. Sus brazos
bien torneados, la pierna que se insinuaba por el tajo de la falda, su cabello
suelto y espeso, su rostro apenas maquillado, todo lo fascinó. Era muy atractiva y ejercía sobre él un
poderoso efecto sexual pero también le provocaba una sensación de calidez. Esto lo desconcertaba un poco porque no lo
entendía demasiado. Para él resultaba
claro el deseo que le provocaba Marina y sus intenciones de llevarla a la
cama. No es que no le pasara con María
Paz: probablemente la deseara aún más.
Pero despertaba algo más en él.
Y
como esto no le gustaba mucho decidió sacarse de la cabeza a la joven y
concentrarse en lo más seguro. Nada
sobre lo que no tuviera control le gustaba, se sentía expuesto y a merced del
otro. Esto le había pasado una vez,
cuando era mucho más joven y había sufrido.
No iba a pasar por eso otra vez.
Se
acercó a Fernanda que estaba charlando con un importante reportero de una
revista de diseño y decoración. Le
estaba haciendo una entrevista que saldría en páginas centrales. Una vez finalizado esto, Fernanda y su
hermana por fin pudieron intercambiar impresiones.
–¿Qué
piensas? ¿Tuvimos éxito? –ríe Fernanda.
–Sin
dudas, te felicito a ti y tu equipo. Han
gestado un gran evento. Esto está
colmado y la promoción va a ser estupenda.
–Cierto,
eso es responsabilidad de Marina, que hizo un gran trabajo.
–Así
es, y ella es también un gran exponente– se rió Leandro.
–Te
prohíbo te acerques a mis empleadas Leandro– se quejó Fernanda– Vas a estropear
el equipo de trabajo que estamos conformando.
–Una
alegría al cuerpo no le hace mal a nadie.
No te preocupes, somos gente adulta y sabemos separar las cosas.
–NO
quiero saber nada de eso. Estoy súper
motivada, me acaban de proponer ya dos posibles entrevistas para trabajos en
empresas importantes. Mañana comenzamos
a concretar. ¡ Esto es más de lo que esperaba!
–Tú
te lo mereces y has trabajado para esto hermanita. Y nuestra empresa se va a nutrir de
esto. Brindemos por un exitoso comienzo
y un mejor camino.
Y
los dos hermanos levantaron sus copas y avanzaron hacia sus padres. En el camino se cruzaron con María Paz, que
venía del baño. Fernanda la interceptó y
le dijo a Leandro– Acá tienes a una de mis empleadas más fieles. Fue la que tuvo la idea de ambientar el
evento.
María
Paz se puso nerviosa y sonrió de manera mecánica. Agradecía de corazón las
palabras de Fernanda, pero la mirada de Leandro la ponía muy agitada. La sentía
en su rostro, bajando por sus pechos y piernas de la manera más atrevida e
insinuante. Le disgustaba pero a la vez
la ponía tensa y excitada.
–Gracias
Fernanda, pero apenas fue una idea, y lo concretado superó con creces a la misma. Marta y Franco realizaron una tarea
formidable.
–Sin
dudas, dijo él.– ¿Y cómo le resulta su nuevo trabajo?– Mientras preguntaba esto
Leandro se acercó más, al tiempo que Fernanda se alejaba requerida por un
invitado.
–Me
siento muy cómoda, gracias. Estoy tratando de ser eficiente y útil al equipo y
a su hermana.
Leandro
se acercó hasta casi rozarla, y de hecho el muy atrevido extendió su mano para
tocar su cara. Ella retrocedió
instintivamente.
–Disculpa,
no te quise molestar. Tienes algo en tu
rostro. – Leandro retrocedió un tanto molesto.
No está acostumbrada a las reacciones de rechazo, y esta fue bastante
violenta.
–Gracias–
dijo ella mientras se retira un pequeño pétalo de la mejilla. Había estado en el jardín admirando el
trabajo.
–Bien,
buenas noches– se despidió Leandro. Que
mujer tan seca, pensó. Pero qué boca tan
tentadora, plena de promesas. El deseo
de romper las barreras que le imponía se hacía cada vez mayor. Bien vale lo que mucho cuesta, filosofó.
María
Paz, por su parte quedó bastante agitada.
Se daba cuenta que su reacción había sido exagerada y lo notó
turbado. Había actuado como una novicia
protegiendo su castidad, por Dios. Es
probable que él la percibiera como una pequeña mujercita sin mundo. –Al diablo,
se dijo.–No me importa, no me interesa.
Pero su fuero interno decía otra cosa.
El magnetismo de ese hombre era poderoso.
Sobre
las once de la noche, y a pesar de que aún quedaba mucha gente y la fiesta se
presentaba animada, decidió irse. Se
había divertido, estaba satisfecha y contenta por su trabajo y porque sin duda
la empresa empezaba con buen pie. Pero
la tenía mal su flaco desempeño con Leandro.
Y para peor, lo vio coquetear el resto de la noche con Marina. Esta se le había pegado cual lapa y reía
todos sus chistes. El brazo de él había rodeado
su cintura varías veces y la tensión sexual entre ambos era clara. Sin dudas esta noche la terminaban juntos en
la cama, pensó María Paz. Esto la puso
de mal humor aunque no lo quisiera reconocer ante sí misma. Lo atribuyó al cansancio de la semana y los
tragos de más.
Se
despidió de Marta asegurando que estaba bien, estimulándola a que continuara
divirtiéndose, y salió a tomar un taxi.
La calle estaba bastante desierta y había poco tránsito.
Luego
de esperar 10 minutos, empezó a caminar.
Entonces un coche se detuvo a su lado repentinamente, asustándola. Apuró el paso sin mirar y solo al sentir la
conocida voz se detuvo. Era
Leandro.
–No
debería caminar sola a estas horas– le dijo mirándola con fijeza.
–Si
bueno, estoy esperando un taxi– balbuceó.
–Suba,
yo la llevo– le espetó. Acostumbrado al
mando, sonó sin embargo gentil.
María
Paz subíó, decidida a comportarse como una adulta. –Solo soy una empleada que accede a una
gentil invitación. Además no tengo muchas opciones–pensó.
–Bien
gracias. Es algo tarde y mi casa es
lejos, así que le agradezco.
–¿Dónde
la llevo?
María
Paz le dio su dirección y ambos se concentraron en sus pensamientos mientras el
hombre conducía.
–Linda
noche para Fernanda y la empresa, comenta ella.
–Así
es, un comienzo auspicioso. Y lo que es
bueno para mi hermana lo es para mí.
–Si
claro.– contesta María Paz. Yo también
me alegro y agradezco la oportunidad que me ha brindado. Se ha comportado como una persona
maravillosa.
–Ella
es así. Sin duda que si a ella le va bien a usted también ya que podrá
conservar su empleo.
–Por
supuesto, contestó la joven.
–Bien,
aquí estamos– Estacionó el coche y se
dió vuelta para mirarla.
–¿Y tú cómo eres? Me provocas curiosidad. ¿ Te da cuenta de que
no es lo único que me provocas verdad?
–Leandro decidió ser osado a ver qué reacción obtenía.
María
Paz se desconcertó y se puso en blanco ante la embestida verbal. Solo acertó a contestar con altivez:
–
Yo soy lo que ve y no me hago cargo de lo que supuestamente le provoco. Espero esto no afecte mi trabajo.
Esta
respuesta descolocó a Leandro, que la sintió hostil y defensiva.
–Me
disculpo, María Paz. No quise ser
agresivo por supuesto. Y nada de lo que
yo pueda decirte afectará tu trabajo. No
es mi estilo. Buenas noches.
María
Paz descendió prestamente, otra vez con la sensación de haber arruinado el momento.
Pero sus malas experiencias le hacían crear barreras.
Leandro
encendió el auto y se fue raudamente. De
seguro se va con Marina, pensó María Paz.
9.
Al
conducir de regreso al salón de fiestas Leandro no pudo dejar de pensar en
María Paz. La había visto de lejos
ponerse su abrigo y salir de la fiesta para irse. Dudó un segundo pero rápidamente salió detrás
de ella. Al subir a su auto mientras la
vió esperar primero y caminar después, se dijo que perdía el tiempo. –Marina es un plan seguro y por demás
agradable, una mujer de mundo e indudablemente con experiencia amplia en esto
de los placeres pensó.
Sin
embargo el interés por María Paz pudo más y la siguió, buscando el contacto más
cercano. Al ofrecer llevarla a su casa,
la notó nerviosa y seca. No habló
demasiado y eso lo limitó ya que a él le
cuesta entablar diálogos informales que no aludan al trabajo o a invitaciones
directas y sin embagues para el sexo. Es
por ello que tan rápido le vino a la boca la alusión que molestó a la
muchacha. Pareció que sus palabras la
picaban como un áspid, y esto lo dejó sin respuesta prácticamente. Y si bien el hombre se fastidió, también pudo
percibir miedo y cierto dolor en la respuesta veloz de María Paz.
–¿Será
tan fría como aparenta? Esos labios y
esa boca no pueden disimular la pasión de su propietaria. Ese hielo externo es cobertura de un volcán,
pensó riendo Leandro. Vaya que le daba
por las metáforas ahora.
Lo que quiso dejar claro fue que no era un
acosador ni un chantajista. Le dolió un
poco el orgullo que ella creyera que necesitaba amenazarla para conseguir su
interés.
Le
gustaba como hacía mucho no le gustaba alguien, eso estaba claro. Pero ahora, de vuelta a su realidad, iba en
busca de Marina y de un desahogo para su pasión.
La
encontró deambulando por las mesas, en las últimas charlas de sociabilidad con
los invitados que quedaban. Excitante,
bella, toda ella provocaba y algunos
hombres habían retrasado su partida jugando a la suerte y procurando
interesarla.
De
hecho Marina estaba expectante pues Leandro había repentinamente desaparecido
cuando ya creía tenerlo para ella. Esto
la preocupó, Más aún porque había notado que su salida coincidió con la partida
de la secretaria.
Ella
no tenía dudas de su propio magnetismo y desde que conoció a Leandro se fijó
como meta la conquista. Era un hombre
con todas las letras, pero además rico y poderoso. Esto constituía para Marina un afrodisíaco
pues especulaba con la posibilidad del ascenso social.
Su
cabeza siempre evaluaba fríamente a sus candidatos y solo tenían cabida en sus
brazos quienes pudieran ayudarla a mejorar su posición. Era muy calculadora al respecto. De origen social modesto, a fuerza de
tenacidad, inteligencia y estudio había logrado ir ganando una mejor calidad de
vida. No tenía reparos en utilizar las
armas de su belleza para lograr sus objetivos. No era una despiadada ni una
prostituta, simplemente buscaba con ansias la seguridad económica que no había
tenido nunca.
Con
Leandro además veía un plus, y es que claramente era muy fácil de querer.
–Apuesto, inteligente, rico una combinación imbatible, se decía la joven.
Esa noche había apurado el contacto y la seducción sin duda había
funcionado. Por eso su desconcierto,
hasta que lo vio entrar nuevamente. Todas sus dudas se despejaron cuando lo vio
avanzar hacia ella con sonrisa sugestiva.
El anzuelo volvía con el pez, pensó.
Tomaron
un poco mas de vino y al irse los últimos invitados se retiran ellos también en
dirección al piso de Marina. Esta no
tenía intenciones de perder el tiempo, –aquello de no dar más que un beso en la
primera cita es una tontera. Cuando la
pasión arrecia hay que abrirle las puertas y disfrutar, y ella sabe por
experiencia cuan convincente puede ser en la cama. Y como Leandro, la inexperiencia en torno a
relaciones realmente significativas hace que crea que esperar no es más que
perder el tiempo.
La
partida de ambos fue observada tanto por Fernanda como por Marta. La primera suspiró con desaliento pensando
que su hermano no cambiaba más. No le
gustaba que Leandro fuera tan picaflor porque creía se estaba perdiendo de vivir
experiencias significativas. Y tampoco
era partidaria de las relaciones en el área de trabajo, porque creía que entorpecían las
labores. ESto si la relación funcionaba
y especialmente si no era así.
A
Fernanda además no le convencía la actitud de Marina. No tenía nada para criticar desde el punto de
vista laboral, pues su desempeño venía siendo excelente. Prueba de ello había
sido la asistencia de esta noche y la visibilidad que le comenzó a dar a la
empresa. Era la forma en que se
comportaba con sus compañeros lo que la molestaba un poco. Y la ambición que se traslucía en su
mirada. Pensando todo esto se acercó a
sus padres y los invitó a retirarse. La
noche había llegado a su fin y estaba satisfecha.
Marta
por su parte observó la retirada de Marina y Leandro con desdén. Sabía que esa mujer estaba al acecho del
jefe, era evidente. Eso le provocaba
desagrado. –Detesto a las mujeres que denigran el género usando el sexo para
mejorar su posición–pensó.
La antipatía era mutua en realidad: Marina
creía que tanto ella como María Paz eran
unas mojigatas. Para Marta el primer
momento de rechazo a su compañera se había dado por los comentarios despectivos
que Marina hacía sobre María Paz. Creía que no eran merecidos pero además
venían de la envidia, pues si bien Marina era bella y seductora, le faltaba la
fineza de María Paz.
El
lunes el chisme entre ambas va a ser este suceso, pensó Marta.
10.
Al
despertar el sábado a media mañana Leandro se sentía descansado y fresco. Esto a pesar de la noche de pasión que vivió
con Marina. –Una mujer con todas las letras, se dijo. No se contuvo nada,
mostró todos sus encantos y armas para dejar a Leandro feliz y agotado. Lo invitó a quedarse y dormir con ella pero
él tenía planes y no incluían sociabilidades mañaneras.
Luego
del desayuno partió rumbo a la empresa decidido a comenzar el chequeo de los
números de la obra en ejecución que tanto lo preocupaba. Estos habían pasado por sus manos los
primeros meses pero luego había delegado su revisión al área contable. No desconfiaba realmente de los funcionarios
de ese sector pero sabía que factiblemente solo miraban debe y haber y que los
recibos estuvieran. No conocían las
necesidades y las compras que requería una obra en construcción, por tanto
faltaba ahí una mirada más entendida. Se
reprochaba darse cuenta tan tarde de eso.
Las
oficinas estaban vacías. Si bien a veces
algunos empleados venían los sábados a realizar algunas horas extras para
adelantar trabajo, no era el caso ese día.
Leandro comenzó a mirar las carpetas correspondientes a los primeros dos
meses de obras. Pagos a proveedores,
sueldos, contrataciones a empresas menores para áreas específicas del complejo,
todo lo fue revisando lentamente. Luego
de dos horas de monótona numeración se sentía cansado y con apetito. La noche anterior le estaba pasando factura y
se sentía además un poco frustrado. Nada
de lo visto hasta el momento le parecía llamativo o sospechoso.
Se
repatingó en el sillón en el que estaba y dejó volar su pensamiento. De las demoras de la obra a María Paz sin
escalas. –Esta mujer se me ha ido metiendo
en la cabeza de a poco y no me la puedo sacar– reflexionó. –voy a tener que hacer algo al respecto.
Con
esto en mente, buscó el archivo de los empleados de la empresa y lo revisó
hasta encontrar el expediente de la joven. La información era escasa, no solo
porque era muy nueva en la empresa, sino porque poco era lo que ella había
brindado. –La foto no le hace justicia–
habló en voz alta. Hacía tres años que
estaba en el país y venía de Argentina.
Santos era su apellido. Se fijó
en su dirección, aunque ya la sabía. Y
lo que le había interesado, las referencias anteriores de trabajo. Es que había recordado de pronto la actitud
de ella en la entrevista inicial al
mencionar a su empleador anterior. En su
mente otra investigación comenzaba a prosperar. – Era su deber como jefe
corroborar los antecedentes de sus empleados, se alentó. Factiblemente podría conocer más sobre la
joven y su fría actitud y temor. Decidió
llamar la semana próxima con ese fin.
Con
todo esto en su cabeza se encaminó a la casa de campo de la familia. El almuerzo los sábados era sagrado, una
tradición que su madre había implementado desde pequeños. Siempre le llamaba la atención que fuera ese
día, cuando la mayoría de las familias lo hacían los domingos. Pero bueno, era tan poco tradicional como su
madre.
Al
llegar todos le reprocharon la demora.
Hacía buen rato que estaban compartiendo tragos y entradas y él se hizo
esperar.
–¡Tan
agitada estuvo tu noche que te dormiste para venir! –le dijo su madre. –No me quieras mentir, te vi que te ibas con
una señorita. Es increíble como no
tienes todavía una novia formal. O por lo menos algo más estable.–se quejó.
Leandro
ni se inmutó. Estaba acostumbrado a las
diatribas de su madre y no le preocupaban.
El amor de ambos era incondicional.
Fernando
aprovechó para arrojar algo de leña al fuego al detallar los gustos de su
hermano por las “señoritas exuberantes”. Su madre se perdió en la cocina en un
discurso sobre su vejez y la falta de nietos.
El
padre sonreía y con voz pausada lo comenzó a interrogar sobre los avances en
los trabajos, proyectos, etc. A pesar de
su retiro le gustaba estar informado de lo que ocurría. Para Leandro era además una posibilidad de
escuchar otra campana y la voz de la experiencia. Pero no quiso detallarle aún su preocupación
y sospechas, pues no tenía nada seguro.
Se resistía a molestar a su padre con algo que era su obligación
resolver. Si su investigación demostraba
problemas en la empresa por supuesto sería el primero en enterarse, pero aún era
pronto. Decidió encaminar la charla
hacia el proyecto de Fernanda. Que de
hecho ya era una realidad palpable y así lo expresaron todos.
–La
verdad estoy muy contenta, dijo Fernanda.– La semana que viene tengo pautadas
entrevistas para dos posibles emprendimientos.
Tengo que llevar ideas ya plasmadas, por lo que debemos trabajar
extra. El lunes proyectaremos que
hacer. Estoy bien expectante.
–Tu
equipo va a protestar,– bromeó Leandro.– Recién comienzan y ya los vas a tener
metidos por entero en la labor.
–Estoy
segura van a responder al cien por ciento.
Estas semanas previas me han permitido ver que hicimos bien al
seleccionarlos.
La
madre mostró su acuerdo– La fiesta de ayer fue un buen ejemplo sin duda,
Fernanda. Muy bien planificada, un
espejo de lo que pretendes. ¡Y cuánta
prensa, la promoción va a ser muy amplia!
–Marina
trabajó a full– agregó Leandro con picardía.
–Todos
lo hicieron, fue el resultado del trabajo en equipo. Los aportes de Marta y María Paz fueron muy
útiles– defendió Fernanda.– Esta última aportó dos o tres ideas muy buenas.
–¿Qué
impresión te ha producido?– preguntó Leandro con curiosidad. Le interesaba la opinión de su hermana acerca
de María Paz.
–Es
sumamente eficiente y correcta, hace su trabajo con total dedicación. Te confieso que tenía mis dudas, pero
afortunadamente ha respondido con creces.
–Parece
muy malhumorada y seca– inquirió Leandro.
–Parece,
pero no. Al conocerla mejor esa
impresión desaparece. Es muy afable, y
creo que lo que confundes con malhumor es timidez. No te olvides además que es extranjera y por
lo que me dijo no le ha sido fácil la adaptación.
–¿No
crees que fue extraña su actitud sobre su anterior trabajo? Tuvo una suerte enorme que tú estuvieras tan
ansiosa por empezar. Yo no la hubiera
contratado en otro contexto.
–No
lo vi tan así como tú. Te genera cierta
animosidad, ¿no es cierto?
–No
me gustan las mujeres misteriosas y antipáticas– cerró la conversación
Leandro. No quería traslucir su
pensamiento real sobre María Paz, máxime cuando ni siquiera lo tenía
claro. Le provocaba sentimientos
encontrados.
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