sábado, 10 de diciembre de 2016


Corazones migrantes, bilogía en papel!!

Me encanta comentar que gracias a Createspace es posible adquirir mi bilogía en formato papel.
Correcciones realizadas  y con portada diferente a la digital, la misma historia que conmueve por la mezcla de romance, tragedia contemporánea, Terrorismo.
Quienes gustan de la lectura con" libro en mano" tienen ahora su oportunidad. Es la forma de publicar en físico para quienes somos autores independientes. Tiene los inconvenientes de los gastos de correo, pero es una opción más.
Enlaces: Vol. 1 rxe.me/FNCW7O

Vol.2: rxe.me/FPX86G

viernes, 14 de octubre de 2016

La trilogía tiene su desenlace

Te presento la carátula del 3er. volumen, al que he titulado Te confío mi familia.
Continúa acompañando a Asunción y Santiago en su romance, acción y suspenso.

domingo, 3 de julio de 2016

Perfil de los protagonistas: Esteban Del Valle (Te confío mi vida)

Esteban es el único hijo varón de Ramón Del Valle, patriarca de la familia. Su hermana fue asesinada tempranamente y por tanto se considera el heredero legítimo de la hacienda Santa Isabel.
Nació y ha vivido toda su vida en cuna de oro y su único pensamiento es duplicar la riqueza a cualquier costo. Es por ello que desde muy joven hundió a la familia en el tráfico de drogas.
Padre de Sara (díscola y bella muchacha cuyo único norte es divertirse y conquistar los hombres que desea) y de Pedro, tímido hijo que solo quiere su aprobación.
La muerte de Ramón y su póstuma decisión de heredar a Asunción la hacienda y la fábrica de tequila lo alterará de tal modo que buscará revertir el testamento como sea, incluso utilizando las más rastreras armas a su disposición. No hay límites en sus deseos y ambición.

lunes, 27 de junio de 2016

Perfil protagonistas: Santiago, Te confío mi vida.

Santiago es un atractivo agente de la Agencia DEA estadounidense que lucha contra el tráfico de drogas. De origen mexicano, se trasladó con su madre a los EE.UU luego del asesinato de su pequeña hermana por sicarios vinculados al tráfico.
Su misión  ha sido encubierta en la hacienda de la familia Del Valle por dos años.  Sabe  que algunos de sus miembros están vinculados al cártel de los Hidalgo, señores de la droga en la zona.
La muerte de su principal objetivo, Ramón, lo pone en contacto con Asunción, la heredera de la hacienda. Esta será su protegida y  él oficiará como custodio por disposición testamentaria de Ramón Del Valle.
Arrinconado por sus recelos contra la familia, su misión y el peligro que pronto se cernirá sobre Asunción, procura mantener distancia y objetividad. Pero la muchacha  irá ganando poco a poco su corazón.
Un hombre solo contra un cártel despiadado y una familia ambiciosa. Una tarea que se vuelve personal. Una pasión que no deja de crecer.

martes, 21 de junio de 2016

Corazones migrantes en papel

La novela Corazones migrantes me ha traído un sinnúmero de satisfacciones. No solo por ser mi primera novela autopublicada sino porque muchísimos lectores han accedido a ella en formato digital. Desde febrero, fecha en que la puse a la venta en Amazon han sido más de mil quinientos los lectores que han accedido a ella. Esto ha permitido que esté entre los 100 más leídos de romántica en Amazon.com desde abril.
Comprenderán que es un regalo extraordinario para mi.
Por ello avanzo un poco más y ante el pedido de varios lectores, que aún sienten la necesidad de tener en sus manos un ejemplar físico, he utilizado los servicios de Createspace para la impresión.
Dejo por aquí link del mismo, por si desean adquirirlo.

miércoles, 15 de junio de 2016

Perfil de los protagonistas: Victoria (Te confío mi vida)


Victoria es una mexicana en sus veinte y pico que vive en el Distrito Federal. Estudió la carrera de Trabajo Social ya que su desvelo son los problemas de los más desvalidos. Dueña de un buen pasar fruto de la herencia de su padre ha permanecido varios años sin contacto con su familia materna, los Del Valle.
Sus padres fueron asesinados por sicarios cuando apenas tenía cinco años y su infancia transcurrió en la Hacienda de su abuelo Ramón, en Jalisco. Hacienda de ágave, proveedora de la fábrica de tequila que también es propiedad familiar. Los vínculos de los Del Valle con la mafia del tráfico de drogas se hacen claros para ella y rompe contacto, no sin dolor.
Sin embargo, la muerte de su abuelo y la herencia recibida la llevan de vuelta a sus orígenes. Allí deberá luchar para limpiar la imagen de la familia y destruir los lazos con los Hidalgo, capos del narcotráfico en Jalisco.
Esto la expone directamente y sólo la protección de Santiago, guardaespaldas y albacea testamentario, podrá protegerla. Aún cuando trata de evitarlo y separar roles él tocará las fibras más sensibles de su corazón solitario y dolorido, provocándole emociones y sensaciones de toda índole.
Ella es apasionada, comprometida, valiente, algo cabezona...Él, no es lo que parece...
Trilogía Te confío mi vida.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Nueva novela: Te confío mi corazón.

https://www.amazon.com/Te-conf%C3%ADo-coraz%C3%B3n-vida-Spanish-ebook/dp/B01G42BU5Q?ie=UTF8&*Version*=1&*entries*=0
Asunción, bella y joven heredera mexicana de un imperio del tequila ha logrado consolidar su romance con el guardaespaldas asignado por su abuelo, Santiago. Este, un agente encubierto de la DEA, logró desarmar el complejo entramado que unía a su familia con el tráfico de drogas , así como desarticular momentáneamente las intenciones de su tío Esteban.
Instalados en el Distrito Federal, su deseo es afirmar su pareja con Santiago y continuar con sus tareas de ayuda social en el barrio del Tepito, barrio bravo de la capital mexicana. 
Pero su idílica vida apenas durará unas horas: la urgente situación de una niña la conmueve y la obliga a actuar, desafiando las leyes de la mafia de la trata de blancas y la distribución de droga al por menor. Se enfrentará así a una cruel abuela que solo busca en la niña el beneficio económico. 
La defensa de Florencia, esa niña, la llevará a buscar el apoyo incondicional de su amiga Alejandra. Pero la mafia a la que se enfrenta juega sus cartas de manera despiadada. 
Solo la ayuda de Santiago y otro agente serán su esperanza de recuperar a Florencia y evitar su trágico destino. 
La acción se torna rápida y sin cuartel y compromete la vida de Santiago y el romance que ambos construyeron. 
Salpicando la trama, la aparición de la madre de Santiago, que odia a Asunción y su familia, así como la arremetida legal de Esteban del Valle, pondrán el amor de la pareja aún más a prueba. 
Acción potente, escenarios y contextos novedosos, amor y pasión, son los ingredientes de esta novela, que continúa la historia desarrollada en la primer entregada de esta trilogía, Te confío mi vida.

domingo, 15 de mayo de 2016

RESEÑA REALIZADA POR CRISTINA PARDO. https://libreandoconcristinapardo.blogspot.com

DOMINGO, 15 DE MAYO DE 2016


Amigos, les inserto a continuación la reseña realizada por una mujer sensible y comprometida con su trabajo. En su blog pueden encontrar además muchas más opiniones y valoraciones, así como acceder a sus propios libros.


Libro de Isabella Abad - Te confío mi vida. Vol.1

ISABELLA ABAD - TE CONFÍO MI VIDA


SINOPSIS AUTORA
Asunción nunca imaginó la posición que heredaría al morir su abuelo. Alejada hacía años del mismo y del resto de la familia, hizo su propio camino en la capital mexicana. Golpeada por la trágica muerte de sus padres en manos de sicarios y por el descubrimiento de una connivencia de su familia con el cártel de la droga comandado por los hermanos Hidalgo, desea solo olvidar. 
Pero el destino le tiene preparado otra ruta. Como heredera de la orgullosa y antigua Santa Isabel, hacienda mexicana tequilera, deberá luchar por limpiar la imagen de esta y liquidar los vínculos con la mafia de la droga. Su propio tío se presenta como el escollo más importante a neutralizar. Frío y calculador, ha hecho del tráfico una de sus fuentes financieras fundamentales. No dudará en entregar a su propia sobrina a los criminales, de ser necesario. 
Lo que Asunción no sospechó es que además de pelear por su herencia y por su vida, encontrará el amor. 
Santiago ha sido nombrado albacea testamentario y protector de la joven. No se conocen, pero él ve la oportunidad de continuar su misión de captura de la familia Del Valle. Su tarea de guardaespaldas guarda su verdadera identidad, agente de la DEA estadounidense y miembro de una familia en franca oposición con los Del Valle. 
En el medio del conflicto y los atentados irán entre ellos surgiendo la pasión y el romance, bordeado por el suspenso constante. 
Paisajes maravillosos, narcotráfico, acción, protagonistas que no te dejarán indiferente son los condimentos de esta primera entrega de una trilogía que te hará vivir el romance.

COMENTARIO PERSONAL:
Lindo romance cautivador en un lugar hereditario de protección permanente por los peligros que conlleva la sucesión de un patrimonio familiar corrupto en fase de limpieza general por un corazón de belleza admirable. Una misión peligrosa de acción y peligros de estado oculto y deber primordial. Sucesos que no se olvidan y quedan grabados en la memoria. Mujer valiente que se enfrenta a todo por reparar el daño causado y no le teme al destino. Sorpresas inesperadas tras la pérdida de su abuelo que causan desasosiego y envidia ante la ambición desmedida. Un guardaespaldas enigmático de lo más atractivo con un cometido especial de conflicto y riesgo. Recuerdos agradables de la niñez que evocan nostalgia. Asumir el compromiso del legado por la memoria de su familia y demostrar que se podía confiar en ella. Recuperar el prestigio de la hacienda es prioridad en tan ardua tarea. Las actividades ilícitas siguen su curso en una operación clandestina. Recibir información y tomar decisiones para la buena marcha de la compañía es esencial y deberá resistir los obstáculos del camino. La diversión y los celos causan batalla y su querido protector la apasionaba. Sentimientos encontrados ante una conquista imposible de cometido personal. Un negocio manipulado que da problemas y realidades que se deben solucionar. No caer en la provocación y usar sus armas de mujer en su sensual relación de paz y amor. Un polvorín a punto de estallar en una trama encubierta de peligro inminente. El deseo arrebatador se apodera de la pareja y la honestidad será indispensable. Desarticular la banda de narcos es una operación de riesgo y la necesidad de apoyo es básica. Su amiga del alma de ayuda incondicional la acompaña en momentos difíciles. ¿Podrán declarar su amor de una vez por todas y disipar toda duda en un idilio de futuro esperanzador? Lectura atrayente de lo más entretenida y recomendable en una intriga familiar de acción y amenaza en una aventura peligrosa de ambiente natural con variedad de personajes de astucia ideal que envuelven la historia de forma fascinante. Autora de letras valerosas en temas sensibles de la sociedad que no te debes perder. TE CONFÍO MI VIDA.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Primeros capítulos

Uno

           Sentía que se ahogaba ahí dentro y si no alcanzaba el exterior iba a desmayarse.  Caminó a trompicones por la galería que conducía al jardín y cuando pudo recostarse en la arcada y aspirar el frío aire de la tardecita se sintió mejor.  La crisis que la angustia le provocó lentamente comenzó a desvanecerse.  Bordeó los primorosos canteros floridos siguiendo el camino empedrado. Al llegar a la fuente central, niña mimada del patio de la gran hacienda, se sentó y metió sus dedos en el agua fresca.  Trazó círculos como cuando niña y mojó su frente y sienes, en un intento por calmar su dolor.  
 Miró hacia la casa y la vio exactamente igual que hacía décadas: de estilo colonial y estirada sobre el espacio en forma de u,  su color carmín resplandecía contra el azul del cielo y el verde de la frondosa vegetación que la circundaba.  Santa Isabel, una de las más antiguas y majestuosas propiedades de Jalisco, a pocos kilómetros de Guadalajara y de Tequila.
Volver  a ella en sí mismo había sido removedor, pero la razón porque lo hacía potenciaba todos sus sentimientos.  Estaba como en trance desde que el abogado de la familia le comunicó la mala nueva.
–Su abuelo ha muerto­­-soltó con absoluta impersonalidad por el teléfono–. Los funerales se realizarán en Santa Isabel, la hacienda, tal como él lo dispuso.  Inmediatamente después procederemos a la lectura del testamento.
Su mente quedó prendida de la primera frase, no pudo procesar lo siguiente en el momento.  “Abuelo Ramón había fallecido, no podía ser”.  Si parecía que podía vencer todo lo que se le presentara, no existía escollo que pudiera detenerlo. ¿Un resfriado mal curado lo había derrotado? 
La incredulidad dio paso lentamente al dolor.  Por su muerte, por su ausencia y especialmente por no haber sido capaz de salvar la distancia que los había separado esos siete años.  La que ella misma había interpuesto a sus dieciocho al confrontarlo por la muerte de sus padres y por sus negocios ilícitos.
 Emociones contradictorias pugnaban en su corazón por ver la luz: dolor, tristeza, angustia, rabia.  Hacía horas que las contenía y batallaba con ellas, pero la reciente discusión con su tío Esteban habían provocado el estallido.  Este había sido fulgurante:   la primera emoción que dejó salir fue la furia.  Era lo más rápido y su tío se lo hizo bien fácil.  Su abuelo no hacía dos horas que estaba enterrado y el maldito reclamaba como buitre el pedazo de pastel que creía merecer.  No creyó llegar a contestarle de la manera que lo hizo, pero la indignación la ganó y luego su tristeza encontró un carril por donde circular.
– ¿No puedes esperar siquiera que el  cuerpo se enfríe?  ¿Debes abalanzarte sobre su legado en forma fulgurante?
–Debes tranquilizarte y entender que la vida sigue y que mi padre lo hubiera querido así–contestó sin inmutarse.
– ¿Es que nadie aquí tiene respeto por la muerte?– gritó mientras se daba vueltas y buscaba donde ir. Había sido un exabrupto fruto de la presión.  Varios de sus familiares no lo merecían y tal vez era ella la menos indicada para señalar a los demás.  Hacía mucho que había desterrado a su abuelo de su vida, con un dolor intenso, pero lo había hecho. 
Se recuperaba ahora sentada en el sitio que de niña había preferido porque era donde charlaba con su abuelo.  Los recuerdos se hicieron paso y la escena del pasado se  volvió nítida.  Siete años atrás fue la última vez que lo vio en persona y fue en medio de una discusión terrible.  Había descubierto la verdad que él le había ocultado por años, desde la muerte de sus padres.   Años preguntando insistentemente por ellos y tratando de rescatar de su memoria los sucesos de los que también había sido protagonista, habían chocado contra el muro  de silencio que su abuelo cerraba cada vez que inquiría.  Ella era muy pequeña, cinco años tenía cuando el accidente.
“Supuesto accidente”, se corrigió.  Su mente solo traía gritos, luces y destellos y había aceptado la versión oficial de la familia hasta que escuchó aquella conversación por casualidad.  Le apetecía leer y al pretender entrar a la biblioteca se detuvo al escuchar los murmullos.  La conversación entre su abuelo y Esteban era airada, mas ambos procuraban mantenerla en un tono bajo.  Iba a retirarse, no era poco frecuente que ambos discutieran, pero una frase la frenó y la incitó a permanecer.
– ¡Ya es suficiente, debemos ser cautos!  No necesitamos otro golpe del cártel, ¿no te bastó que asesinaran a Concepción y Mariano cuando se sintieron defraudados?
La frase la golpeó como un cerrado puñetazo y por un instante se negó a creer lo que escuchaba.  Gimió y su lamento fue escuchado por ambos hombres, que acudieron a su lado.  Su abuelo trató en vano de sostenerla y  ella se sentó en el piso tratando de respirar.  Cuando la crisis pasó una fría cólera la invadió.  Le habían mentido, por trece años habían pintado la escena trágica pero azarosa del accidente vehicular.  La verdad emergía por casualidad y si bien trataron de maquillarla nuevamente, se los impidió.  Persiguió a su abuelo y le obligó a contarle la verdad. 
Así supo que sus padres habían sido asesinados por sicarios, que los habían emboscado en la autopista que   periódicamente recorrían desde Guadalajara a Ciudad de México.  En moto y encapuchados, no habían dado tiempo a protegerse y habían acribillado a balazos a los ocupantes.  Solo por obra de Dios y el destino, le contó su abuelo, ella había sobrevivido. 
–Traté de criarte y protegerte de todo y todos desde entonces, mi pequeña– le dijo entonces– Temí por tu vida y no quise que ese episodio tan traumático te marcara.  ¡Por eso no te dije la verdad!
Sus palabras venían desde lejos, pero qué bien las recordaba.  Ella aceptó en primera instancia la explicación, mas al reflexionar sobre el diálogo recordó los términos “cártel” y “defraudados” y la conclusión no se hizo esperar.  Sus padres fueron asesinados porque un cártel de la droga se había sentido traicionado por su familia.  Los vínculos con la mafia se hicieron evidentes.  Al confrontar a su abuelo nunca lo confirmó y tampoco Esteban, pero estaba claro. 
No entendió entonces ni ahora la necesidad de su familia de involucrarse con lo peor del mundo.  Eran propietarios de la gran hacienda y se dedicaban a la producción de tequila desde hacía generaciones. Esto los posicionaba como una familia de abolengo y dinero.  Las inversiones en minas de oro y plata también habían sido realizadas en época de su bisabuelo y engordaban las cuentas bancarias de manera sostenida.  Solo la ambición desenfrenada y el gusto por la acumulación en si misma podrían justificar ensuciarse las manos de tal modo y exponer a la familia como lo habían hecho.  Gritó esto a su abuelo, recriminó y culpó.  Pero solo obtuvo silencio y negación.  Esto la desengañó aún más. 
Se fue y no volvió más.  Se instaló en la capital y vivió de lo que era puramente herencia de su padre: un apartamento pequeño aunque coqueto en el barrio residencial de Polanco y una exclusiva tienda de accesorios de lujo en plena Avenida Presidente Masaryk,  que vendía muy bien.  En ese mismo barrio, lugar de residencia de gente acomodada, su familia materna tenía varios apartamentos.  Sin embargo evitó todo contacto.  No le fue difícil, dado que su tío y primos la consideraban una traidora.  También era una buena forma de sacarse una espina que podía afectarlos en su herencia.
No lo habían logrado del todo, sin embargo.  Acá estaba, en una situación que no esperaba.  Estaba segura que su abuelo la había olvidado y quitado de su testamento y lo prefería así.  No le importaba lo legal, en ella primaban unos valores que debían ser parte de los Hernández, su familia paterna, porque los que había visto de los Del Valle no la identificaban. 
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando sintió un leve toque en el hombro.
– ¿Niña? ¿Estás bien, querida?
Quien así la inquiría era María, tal vez la mas antigua empleada de la hacienda, por lo menos que ella recordara.  Ver su rostro fue volver al pasado y a su niñez.  ¡La de veces que la había consolado, cada vez que se caía o algo no le salía bien!  En tantas oportunidades había acompañado su llanto, solo con su presencia.
– ¡María, mi vieja querida! ¡Cuánto te he extrañado!- dijo abrazándola.  Se sintió segura en ese refugio.
Ella le arregló el cabello y se sentaron, siempre abrazadas.
–Pero a ver, mi Asunción bella.  ¿Cuánto hace que no la veía? ¿Se  había olvidado de nosotros?-reprochó con cariño.
–Tú sabes que nunca lo haría, mi vieja.  Han sido años duros y mi enojo me impidió venir.  Lo hago en las peores circunstancias.
La mujer la miró y asintió en silencio.  Una lágrima se filtró por su mejilla y meneó la cabeza.
–Así es la vida nomás.  Menudo lío se viene ahora, niña. ¿Estás preparada para una batalla feroz?  Porque se viene una tormenta fea.  Las disposiciones de don Ramón van a levantar caos, lo sé bien.
–No me interesa nada que pueda haber dejado escrito o establecido.  He venido solo para despedirme.  ¡Y me repugna ver planear a los buitres!
–Asunción… Su abuelo puede haberse equivocado mucho, soy testigo que no fue el mejor de los hombres.  Pero el último período de su vida fue de penitencia y trató de redimirse.  El dolor que le causó la muerte de su Concepción, tu mamá, lo marcó.
–Algo tarde, ¿no crees?
–No es tarde nunca para el arrepentimiento.  Él trató de remendar un tanto los daños, aquellos que podía, claro.  Y su testamento es parte de eso, fui su testigo.  No le niegues su última voluntad, niña.
La miró con asombro.  Sabía que María tenía la confianza absoluta de su abuelo Ramón, mas no imaginó que tanto como para conocer sus más íntimos pensamientos.  Trató de averiguar un poco más pues la última expresión fue bien enigmática. 
– ¿Qué significa todo esto, María?  ¿Qué es lo que tengo que…?
–Lo sabrás enseguida–repuso ella mientras le acariciaba el cabello–Tu belleza es cada vez más plena, querida.  Este cabello tuyo sigue siendo tan sedoso como cuando te lo peinaba.  ¿Recuerdas tus quejas?
Claro que recordaba.  El peine de María siempre luchaba contra los rizos rebeldes de su larga y castaña cabellera. Asintió con una sonrisa.   
–Bien, querida.   Enjuaga esos ojitos azules tuyos y apresta tus oídos y corazón para lo que se viene.  Y tus bellas garras también, pues puede ser muy duro. No luches contra el destino.
Dicho esto se levantó y dándole un beso se retiró con presteza. 



Dos

A los pocos minutos se posicionó a su lado el abogado de la familia, pequeño hombrecito de traje a rayas y semblante de circunstancias que le pidió gentilmente ingresar para poder dar lectura a la última voluntad de su abuelo.  Con renuencia lo hizo y se encaminaron hacia la gran biblioteca de la hacienda, situada justo en el corazón de la casa. 
Era un despacho enorme rodeado de miles de ejemplares de todo tipo, autor y género.  Su abuelo y sus padres habían sido lectores voraces y ahora todo eso quedaba como una pesada carga para una familia que sin ser ella, era absolutamente prescindente de los libros.  “Ojalá estos quedaran en mi poder“, pensó.  Podría donarlos a los centros comunitarios y bibliotecas de varios barrios en los que trabajaba en el DF.  Lo único que le podía interesar, por cierto.
–Siéntate, Asunción–dijo Esteban–Entendemos tu congoja, todos nos sentimos así.  Pero es nuestro deber continuar y aceptar la responsabilidad que nuestro querido Ramón nos deja.
Sin contestar tomó asiento en uno de los sillones individuales que estaba un poco más separado del resto, justo al lado de un ventanal que le permitía ver la arboleda que rodeaba la casa.  Los demás se apiñaron en dos sillones de tres cuerpos junto a la gran mesa donde el notario tenía sus papeles ya ordenados. 
Uno por uno observó a sus parientes. Las dos hermanas de su abuelo, Estela y Mercedes,  se  ubicaron juntas.  Solteronas ambas, de profunda religiosidad y poco dadas a las expresiones de afecto, le recordaban físicamente a Ramón.  Los mismos ojos negros de largas pestañas, aunque ahora algo deslucidas por el tiempo, protagonistas de una mirada fría, de indiferencia ante los sucesos que no tuvieran que ver con ellas.  Tenían setenta ocho y ochenta, varios más que su abuelo, y como él su postura era compuesta, envarada.  No las conocía demasiado, más allá de las contadas oportunidades en que habían visitado la hacienda que había sido suya en la infancia.  Al ser Ramón el heredero varón había tomado Santa Isabel por asalto y ellas se habían sentido más cómodas en la ciudad.  Asunción sabía que vivían en su mismo barrio, pero jamás las había visto.
Sus primos Sara y Pedro, los hijos de Esteban.  “Afortunadamente el varón no heredó su nariz y su mirada helada” pensó “Pero Sara es tan similar.  Que belleza tan inquietante y que vacío tan enorme en su alma”.  Lo sabía bien.  La había sufrido cuando niña, sus hirientes frases y su mordaz expresión, siempre pronta a denostar a quien no estuviera a su altura.  “Nadie lo está, según ella”, reflexionó con sarcasmo.
El abogado aclaró su garganta con nerviosismo y solicitó la atención de todos.  Parado frente al gran escritorio, parecía deseoso de desaparecer.  Lo entendía, su familia y sobre todo Esteban podían ser temibles.  Se respiraba su desprecio elitista  por quienes no compartieran su posición social. 
–Bien, ahora que estamos todos los interesados, procederemos a leer el testamento de don Ramón Del Valle.  Tal cual él lo solicitó, lo hago apenas ha sido cristianamente sepultado.
–Adelante, abogado.  No posterguemos lo inevitable con cháchara inútil–expresó fríamente su tío.
“Despreciable, ruin” pensó Asunción.
–Por supuesto.  Bien, comienzo.  Les ruego no interrumpan hasta el final, ya que hay varias disposiciones, unas conectadas y complementadas por otras.  Les aclaro que don Ramón expresó ante mí sus deseos de cambiar su testamento anterior hace cuatro meses.  Dio sus nuevas directivas, las redactamos conjuntamente y yo le di forma y protocolo.  Luego se firmó con los testigos correspondientes y fue inscripto legalmente, tal como establece la ley.
Las caras de todos fueron de sorpresa e incredulidad.  Los miró divertida.  ¡Así que el testamento había cambiado y a todos los dejaba mudos!  Esto iba a ser notable.  Bien le había comentado María que las cosas iban a ponerse feas.  Mientras así pensaba vio pasar un hombre junto a la ventana.  No lo conocía y le llamó la atención su altura. Él apenas la miró, con indiferencia, pero sus ojos grises eran intensos.  Sacudió la cabeza y volvió su atención a la reunión.  El notario comenzó la lectura, una monótona sucesión de fechas, lugares y terminología legal que poco le interesaba.  Su mente siguió a medias las expresiones hasta que la parte más seria comenzó.
–… los activos de la empresa minera serán divididos en tres partes iguales entre mis hermanas Estela y Mercedes Del Valle, mi hijo Esteban y sus dos hijos. 
Vio la satisfacción en los sonrientes rostros y la mirada sardónica de su prima sobre ella.  Innecesaria, no le interesaba y esperaba eso.
–…los inmuebles ubicados en el Distrito Federal pasarán a manos de quienes los habitan en estos momentos, es decir...- la tranquilidad ganaba a la familia a medida que lo previsto se concretaba.  La tensión en el rostro de Esteban comenzó a desaparecer.
–…finalmente la posesión de la hacienda Santa Isabel, sus tierras anexas y las destinadas a la plantación de ágave, así como la fábrica de destilado y toda la red de distribución del tequila producido quedará a cargo de mi nieta Asunción Hernández Del Valle en forma exclusiva.  Esto deberá…
– ¡No puede ser!- estalló Esteban dando un salto en su asiento–Es la empresa madre de todas y el núcleo de la herencia.  Mi padre me la legaría a mí–. Prácticamente gritaba.
El notario se acomodó con cautela y respondió con firmeza.
–Así era en el anterior testamento, pero como decía esto cambió.
– ¡No puede haber estado en sus cabales!-exclamó Sara, con un profundo desprecio en su voz.
–No había persona más centrada que nuestro hermano–exclamó Mercedes fríamente, clavando sus ojos en Sara y el resto– Ramón fue toda su vida un hombre sensato y cauto.  E inteligente.  Y si estas son sus palabras finales, se han de respetar.  Guste o no–.  Su hermana asintió.
–Ten en cuenta que estuvo enfermo–señaló Esteban– pudo haber afectado su…
–El suscrito Ramón Del Valle estaba en sus cabales y así lo certifiqué.   Además tenemos un documento sellado y también inscripto en el cual se establece por parte del mejor psiquiatra del país la sanidad mental del testador.  Su abuelo lo quiso así.
Asunción estaba azorada.  No podía creer lo que había escuchado.  Miró a su alrededor… Su abuelo le había heredado Santa Isabel…  Sintió de pronto las miradas de todos sobre sí.  Vio rabia contenida en Esteban, furia y envidia en Sara, severidad en sus tías abuelas.  Esperaban que dijera algo… ¿Qué?
–Le preguntaba si usted acepta su herencia, señorita Asunción–se dirigió a ella el notario– Es imperioso saber su acuerdo o no con estas disposiciones.  Su abuelo no estaba seguro de su reacción y señaló circunstancias complementarias.
– ¿Cuáles? inquirió altivamente Sara.
–Solo se especificarán si su prima reniega de la herencia.
Se sintió presionada injustamente.  ¡Ni siquiera ahora su abuelo dejaba de meterse en su vida!  Y su familia, por Dios.  Ella no esperaba nada y no lo quería… “¿No lo quiero?” pensó. “Esto fue mi vida y la de mis padres.  Y si mi abuelo decidió esto es por algo.  María me lo anticipó.  Y vaya golpe sería para estos ambiciosos…”   De pronto se sintió decidida.  Claro que lo quería, ya le daría ella un uso adecuado y legal.  Esto sería un puente para su trabajo y sus obras sociales. 
–No reniego, claro que no.  Acepto lo que mi abuelo me hereda.
Sus palabras calaron hondo en todos y especialmente en Esteban, que la miró con fijeza aunque callado.
–Bien, señorita Asunción.  Hay una serie de condiciones.
– ¿Ahora que mas?
–Su abuelo consideró que los primeros cinco años usted debía ser acompañada y asesorada adecuadamente en lo financiero y personal.  Por ello nombró dos albaceas testamentarios: yo mismo y al señor Santiago López García, individuo de su extrema confianza.
– ¿Quién?-exclamó Asunción– ¿Quién es ese?
–Increíble– señaló Esteban– ¿Su guardaespaldas personal?  Si solo hace dos años que estaba a su servicio.
–Así lo dispuso su abuelo en total libertad de acción y pensamiento.
Asunción estaba estupefacta.  No tenía idea quien era ese, pero había otros asuntos más urgentes.  Y quería salir a caminar por la hacienda para pensar con calma.  Así que se incorporó y preguntó si su presencia era necesaria.  El abogado señaló que no y que los trámites legales se ejecutarían a partir del día siguiente.  Dicho esto se retiró y lo mismo hizo ella.  Escapaba de la obvia presión que su familia le haría, al menos por un lapso.
Caminó rápido y se internó en el sendero  trasero que llevaba al tupido bosque.  Estaba bastante conservado, seña que alguien más lo usaba en estos días.  En el pasado era su escondite predilecto, aquel al que acudía cuando sus sentimientos la oprimían, cuando se sentía acosada o  maltratada, o sola.  ¡Tantas veces se sintió así!  No bastaban las palabras de Ramón o los brazos de María para mitigar su dolor.  Allí se encontraba en paz y calma y podía pensar y despejarse.
Cuando llegó al claro del bosque que era “su lugar” y lo vio ocupado, sintió una invasión.  En el banco de piedra que su abuelo había hecho instalar para ella estaba sentado el hombre que había visto cruzar frente al ventanal.  Tenía los ojos cerrados y estaba en una extraña posición, digna de un contorsionista.  Sus brazos y piernas en tensión, claramente visibles a través de la fina tela de su vestimenta deportiva, pero su rostro esbozaba calma.  Su tez se veía curtida por el sol, la nariz era fina y algo ancha, su mandíbula fuerte y su boca era de labios gruesos.  Estaba a punto de retirarse en silencio luego de esta rápida inspección,  cuando su voz la detuvo.
–No se vaya, yo estoy terminando mis ejercicios– le indicó mientras recuperaba su posición vertical.  Esto le permitió ver nuevamente cuan alto era, tal vez alcanzaba más del metro noventa. 
–No quise molestarlo, no pensé que hubiera nadie aquí…  No quiero ser descortés pero, ¿puedo saber quién es usted?
Él movió su rubia cabellera y hundió en ella sus ojos claros.  Nunca había visto un gris tan nítido.  Bueno, no era cierto.  Su amiguita Guadalupe, aquella nena que murió en el mismo atentando que sus padres, los tenía parecidos.  Su ánimo decayó cuando recordó este hecho.  Siempre le sucedía.  Su invitación a la hacienda para no estar sola y poder jugar había segado la vida de su pequeña compañera.  Sin tener nada que ver, solo por estar en el lugar y el momento equivocado.  La voz del hombre la trajo de nuevo a la realidad.
– ¿Se siente bien?... sus ojos la escrutaban.  Ante su asentimiento se adelantó y tendió la mano– Santiago López a su servicio.  Le presento mis condolencias, señorita.  Yo estuve al servicio de su abuelo y lo asistí en sus últimos momentos.  Créame que sus palabras finales fueron sobre usted.  La quería mucho.
Las palabras de este desconocido hablándole de su abuelo le llegaron a lo más hondo y tuvo que sentarse.  Ahí estaba otra vez esa inevitable e irreparable sensación de pérdida.



Tres

Santiago observó a Asunción mientras esta se sentaba y trataba de contener algunas lágrimas que caían.  Era la única de la familia a la que había visto llorar por su abuelo.  Todos los demás habían llegado compuestos, contenidos, indiferentes, interesados.  Ella no.  La había observado en el jardín un rato antes.  Se notaba su desazón.  Él estaba por los alrededores haciendo lo de siempre y lo que la rutina marcaba, aún cuando su protegido ya no estaba.  Por eso pudo apreciar las escenas desde otro ángulo.
Que la familia era peculiar lo conocía por Ramón y lo comprobaba ahora.  Buenos pájaros eran Esteban y sus hijos.  Una belleza infartarte la de Sara y lo sabía ella bien.  Sus ropas caras y sus perfumes embriagantes ya se habían acercado a él no bien lo descubrió.  Destilaba sexualidad y no tenía pudor de ningún tipo.  Una mujer acostumbrada a hacer su voluntad y caprichos.  Iba a tener que andar con cuidado con ella.  Ese tipo de féminas odiaba que les dieran calabazas y podía conspirar contra su objetivo. 
Pedro parecía bastante más amable e inocuo pero nunca se sabía.  Difícil descifrar que pensaba.  Esteban era otro cantar.  Un hombre acostumbrado a mandar y que no tenía prurito ninguno.  Su ambición era desmedida y aspiraba a ser la cabeza de la familia.  Del imperio visible y del invisible, ese que no podía blanquearse.
Asunción era bella, pero de una manera distinta a Sara.  Menos espectacular, más natural, menos consciente de serlo o al menos sin hacer alarde de ello.  La había apreciado bien  en la ceremonia fúnebre, en el jardín y ahora mismo.  Estatura promedio, cabellera larga y del color de las castañas, ojos azules, y unas piernas y caderas dignas de un concurso de belleza.  Su rostro era expresivo, podía leer en él las emociones que la embargaban.  Y estas eran amargas en este momento.  Sintió que estaba siendo invasivo y emprendió la retirada.
–Espere–le dijo ella rompiendo su pensamiento–Usted dice que estuvo con mi abuelo al morir.  ¿Cómo fue?
–Pacífico, en calma.  Orando y pidiendo perdón por sus pecados.
–Qué fueron muchos–reflexionó amargamente para ella.
–Tal vez no tantos como usted cree y lo importante es arrepentirse y tratar de enmendarlos–le señaló con cierta aspereza.
Ella lo miró con extrañeza.
–Parece haberlo conocido bien. Tanto para que lo nombrara uno de mis albaceas testamentarios.
La sorpresa que sintió fue grande.  Estaba haciendo planes para que su estadía pudiera prolongarse de manera natural ahora que no tenía a quien proteger y este dato era fundamental.  Le allanaba la tarea que venía desempeñando.
– ¿Albacea yo?  ¿De qué o quién?  No entiendo mucho de términos legales.
–Supongo que se lo explicarán luego.  Y a mí…
–Bien, señorita, con su permiso la dejo en paz.
Se retiró sin esperar su respuesta.  Las novedades lo habían impactado y le daban mayor margen de acción si entendía bien la condición de albacea.  Debía averiguar mejor con el abogado y luego comunicarse con su contacto.  Las órdenes que le habían trasmitido desde México DF pero que venían de la sede en Virginia eran retirarse, ya que el principal objetivo estaba muerto.  Pero él se negaba, estaba tan cerca de destapar la olla que se cocía en esta zona de México y que involucraba a los Del Valle.  Que Ramón lo hubiera mencionado en su testamento le daba oportunidad de continuar con una identidad más que creíble. 
Se sintió entusiasmado.  Sus misiones anteriores como agente encubierto de la DEA habían sido exitosas y  riesgosas.  Le gustaba estar siempre al límite y sobre todo desactivar los centros inmundos de producción y tráfico de drogas.  Estas eran el origen de todos los problemas que tenía su país: cártel, sicariato, muertes y secuestros.  Los jefes de la droga paseaban su deshonor como si fueran grandes señores y la mayoría de la población sufría las consecuencias de la violencia que generaban.
Le repugnaban en especial los hombres como Ramón y Esteban Del Valle que siendo ricos por herencia y por acciones lícitas se involucraban en la corrupción y alimentaban la máquina ilegal por pura ambición.  Aunque su visión de Ramón Del Valle fue cambiando a medida que lo conoció y se acercó más a él y su pensamiento.  Llegó a la conclusión que había sido arrastrado y se dejó llevar por el empuje de su hijo, y sufrió por ello la muerte de su hija y el desprecio de su nieta Asunción.  Esto lo había golpeado y fomentado su arrepentimiento.  Fue testigo de su lucha por desvincularse del cartel de los Hidalgo, sin éxito.  Se convirtió en cierta forma en su confidente, sin saber que era un agente.  Su muerte un tanto repentina lo sorprendió y pensó que daba el golpe de gracia a su misión.  Sabía que Esteban iba a prescindir de él pues tenía sus propios guardias y no confiaba en nadie.
Por ello la novedad era tan importante.  Podría seguir abocado a descalabrar la organización desde adentro.  Entre todas las que sabía existían y había contribuido a descubrir y destruir, esta era la que más le importaba y tocaba. 
Al alcanzar la casa principal fue requerido por el abogado que le informó con pelos y señales su condición y su misión, que sería además remunerada.  Los detalles serían establecidos y legalizados el día siguiente, por lo cual fue citado a Guadalajara.  Asintió y dijo poco.  Al dejar el despacho se topó con Esteban que lo miró torvamente.
–Te las has arreglado para seguir, no imagino que historia le habrás contado a mi padre para que te diera una tarea tal.
Lo miró con total tranquilidad y encogió los hombros.
–Me acabo de enterar.  Protegí bien a Ramón y tal vez pensó que haría igual con su nieta.
–No lo protegiste tan bien, está muerto.
–No puedo con las causas naturales.  Soy guardaespaldas, no mago. 
Si bien la conversación pareció algo infantil, algo en él se sintió preocupado.  Ramón había muerto inesperadamente, a causa aparentemente de un resfrío.  Fue extraño, en cierta forma.  ¿Esteban sugería otra cosa? ¿O estaba siendo demasiado desconfiado?  Sacudió esto de su mente y trató de focalizarse en el presente.  Su tarea implicaba proteger a Asunción Hernández Del Valle, que acababa de convertirse en la única heredera de la hacienda y todo el imperio tequilero de la familia. 
Probablemente ella no sabía que esa herencia traía asociada una larga conexión con los jefes del narcotráfico de la zona, especialmente con el cartel de los Hidalgo, José y Jorge.  En el corazón de la coqueta hacienda solían aterrizar vuelos nocturnos provenientes del sur de América cargados de mercadería, que era recibida y vuelta a embarcar hacia los Estados Unidos.  Y también sabía que se colaboraba con la producción de anfetaminas.  Había escuchado conversaciones y observado alguna de estas actividades, pero nada tan importante que permitiera desarticular la banda y encarcelar a los peces gordos. 
Él sabía que Ramón quería terminar estos lazos sobre el final de su vida y que dejar todo en manos de Esteban era prolongar y ampliar la conexión narco.  La decisión de heredarle a Asunción implicaba romper vínculos… ¿Pero fue consciente de la peligrosa situación a la que expuso a su nieta? Factiblemente no.  O tal vez si, y por ello su nombramiento.  ¿Tanto llegó a confiar en él?  Así parecía.
Llegó a la gran cocina y se aprestó a prepararse la cena.  La mayoría del personal ya había comido hacía buen rato y si bien él solía acompañarlos, la ansiedad hoy se lo había impedido.  Estaba en la tarea de ver que había quedado cuando María lo encontró.
–Aquí estás, te extrañamos.  Tengo algo de comida preparada… Toma, aquí está.  Sabía que tarde o temprano ibas a sentirte con hambre.  No has dejado de circular por el lugar.
Sonrió y aceptó el alimento.  Se sentaron a la mesa y mientras engullía sentía la mirada de la mujer sobre si.
– ¿Qué quieres, María?  No disimulas nada, viejita.
–No seas impertinente conmigo, jovencito Esto a pesar que él tenía treinta–Menuda tarea te ha dejado Ramón.  No la esperabas, ¿verdad?
–No, pero confieso que me tranquiliza saber que aún tengo empleo.  Cuidar a esa niña no debe ser tan complejo.
–Escúchame bien, jovencito– puso su cara muy cerca y con absoluta seriedad le ordenó–Vas a cuidar la vida de mi niña como si fuera lo más sagrado que tienes.  Ramón le ha dejado un hierro candente y ella lo va a asumir sin saberlo con certeza.
–María…
–Tú debes jurar que protegerás a mi Asunción como si de tu hermana se tratara.  No creas que se poco de ti, yo sé todo lo tuyo y no me importa, por el contrario.  Pero tu vida responde por la de ella, ¿me entiendes?
Santiago se sintió abrumado y preocupado.  No veía esto como amenaza, se percataba bien que lo que propiciaba este apasionado discurso era el amor incondicional que María sentía por Asunción y por Ramón.  Pero la alusión acerca de que sabía de él lo puso en alerta.
– ¿Lo que sabes, quien más lo conoce?
–Solo yo y Ramón, que en paz descanse.  No te nombró por un capricho, eras su mejor opción.  Ahora come. Necesitas toda la energía para afrontar lo que viene.
Esta revelación fue absolutamente inesperada.  Creyó haber engañado al viejo y este lo sabía todo.  Si no falló en su tarea fue porque él no lo quiso así.  Esto reafirmó la idea que tenía sobre el arrepentimiento al final de su vida.  Continuó comiendo mientras estas ideas danzaban en su cabeza.  La siguiente mañana implicaría otras novedades y descansar era fundamental.  Su misión cambiaba de instrumento.  Resultaba raro pensar en las personas de esta forma, mas para él aquellos que podían conducirlo al éxito en  un objetivo eran eso, herramientas.  Así como Ramón del Valle había sido su vínculo con el cartel de los Hidalgo, ahora lo sería Asunción. 
Esperaba poder lidiar con ella con la misma entereza y frialdad con que lo hacía siempre.  Le preocupaba en particular que ella era más una víctima que una activa participante en la red delictiva que su familia integraba.  Tendría que ver cuál iba a ser su actitud y qué decisiones tomaría de ahí en más en relación a eso.  Iba a estar en el centro mismo del conflicto.  Esteban no querría perder poder, los Hidalgo presionarían para seguir usando Santa Isabel y sus redes “a piacere”.  Sumarse sería lo más fácil para ella y lo menos peligroso.  En su fuero interno esperaba que no lo  hiciera, que la imagen que comenzaba a formarse de ella fuera real.
De negarse a continuar con los negociados de los narco, arremeterían en su contra desde todos los ángulos posibles.  Él debería actuar para protegerla sin arriesgar su misión.  Eso era sin duda lo que Ramón esperaba, y este conocía a su nieta muy bien. Complicado panorama se le avecinaba.  Pero no quería estar en otro lado que este. 



viernes, 29 de abril de 2016

Primeros capítulos Corazones migrantes 2

Uno
Usem cerró con lentitud el ordenador mientras organizaba sus ideas.  El negocio prosperaba y le satisfacía comprobar una vez más lo útil que resultaban Internet y las redes sociales para concretar sus actividades. Cuando comenzó este proyecto hace ya varios años tenía la esperanza que funcionara, pero la evolución había sido mucho más amplia y rápida de lo que hubiera soñado.
 Luego de algunos años de trabajar en la empresa financiera que le había dado la oportunidad de afincarse nuevamente en Madrid se sintió con las energías y la confianza suficiente para dedicarse full time a su trabajo free lance como creador de páginas web y traductor en línea.  El salto había sido gradual, no se dedicó a él hasta que pudo hacerse de una clientela amplia y perfeccionarse en el área.  Los años en el desierto habían hecho que se quedara un tanto atrás en el manejo de la tecnología, pero pudo ponerse al corriente rápidamente.  Lo bueno era que trabajaba desde su casa y él establecía sus horarios.  Pero  era sumamente exigente y perfeccionista, lo que hacía que buena parte del día lo dedicara a su computadora.
Miró por la ventana del living al sentir las risas y gritos y no pudo más que sonreír.  Victoria parecía una niña más, jugando y corriendo por el jardín, huyendo de su pequeña niña que empuñaba la manguera de agua como si fuera un fusil.  Se levantó y se acercó al ventanal. 
¡Qué felices eran y cuánto lo habían sido estos quince años!  Habían transcurrido como el viento, pero cuántas satisfacciones.  Luego de años de dolor y desarraigo, Europa y Victoria habían sido bálsamos para su vida. Solo mirar a la pequeña Eva que corría ágil con sus siete añitos lo emocionaba.  Su nacimiento no había estado exento de dificultades, mas los habían sorteado con valentía, esfuerzo físico y económico, y con una paciencia infinita. 
Nunca imaginaron que tendrían problemas para concebir, pero el tiempo transcurrido sin que se concretara la ansiada llegada los hizo sospechar.  Luego de varios años de intentarlo por su cuenta sin éxito, se rindieron a la inevitable realidad. La medicina debería obrar lo que la naturaleza se obstinaba en negar. Consultas, exámenes interminables, años de tratamiento de fertilización habían obrado el milagro.  No había sido poco reto para Victoria soportar cada uno de los escollos que se le presentaron, pero ahí estaba su bella niña.  Bella, valiente, alegre.   Pensar en lo difícil que fue para su mujer todo el proceso y lo estoico de su comportamiento para  atravesarlo sin una queja lo hizo emocionar. 
Elegía a esta mujer una y mil veces, la amaba de una forma que  a veces le dolía.
El llamado estridente de su hija aterrizó estas ideas.  Con su carita contra el vidrio le exigía a gritos que se uniera a la fiesta de agua.  Sonrió y a la carrera pasó ante ella, tratando de huir sin éxito.  Varios minutos estuvieron en este menester hasta que agotados y risueños se tiraron en el césped, mojados de los pies a la cabeza.
–Papi, papi, te ayudo a levantarte–le ofreció la nena haciendo fuerza en vano para incorporarlo– ¡Qué gordito te has puesto!
Esto precipitó las carcajadas de Victoria, que trató de ayudar en la tarea.
–La verdad es que tienes razón chiquita,  este perezoso está comiendo mucho.  Vamos a tener que cortarle los víveres
Sonrió y no pudo más que asentir.  Los años habían agregado algunos kilos a su atlética figura, que trataba de mantener activa con caminatas y aeróbicos.  Su trabajo era muy sedentario y era menester obligarse a salir a hacer ejercicio. 
Su mujer sin embargo conservaba su atractiva figura intacta.  Algunas hebras de plata aquí y allá en su cabello castaño, alguna fina línea surcando su rostro, sus ojos verdes aún brillantes y expresivos.  Despertaba en él todos sus sentidos tal y como las primeras veces que la amó,  a pesar de los años transcurridos.  Estos no habían hecho sino confirmar que eran el uno para el otro, dos mitades que el destino había unido y que ellos habían sellado.  No había sido poco trayecto el que tuvieron que recorrer para reencontrarse.
El recuerdo de aquellos años trajo a Usem cierto sabor amargo.  Su mente aún jugaba de tanto en tanto con las posibilidades de que todo hubiera salido mal.  A punto habían estado de morir, él y Titrit.  De hecho así había sido para Dassim.  Rezó brevemente por ella, como cada vez que la recordaba.  Había sido una buena compañera y la tragedia se había cebado en ella.  Pero del dolor había emergido una vida nueva.
–Estás muy pensativo hoy, cariño.  ¿Las memorias te envuelven otra vez?
–Sí, y como cada vez que pasa, me recuerdan lo feliz que soy hoy.  Estoy completo, no podría pedirle más a la vida.
–Sin duda.  ¡Pero la hemos luchado, amor!  Cada vez me convenzo más que la vida es un poquito destino y mucha búsqueda y trabajo.    Vale la pena.  ¡Mira qué divina está nuestra niña!
–Crece y crece a un ritmo que me asusta.  La quisiera disfrutar más.
–No te pongas nostálgico, no podrías compartir más con ella…  Cambiando de tema, ¿llega hoy Titrit?
–Sí, y estaba exultante por el teléfono.  Parece que logró su objetivo, va a poder cursar su posgrado en La Sorbona. 
–¡Qué maravilla, esta chica no para de estudiar!  Paris ha sido su sueño desde hace varios años.
Así era Titrit, no cejaba en sus sueños y los perseguía hasta que los alcanzaba, para forjarse otros inmediatamente. La persistencia y la mente positiva eran dos de las cualidades que la adornaban, pensó, así como su sensibilidad y talento para el arte.  Había crecido fuerte y sana a pesar de los  golpes de sus primeros años, que habían sido rudos.
Victoria había podido  cumplir el rol de madre con ella con un cariño a prueba de todo, sin intentar invadir el recuerdo natural de la verdadera.  Él mismo había tratado de mantener viva la imagen de Dassim, que era lógico que los años desdibujaran.  Le debía eso a ambas. 
Titrit había crecido resguardada por el amor de una familia formada y por la memoria de una madre que el destino le había escatimado pero que se mantenía viva como una llama en su corazón. Esto la había fortalecido y le permitió sortear la difícil inserción en un mundo tan distinto al que había sido el suyo los primeros años. La vida tuareg, aún a pesar de que el clan se asentó, había calado hondo en ella y las sucesivas mudanzas y peligros corridos fueron su realidad los primeros cinco años de vida.  Europa había sido el refugio y debió acostumbrarse a nuevas formas de vivir y convivir, de relacionarse. 
Los primeros años en los colegios habían sido una dura prueba, no por los conocimientos académicos sino por los vínculos.  En varias oportunidades había  soportado burlas y desdén de parte de aquellos que solo veían en ella una inmigrante africana.  Pero su natural encanto y don de gentes le habían ganado el respeto y cariño de la mayoría, lo que desbalanceaban el proceso a su favor.  Su inteligencia y espíritu práctico, además de la contención familiar, habían doblegado los momentos de amargo llanto por no sentirse aceptada.
Y ahora era una hermosa joven de veinte años que se aprestaba a mudarse para seguir perfeccionándose.  Suspiró.  Hasta ese entonces habían estado siempre muy cerca, incluso sus estudios terciaros en la Complutense de Madrid no la habían alejado.  Pero ahora quería volar un poco más lejos y era comprensible. 



Dos.

Victoria terminó de ayudar a Eva a cambiarse la ropa empapada por el juego y se aprontó para irse a trabajar.  Mientras abotonaba su uniforme pensó en las tareas de la jornada y las ordenó mentalmente.  Le gustaba hacerlo para ganar tiempos, de no ser así algo siempre le faltaba al final del día.
Al ingresar Usem al dormitorio lo miró con placer.  Era aún muy guapo, sus músculos todavía bien marcados y su morena piel reluciente.  Se le acercó y hundió su mano en el ensortijado cabello que  conservaba todo su vigor.  Sentándose en su falda lo abrazó y besó con pasión.  El respondió con urgencia y pronto estaban uno sobre el otro vencidos por el deseo que siempre que se acercaban los envolvía.  Hicieron el amor con premura y ardor, disfrutándose en cada caricia y de cada beso. 
Recomponiendo su uniforme se incorporó mientras él la miraba recostado sobre su brazo. 
–Olvidé contarte que hoy recibí comunicación de Biram.  Te manda sus saludos.  Tiene pensado venir a visitarnos ya que está en Madrid por unos días.
El pequeño niño que ella había socorrido hace tantos años había crecido para convertirse en un joven independiente, que había estudiado sin cesar y cuyas excelentes calificaciones le habían permitido acceder nada menos que a Oxford, en Inglaterra. 
–Su madre debe estar muy orgullosa, los logros son asombrosos–agregó Usem con admiración. 
Así era, sin dudas.  Amina apenas podía creer que su pequeño hijo hubiera sorteado todos los escollos que se le habían presentado y estuviera hoy en una de las universidades más selectas del mundo.  Cuando salieron de Burkina Faso y cruzaron el Mediterráneo en una experiencia escalofriante, que le costó la vida a su esposo, la esperanza la guiaba.  Pero la vida había sido buena con ella, decía, la vida y la ayuda invalorable de Victoria habían obrado el milagro.
–Amina está feliz y espera que sus otros hijos puedan ser tan exitosos como él.  Kalé ha tenido algunos problemas para estudiar, es más proclive al deporte y su pasión es la mecánica.  La pequeña Safi ya es una adolescente y estudia también.
–¿Has pensado como tu presencia fue milagrosa para ellos y para nosotros, amor?  Dos familias inmigrantes salvadas por tu toque mágico.
–¡Qué tonterías dices!  He sido bendecida y he podido colaborar para que personas maravillosas se pudieran desarrollar, solo eso.
Era así, ni más ni menos.  Sólo un pequeño empujón, para que los demás hicieran algo productivo con sus vidas.  Podrían haber desaprovechado la ayuda, como hacían tantos.  Y no fue así, ahí estaban todos, consolidados e integrados a la sociedad.
–Vuelvo tarde hoy, tengo turno largo.  No olvides hacer las compras para una buena cena de festejo con Titrit.  Lleva a Eva que te asesore, que está hecha una pequeña ama de casa.
Él le sonrió y asintió.  Esperaba que no se olvidara de nada, la buena memoria no estaba entre sus cualidades últimamente.  Suspiró pensando en la larga jornada que tenía por delante.
Las horas transcurrieron tan rápido que apenas pudo percatarse de las mismas, tan   ocupada estuvo en la emergencia de la clínica.  Había conseguido este trabajo hacía ya varios años y le gustaba la adrenalina que suponía estar siempre atenta a la llegada de vidas para recomponer y salvar.  La entristecía cuando esto no era posible pero la empujaba a dar lo mejor de sí.
Finalizada la jornada retornó a la casa expectante de novedades.  Al descender del vehículo miró con placer la vivienda.  Años de trabajo duro habían permitido un buen pasar económico, que se trasuntaba en esa cómoda y elegante casa en la que habían construido su hogar.  El amplio jardín albergaba espacios de disfrute y una piscina que hacía las delicias de todos.  Era cómoda sin ser ostentosa.  La decoración era producto del gusto ecléctico de sus dueños, y estaba plagada de objetos que recordaban su paso por África y avivaban las memorias de sus dos tuareg.
Al ingresar por la puerta lateral ya sintió el delicioso aroma que venía desde la cocina.  Usem estaba cocinando carne y el festival  colorido para la vista que representaban las distintas ensaladas le recordó que hacía horas no ingería bocado.
Se recostó en el vano de la puerta y observó la escena.  Usem, Titrit y Eva decoraban un enorme pastel de chocolate con concentración y risas.
–Esta vez sí que los atrapé con las manos en el pastel–les dijo riendo.
–Vicky, hola–corrió Titrit hacia ella para abrazarla con ternura.
 Siempre la emocionaba el amor que le demostraba, que era el mismo que ella sentía.  Habían sido compañeras y compinches desde que la conoció, y habían atravesado juntas varias tormentas.  Esto no había hecho más que unirlas y potenciar su vínculo.  Ella se sentía su madre, aunque respetaba el lugar de Dassim en la memoria de Titrit.
La separó y le estampó un beso en la frente.
–Estás hermosa, ese vestido te sienta de maravillas.
De veras que era así.  Era una hermosa veinteañera y sus 1,70 de altura no hacían sino dar prestancia a su figura.  Sus ojos eran de un verde límpido, parecidos a los de su padre, pero la tez cetrina y el cabello ensortijado y negro como ala de cuervo eran legados de su madre, sin duda alguna.
–Gracias, Vicky.  Pero acá la más linda es mi bella hermanita– y corrió a la niña alrededor de la mesada central, para placer de Eva que chillaba y gritaba escondiéndose detrás de sus padres.
La relación entre ambas era maravillosa y lo había sido siempre.  Titrit no había sido nunca celosa de la pequeña, como hubiera sido natural.  La aceptó con amor desde el comienzo, transformándose en una pequeña cuidadora que se preocupaba por cualquier raspón o llanto. 
–Vamos, vamos, chicas, tranquilidad– pidió Usem– A la mesa que la mamá está famélica por lo que me dicen esas manos que no dejan de meterse en los platos. 
Se sentaron y dieron buena cuenta del festín.  Mientras se fueron poniendo al  día con las novedades que Titrit tenía para ellos.
–¡¡Voy a La Sorbona, no lo puedo creer!!  Me aceptaron y voy a poder hacer el posgrado en Ciencias Políticas que tanto quiero. 
–Bastante que trabajaste para ello, te lo mereces– le dijo– Felicitaciones, sabes que nos alegra tanto como a ti.  Aunque te vamos a extrañar.
–¿Te vas a ir Tit?–le preguntó Eva.  Era la forma cariñosa como la nombraba desde pequeña.
–Si mi reina, voy a París.  Pero no te inquietes, está cerca y voy a visitarlos muy seguido.
–Te vamos a extrañar, ya lo hago–musitó Usem.
–Vamos, papi, no te me pongas tristón que estoy a un tirón.  Y sabes que es mi sueño.
–Lo sabe, claro, y le encanta.  Solo que está viejito y se pone melancólico.
Todos rieron.  La cena se extendió por un rato y luego siguieron charlando en el living, hasta que Eva se quedó dormida en brazos de Usem.



Tres

Titrit demoró en acostarse.  Todavía estaba excitada por la novedad y todo lo que había visto en París.  Este había sido su sueño desde los diez años, cuando en el colegio estudió Francia y sus bellezas.  El arte siempre había sido su debilidad y si bien España estaba plagada de obras de todo tipo, la palabra París siempre había sido mágica para ella.
  El vínculo que la universidad madrileña tenía con su par parisina no hizo más que crecer la semilla del interés en ella.  Una vez que terminó sus estudios de grado en Ciencia Política decidió aplicar para un posgrado y aquí estaba. Objetivo cumplido.
Abrió su ordenador y se puso en contacto con sus amistades para contarles las noticias y enterarse de los últimos chismes.  Enseguida se organizó salida de festejo para la próxima jornada.
Con calma se desvistió e ingresó a la ducha para darse un largo y placentero baño.  Mientras se enjabonada con fuerza sonreía ante el cariz que su vida iba tomando.  Sentía que tenía las riendas en su mano y que todo era posible.
Nada de esto hubiera ocurrido si su familia no la hubiera acompañado incondicionalmente, pensó también.  Su padre había estado ahí en cada uno de los instantes que lo había necesitado, había sido y sería siempre así.  A veces la había molestado esa presencia constante, especialmente en sus pequeñas rebeliones de la adolescencia, pero sabía que tenía que ver con los confusos episodios que habían vivido juntos los primeros años de su vida.
Y cuando no podía acudir a él porque los temas lo sobrepasaban o la emoción lo embargaba y le impedía hablar, Victoria había sido un puntal excepcional.  Su padre tenía aún asuntos inconclusos con el pasado, pensaba, sabía que le dolía la forma que su madre había muerto y se culpaba.  Esto lo había presentido desde chica y Victoria lo había reafirmado, aunque el tiempo había moderado el dolor.
Ella misma sentía nostalgia al pensar en su madre, pero sobre todo la recordaba con cariño.  Era muy pequeña cuando murió, pero sin embargo aún conservaba en la memoria el olor de su cabello y el brillo de sus ojos. 
Del viaje trágico se le presentaban a veces algunas imágenes, pero había reconstruido la escena por el relato de su padre, lo que le había podido arrancar ya que era reacio a hablar del tema.  Entendía ahora que habían sido momentos durísimos para él y sabía que había siempre antepuesto su seguridad antes que la de él. 
Vicky había sido una madre para ella, ayudando, potenciando, poniendo los límites cuando era necesario.  Nunca había pensado en ella como una intrusa y le agradecía su amor.  Había hecho posible que ella mirara hacia adelante y  también hacia atrás sin miedos.  La admiraba y sabía que el amor que sentía hacia su padre era incondicional.  La pequeña Eva, esa adorada traviesa, era el resultado de la dura lucha por ser madre y la admiraba.
Se acostó y aún sin sueño se puso a diseñar sus próximos pasos.  Tenía un tiempo antes de empezar sus estudios y los quería dedicar a tareas de voluntariado.  Su constante preocupación por los asuntos de política internacional iba de la mano de su historia de vida. 
Sabía el impacto enorme que causaba en individuos y colectivos las luchas intestinas e internacionales con las que grupos y países asolaban al planeta.  Esto la indignaba, ansiaba ser protagonista en una nueva forma de hacer política y consideraba que actuar sobre las desigualdades e injusticias era una forma de empezar.  La situación de los emigrados y las razones de la misma la desvelaban.  Ella había tenido suerte, ¿pero cuántos niños  y familias destrozadas intentaban llegar a las costas europeas desde el continente africano?  Quería empaparse de la realidad y para ello se había ofrecido como voluntaria por unos meses para trabajar en una organización que se dedicaba al rescate de inmigrantes.  Tenía formación en primeros auxilios, pero creía que sus conocimientos de idiomas e informática podrían ser de alguna utilidad en alguna parte de la cadena de ayuda que era necesaria para socorrer a las víctimas.
No se le escapaba que su padre no iba a estar contento con esto.  Le gustaba que ella fuera solidaria y ayudara, pero lo desvelaba que sufriera. 
“En ese sentido es algo inmaduro”  pensaba.  Ella ya era una mujer e indefectiblemente iba a gozar y sufrir lejos de él.  “Mañana le contaré”, pensó y quedó dormida casi al instante. 
Al despertar la mañana siguiente se aprontó para desayunar en familia.  Era fin de semana y esto era casi un ritual.
Sin embargo al bajar encontró solo a su padre tomando un café mientras hojeaba el periódico.  Como siempre metido en las columnas de finanzas y tecnología, sus favoritas.
–¿Cómo va ese trabajo, papi? 
El plegó el diario y la miró sonriente.
–Sin grandes sobresaltos, por suerte.  La competencia es grande pero eso es bueno.  Me hace estar alerta.
–¿Qué demoran hoy las chicas?
–Están acicalándose. ¿Puedes creer que Eva quiere que le hagan un peinado de revista?  Esta chica me va a dar dolores de cabeza, es una coqueta.
–Es un dulce adorable… Sabes que aprovechando que estamos solos te quería contar algo   que anoche no pude.  Estos meses que voy a estar sin estudiar me he planteado trabajar en algo…
–Me parece bien, haces experiencia y algún dinerillo.
–En realidad sería un trabajo voluntario–avanzó despacio con la noticia.– Trabajo de campo ayudando con papeleo y trámites…  Me ofrecí para trabajar con Cruz Roja en sus ayudas en el Mediterráneo.
Su padre la miró con presteza y en silencio varios segundos.  Suspiró.
–Tantas tareas voluntarias hay y justo se te ocurre esta…
–Sabes que me preocupa y me interesa.  Tiene que ver con nuestra historia también.  Es como devolver algo de lo que recibimos, ¡lo sabes papá!
Lo vio retorcer la mirada y hacer la mueca de disgusto característica con la comisura de sus labios.  Podía leer su rostro con toda claridad.  Estaba molesto.
–Lo voy a hacer papá.  Sé que no te gusta pero es mi decisión.
El demoró en responder.   Estaba elaborando su respuesta, le costaba ser directo y expresar sus sentimientos, casi siempre  era Victoria la que lograba traducir sus emociones.
–Yo respeto lo que decidas. Me preocupa que te involucres demasiado, solo eso.
–No quiero que te preocupes, no es nada del otro mundo.  Solo un poco de ayuda, nada más.
La llegada de Victoria y Eva interrumpió la charla, mas ella la retomó contando a la primera su decisión.  Confiaba la apoyaría, pues sabía que había sido voluntaria y siempre tenía una actitud de ayuda a los que veía en peor situación.
–¡Te apoyo ciento por ciento!– le dijo–  Va a ser una experiencia enriquecedora y te va a poner en contacto con tus sentimientos más recónditos.  Ten presente sin embargo que vas a ver historias desgarradoras y a veces no vas a poder hacer nada.  Vas a tener que lidiar con esa sensación.
–Lo sé.
–No estoy tan seguro que lo sepas–argumentó su padre.
–Pues lo veré sobre la marcha.  Y lo voy a superar papá.
–Así va a ser– apoyó Victoria– ¿Tienes respuesta de la organización ya?
–En cualquier momento la espero.  Quería contarles que está en mis planes para que no los tomara desprevenidos.
Recibió la mirada comprensiva de la mujer.  Sabía que ella lidiaría bien con su padre.  Siempre lo hacía.



Cuatro

El reencuentro con su familia fue emocionante.  Biram estaba acostumbrado a reprimir sus sentimientos como forma de protegerse de su entorno, que a veces se le tornaba hostil, pero esta máscara caía cuando estaba con su gente.  Amina lo esperó con sus mejores galas y con un verdadero banquete tradicional, orgullosa de su hijo universitario. 
Él no pudo ocultar el placer que le producía complacer a su madre.  Sabía de sus continuos desvelos porque estudiaran y pudieran progresar.
–¡Qué grande y  hermoso estás!–le dijo ella con ternura en su mirada.
Sonrió.  Para ella seguía siendo un niño, pero él se sentía mayor de los veinticinco que tenía.  Había atravesado por tantas situaciones, había rotado por tantos lugares que a veces se veía como un anciano.  Nada más lejos de la realidad, por supuesto. 
–Tú siempre tan zalamera, la que estás bella eres tu mami, el tiempo no pasa para ti. 
Veía sin embargo los rastros que años de trabajo duro habían dejado en ella.  Por eso la admiraba tanto, había dedicado su vida para poder darles oportunidades de estudio y de inserción en España.  Por ella estaba donde estaba, en un lugar que para otros era impensado. 
Aún naciendo en el mejor de los mundos, él bien sabía que Oxford era una universidad de élite, y haber sido aceptado se debía al tiempo que ella le había dedicado.  Ella y Victoria, tenía que reconocerlo.  Si esta última no se hubiera interesado por ellos y les hubiera ayudado y allanado camino las cosas no hubieran funcionado tan bien.
 Recordaba bien la primera vez que la vio, en la que se convirtió una constante durante varios años.  Les había enseñado el idioma, les había acompañado y asesorado para realizar trámites y les agenció oportunidades laborales, les aconsejó e impulsó a estudiar y prepararse.  Siempre había estado con ellos, aún cuando su nueva vida la llevó a Madrid.  Por teléfono o visitándolos cuando volvía a Barcelona.  Con su esposo Usem  y con la pequeña Titrit muchas veces.  A medida que creció fue aquilatando el real valor de ese apoyo.  Se sentía en absoluta deuda con ella. 
Sus hermanos estaban también encaminados y agradecía a Alá por ello.  No había sido fácil para Kalé y hubo momentos que temió tomara por el mal camino.
Su mamá quería saber cómo iban los estudios y la verdad no podía ser mejor.  Su beca le permitía costearse lo básico y su trabajo de medio tiempo en la biblioteca lo ayudaban.    Desde pequeño las matemáticas se le habían dado con facilidad y a medida que creció y pudo estudiar, esto le abrió las puertas a los  mejores colegios.  Las becas que se concedían a los estudiantes avanzados como él daban prestigio a las instituciones, que se jactaban además de ayudar a los que menos tenían. 
Esto era complejo para algunos, que sentían su orgullo golpeado porque los estudiantes promedio no dejaban pasar con facilidad el origen social y étnico de los becados.  Esto no hacía mella en él, que veía las pullas, a veces de una humillación sádica, como meros recursos de defensa de aquellos menos dotados. Tenía una actitud resiliente que le permitía adaptarse a las situaciones y sacar el máximo provecho de las mismas. 
Pero educó su cuerpo y su mente para responder cuando fuera necesario.  A veces los argumentos lógicos se chocan contra la pared de la intolerancia y no había otra salida que defenderse.
Una vez que completó sus estudios secundarios se planteó trabajar, pero para su sorpresa recibió contestación afirmativa a sus solicitudes en varias facultades.  Las había enviado empujado por la insistencia de Victoria, que le planteaba continuar desarrollando sus habilidades para las matemáticas y la informática. Pero no creía personalmente que fuera considerado.  Después de todo no dejaba de ser un refugiado, pensaba.  Aquella no cabía en sí de alegría al saber que Oxford lo solicitaba.
–¿Te das cuenta que te están dando ingreso a uno de los lugares más selectos del mundo, Biram?  No puedes negarte, no te atrevas–casi lo amenazó riendo. Y allá había marchado él, temeroso del fracaso pero excitado por la novedad. 
Había sido la mejor decisión de su vida, se dijo ahora. 
–Estoy trabajando y estudiando, estoy cómodo y tengo propuestas de trabajo para cuando egrese, tanto en Inglaterra como en algunos otros lugares de Europa, mamá.  Hay varias corporaciones que siguen atentos los desempeños de los estudiantes avanzados y debo decirte que soy uno de esos–su burló de sí mismo.
Amina lo miró con atención y sacudió la cabeza.
–Claro que lo eres, yo nunca lo he dudado.
Le besó la cabeza y procedió a darles los regalos que les traía.  Le generaba cierta ansiedad no poder contarle la novedad principal, pero era menester guardar el secreto.  Así se había comprometido y era esencial. 
El primer año en Oxford había transcurrido sin novedades, abocado a sus estudios.  Estos progresaron de manera importante.  Al promediar este segundo año es que había sido contactado por el M16, el Servicio Secreto británico. Había escuchado el rumor que muchos agentes del servicio de inteligencia habían sido reclutados en Oxford y Cambridge, mas veía eso como una leyenda urbana.  No estaba en sus planes ni en sus deseos, que iban por lados más tradicionales.  Un trabajo en una corporación, poder continuar desarrollando sus teorías, era todo lo que pensaba.
El día que lo citaron para una reunión ni sospechaba la propuesta que recibiría.  Quien se la planteó  fue presentado por las autoridades de la institución, que los dejaron a solas.
–Hemos seguido tus progresos, Biram.  Admirables realmente.  Te desenvuelves en forma excelente en el área informática y de los números.
El agradeció y se preguntó por dónde iba el asunto. 
–Gracias. ¿Esto se relaciona con mi beca?
–No exactamente, aunque puedes considerarlo una devolución de tu parte por lo que Inglaterra te brinda.
–No entiendo.
–Para ser claros, pertenezco al M16 y estoy acá para ofrecerte trabajar con nosotros.  Nos interesa especialmente tu ayuda en el área informática.  La lucha antiterrorista se juega en muchos campos, e Internet es uno de ellos.
Luego del impacto inicial lo ganó la curiosidad.
–¿Qué podría hacer yo?
–Los mensajes cifrados y las claves son un problema cada vez mayor para detener a los terroristas.  Necesitamos tu mente lógica y tus estudios para detenerlos.
–¿Usted sabe que yo soy africano de origen y musulmán?  Un inmigrante.
–Nosotros sabemos todo de ti.  No te ofreceríamos esto de no conocer tu vida a fondo. 
Así que le dieron tiempo para pensarlo,  y luego de mucho reflexionar decidió que era un trabajo tan bueno como cualquier otro.  Si además podía colaborar en detener a aquellos que mataban en nombre de Alá, mejor aún.
Así que acá estaba, en casa de visita y sin poder contar la novedad más potente que tenía.  La fachada de su trabajo era una compañía internacional de finanzas, a través de la cual le llegaban los cheques todos los meses.  Ya había colaborado en la detección de varias células y en la desarticulación de páginas de promoción de la Yihad.  En este momento y hacía varios meses trabajaba con otros en línea tratando de descifrar un nuevo código que estaban usando adherentes de Al Qaeda.  Hasta ahora habían avanzado poco, y sabía que era primordial. 
Había decidido viajar a visitar a sus afectos como forma de tomar aire para mirar el asunto desde otra perspectiva.  Su trabajo lo podía hacer donde quiera estuviera y hacía meses que no veía a su madre y hermanos.
Decidió también visitar a Victoria.  Había pasado un largo tiempo desde la última vez que la había visto. 
De hecho luego de estar varios días en su casa materna se trasladó a Madrid.  Se instaló en un hotel primero para evitar molestar en el hogar de Usem.  También porque necesitaba silencio y espacio propio para continuar su labor sin levantar sospechas.
Victoria lo invitó a cenar y le pidió que fuera temprano.  Tenían muchas cosas por ponerse al día y estaba ansiosa de verlo.  Al llegar lo primero que vio en el jardín fue a la pequeña Eva corriendo como el demonio detrás de un perrito.  Lo sorprendió cuán grande estaba.  Hacía más de dos años que no la veía, se recordó.  Los niños crecen.
Al tocar timbre vino a recibirlo.
–¿Eres Biram verdad? Mamá te espera, ahora te abre.
Este sonrió. Era un vendaval de charla y energía.
Inmediatamente apareció Usem que lo recibió con calidez y le allanó la entrada.  Siempre tenía una actitud un tanto reservada, pensaba Biram, pero era un hombre franco y amable.
–Gusto de verte luego de tanto, espero tengas ganas de hablar porque estas mujeres están ávidas de cuentos e información.
–Tengo ambos, no te preocupes Usem.
Victoria lo recibió con alegría y varias horas transcurrieron de amena charla, salpicada de recuerdos. Sorteó sin dificultad las preguntas acerca de su estudio y trabajo, la fachada que el M16 le proporcionaba era a prueba de todo.
Ya casi sentados para cenar, apareció Titrit.  Decir que le provocó conmoción sería poco.  Hacía al menos cinco años que no la veía, ya que las últimas veces que habían viajado a Barcelona no había ido.
 Era una mujer hecha y derecha, de una hermosura que le quitó el aliento.  Trató de disimular la impresión, pero aún debajo de las presentaciones y la charla informal no dejaba de aquilatarla.  Aquella niña que recordaba haber visto por primera vez en el centro de ayuda a refugiados de Barcelona había crecido para convertirse en  una imponente mujer.  Boca perfecta, ojos verdes para perderse en ellos, un cuerpo que bajo el vestido se adivinaba voluptuoso.  Se sintió un tanto cohibido de pensar así.  Era como profanar el hogar de sus amigos.  Trató de recomponerse y unirse con más énfasis a la conversación.
–Así que vas a La Sorbona, te felicito, es una gran oportunidad. 
Ella le agradeció y le contó su ansiedad por empezar.
–París es un sueño para mí.
–Me alegro puedas cumplirlo entonces.
Poco más hablaron.  De pronto la timidez interpuso su pared entre ellos.  El no podía dejar de  admirar su belleza y la natural relación que había existido ya no era posible. 

Siguió la charla como pudo y cenaron.  Al irse no pudo evitar mirar hacia atrás.  Titrit lo observaba desde la ventana de su habitación.