viernes, 22 de abril de 2016

Desenlace "Una mujer desconfiada"

21.
Las semanas transcurrieron como rayos y cada día que pasaba la relación se afianzaba más.  Cenas, paseos, sexo y encuentros solo para charlar se entrelazaban, uniendo a ambos  cada vez más. 
El trabajo florecía.  Leandro pudo solucionar de la mejor forma sus preocupaciones ya que las pruebas presentadas a la justicia fueron suficientes para que la investigación formal se desencadenara. Los frutos de la misma se vieron pronto.  Desarmada la banda delictiva la obra que tanto lo preocupaba avanzó sin demoras, pudiendo finalmente cumplir con los plazos establecidos por los contratos.  Esto significó sacarse un gran peso de encima. 
Paralelo a esto nuevos negocios se pudieron concretar y esto afirmó aún más a la empresa en el rubro en el que trabajaban,  avizorando un crecimiento de la misma.  Leandro estaba muy conforme.
Fernanda estaba en pleno camino por posicionar su área en el mercado del diseño y ya era posible presentar proyectos juntos, lo que había sido su ambición primera.  Los éxitos cosechados con los primeros trabajos así lo permitieron.
Para el equipo laboral de su hermana esto implicaba la estabilidad y seguridad en sus puestos.  Para Paz significaba haber logrado consolidar su posición en el país y mirar el futuro sin apremios económicos.  Le permitía vivir con sencillez y darse algunos gustos.
Se sentía segura y firme con su vida.  El único temor que la asediaba de tanto en tanto, que se obligaba a esconder, era el de que su relación con Leandro finalizara.
 Lo amaba con profundidad, como nunca había amado a nadie.  Aunque sonara muy gastado, era el amor de su vida.  Con total honestidad lo admitía frente a sí misma, aunque jamás había mencionado nada frente a él. 
Entre ellos las palabras de pasión abundaban y los gestos de ternura eran moneda corriente.  Salían, disfrutaban de su mutua compañía como amantes e incluso amigos.  Pero no había palabras de amor.  Era un pacto tácito.
Para Paz esto era porque Leandro la deseaba, la consideraba, le confería gestos de galantería, pero evidentemente no sentía lo mismo que ella.
No lo culpaba ni buscaba forzarlo;  él había sido muy claro con ella.  A pesar de ello la esperanza de poder afianzar vínculos y formalizar estuvo los primeros meses en Paz.  Esto no fue algo consciente pero comenzó a volverse un tema recurrente en su cabeza.  Creció poco a poco en ella el temor a una relación sin futuro que se volvería permanente.  ¿Qué sería de ella en unos años?  Sin familia en un país que no era el suyo ¿cuánto podría resistir?
Buscaba frenar estos pensamientos pero pronto ennegrecieron cada vez más su día a día.  Quería no pensar y vivir la relación sin presiones ni ataduras tal como él lo hacía.  Hasta que se tornó imposible.
Comenzó a rumiar la idea de terminar la relación antes que fuera demasiado tarde para sí misma.  Pero la encrucijada era grande.  
–Terminar significa renunciar al amor–se decía.  Y automáticamente se respondía: –La que ama soy yo, no él–  Pero dar por finalizada la relación podía suponer un chantaje a Leandro;  él podría pensar que lo forzaba a formalizar. 
No estaba en ella hacer esto y de a poco fue percatándose que la única manera de finalizar sin dar espacio a equivocaciones era irse. 
Significaba un esfuerzo indecible: abandonar la tranquilidad económica y la estabilidad que tanto había buscado.  Pero no veía otra solución y esto la desesperaba. 
Con el correr de los días se tornó cada vez más callada y triste.  Marta no tardó en preguntarle qué ocurría.  No pudo ocultarle nada y le contó su decisión de marcharse. La amiga la abrazó fuerte y cosa extraña en ella, sin palabras.  Posteriormente la mujer práctica que había en ella la ganó e inquirió a María Paz:
–¿Dónde vas a ir?  ¿Tienes pensado que hacer? ¿Has hecho alguna entrevista de trabajo?
Nada de esto podía contestar con soltura María Paz, ya que no tenía opciones claras.  Ante esto Marta ofreció allanarle camino con su anterior empresa.  Sabía que estaban a la busca de alguien experiente para la recepción y resolvió recomendarla.    Estaba segura que tendría éxito.
Esto fue sumamente agradecido por Paz que anhelante escuchó como su amiga telefoneaba al citado lugar y le coordinaba una entrevista, cosa que logró.
–Ahora piensa tus próximos pasos.  Cuenta ya con este puesto, pues me lo aseguraron.  Saben que yo no sugeriría a nadie salvo que lo merezca y ellos necesitan cubrir la vacante con alguien de confianza rápido.  Pero si tu idea es desaparecer debes mudarte de casa también.
–Lo pensé. Voy a asistir a esa entrevista y si logro el puesto inmediatamente busco un nuevo lugar para mí– contestó, totalmente determinada ya a cambiar su vida.
Tal como lo planeó  asistió a la empresa que Marta le recomendó logrando el trabajo propuesto.  Para su sorpresa era en otro lugar de España, pues era una compañía con filiales en varías ciudades.  Esto la descolocó primero pero luego se dijo que era aún mejor.
Preparó sus cosas con esmero y se contactó con una compañía inmobiliaria para que le encontraran un lugar pequeño para vivir.  Le presentaron algunas opciones y se quedó con una  casita en el centro de la ciudad que creyó se ajustaría a su nueva vida.  Sobre fin de mes todo estaba pronto.
Había demorado comunicar a Fernanda su salida.  Sabía que complicaba la operativa de la empresa pero creyó que no tendría grandes problemas en encontrarle reemplazo.  No quería bajo ningún concepto que su jefa filtrara a Leandro la información que se iba.
De hecho comunicó a Fernanda su decisión dos días antes de viajar y le suplicó la perdonara, pero debía irse sin demoras.  No dio más explicaciones y dejó perpleja a la mujer al retirarse con los ojos anegados en llanto.
El mismo día que se iba telefoneó a Leandro y le dijo que se marchaba.  Trató que su voz sonara distendida y le dio un discurso casi sin puntos acerca de lo bien que habían pasado mas era necesario que ambos siguieran con sus vidas. Sin darle lugar a nada le agradeció por todo y colgó. 
Leandro quedó de muestra y del otro lado del teléfono, Paz comenzó a llorar en silencio.  Estaba hecho y cuánto dolor le había provocado.
Leandro quedó realmente alelado pues no entendía.  Nada de lo que habían vivido hasta entonces le habían hecho prever una reacción así de María Paz.  El cada día transcurrido daba más y más valor a los momentos juntos, aquilatando los mismos en su justa medida.  Hacía ya varias semanas que se había confesado enamorado hasta la médula de Paz y buscaba el momento y el lugar para expresarlo sin estridencias.  La quería como mujer a su lado y para él eso estaba claro.  Por eso el cambio abrupto que planteó la joven lo dejó sin palabras. 
La llamó varias veces sin respuesta y acudió a su casa, solo para encontrarla vacía. La buscó en la empresa sin éxito pero no quiso indagar a los otros para no generar comentarios.
 Totalmente desalentado y con un semblante bien sombrío acudió ese sábado a la casa de su familia. Se sentía traicionado y herido en lo más hondo, otra vez como hacía varios años. Su madre le inquirió que pasaba y escuchó como respuesta una amarga diatriba contra las mujeres y sus engaños.  Todo fue oído por  Fernanda y su padre que ingresaron en pleno discurso . Esto fue una total sorpresa, que al comienzo enfadó a la primera.
–¿De dónde salió todo esto?  No habías comentado nada, no lo hubiera imaginado.  Nunca los he visto juntos.
–Fuimos discretos, si.  Hasta ahora.  Comenzamos nuestra relación con la idea que fluyera y fuera ocurriendo lo que debiera pasar. Yo me había decidido a avanzar en la relación. Y ahora esto…
–Me dejas de piedra–le dijo su hermana con perplejidad.–Tu queriendo formalizar con mi secretaria…  Bueno, ex secretaria. Paz no dijo nunca nada…
– ¿Ex secretaria? ¿La despediste’
–No, Leandro. Renunció sorpresivamente, lo que me dejó muy enojada.  Pero ahora entiendo más…
–¿Qué entiendes?  ¡Yo lo único que veo es que me engatusó y se fue cuándo quiso! Soy un total tonto, lo confieso.  Vamos, no sean tímidos, digan lo que piensan.  Soy un total infeliz, ¡hasta pensé pedirle casamiento!
–Nosotros no pensamos nada, Leandro–tranquilizó Fernanda– Te queremos.  Pero me extraña de María Paz.  Parecía centrada y muy ubicada. ¿Pelearon, discutieron? ¿Qué te contestaba cuando le hablabas de tus sentimientos? Tal vez no quiso herirte pero no sentía igual que tú.
–Realmente no le dije lo que sentía… Fuimos disfrutando los momentos…–agregó él.
–¿Es decir que lo viviste como cualquiera de tus otras experiencias pasajeras?  ¿Cuánto tiempo?
–Bien, hace varios meses.  Pero ella debió haber intuido que yo me sentía muy a gusto con ella y…
–Hablas mucho en singular, hijo–razonó su padre–¿Esto está conversado con ella? ¿Estuvo de acuerdo contigo?
Leandro entonces se percató que lo que era tan claro para sí mismo no lo había charlado con Paz. Pero era obvio –se dijo.
–No conversamos exactamente esto, pero yo estoy seguro  que ambos apuntamos al mismo lado.
–Te lo señalo porque tú hablas de una relación que ha ido “fluyendo”, por usar tus términos.  Para ti eso implica que quieres comprometerte y afianzar vínculos con esta muchacha. ¿Y para ella?–le volvió a insistir el papá.
Su madre enfatizó la idea al exclamar–¿No lo conversaste con ella? ¡Mira que los hombres son lerdos!  La pobre muchacha se debió cansar y vio que no podía esperar nada serio contigo…
–¡Pero si está tan claro mamá!– se enfadó Leandro.  Aunque a la interna comenzó a dudarlo. – ¿Cuándo le expresó a María Paz su real sentir?  Nunca.  Reían, salía, hacían el amor, comían juntos.  Y siempre él volvía solo a su casa, a la que por cierto nunca la llevó. 
La certeza de su equivocado comportamiento lo golpeó. La había tratado como a sus otras amantes.  Y ella fue lo suficientemente orgullosa para irse.  Se lo merecía. Pero no podía quedarse sin ella, no ahora. 
La desesperación se notó en su cara y preocupó a todos. El se sentó abatido y preguntó a Fernanda:
 –¿Qué hago ahora? La perdí.
–Ahora luchas y la buscas –le respondió su hermana.– No puede haberse ido muy lejos.  Alguien debe saber algo en la oficina. 
Esto lo tranquilizó momentáneamente y luego lo puso frenético. Marta debía saber, ella era amiga de Paz.  Sería la única a la que acudiría, estaba seguro.  La había escuchado varias veces decir que era su única amiga. 
Le pidió el teléfono a Fernanda y la llamó inmediatamente lo que sorprendió a Marta que al comienzo creyó que era su jefa. 
Ante el requerimiento de Leandro que casi sin saludar le exigió noticias de Paz,  Marta se sublevó.
–¡No me hable usted de ese modo! No sé donde está Paz, y si lo supiera no se lo diría.  Ya bastante daño le ha hecho usted al darle falsas esperanzas.  ¡Toda su vida debió cambiar para alejarse y poder olvidarlo! –le espetó absolutamente enojada y le cortó la llamada.
Leandro se sentó con desaliento y su madre le aconsejó:
–Debes tranquilizarte. La vas a encontrar,  Insiste con su amiga pero con más calma.  Ella debe estar protegiendo la decisión de Paz.  Si le demuestras que tus intenciones son buenas te ayudará–
Asumió este comentario y se fue hasta la casa de Marta.  Se sosegó en el camino y decidió hablar con el corazón.  Al llegar logró con ruegos que una desconfiada Marta le abriera.  Esta había atemperado un poco su carácter y a medida que escuchó al hombre se fue dulcificando.  Él le confesó su amor por Paz y sus deseos de hacerla su esposa.
–Tarde se da cuenta, tal como dice el dicho, no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos.–afirmó.
–No podría apreciar más a Paz. ¡ La amo.!  Por favor Marta, si sabes su paradero dímelo.– a estas alturas Leandro casi suplicaba y esto ablandó a la mujer, que le contó los planes de Paz.
–Mire que ella se fue con el corazón destrozado por la decisión que tomó.  Pero no quiso que usted creyera que lo quería chantajear u obligar a enseriar la relación entre ambos.  ¡No haga usted que me arrepienta de haberlo ayudado!
–NO te preocupes, no va a ser así.–y marchó como perseguido por los demonios. 



22.
De vuelta a la casa de campo contó a su familia lo averiguado y les puso en antecedentes de lo que decidió hacer.  La iba a buscar y le diría todo lo que sentía.
–¡Dile de modo romántico! No es un contrato que vas a cerrar ¡Cómprale algo!–le instó su madre cuando emprendía la retirada.
Manejando su coche por la ciudad se fue tranquilizando.  Todo estaba planeado ya e iba a por ella. 
 –¡Qué confianza te tienes hijo!–se reprochó. Pero siguió adelante. Se detuvo  al ver la joyería que buscaba.  Se apeó decidido e ingresó en el local.  Una vez adentro se detuvo un tanto confuso.
 –Estoy actuando otra vez por impulso… Pero que así sea.– definió con resolución.  No había hecho ningún regalo importante a Paz en todo este tiempo, salvo algunas flores o bombones.  Era momento de algo especial.
Supervisado por una atenta dependiente, eligió un hermoso anillo de oro con un pequeño brillante engarzado.  Era bello y sencillo, tal como la muchacha.  Con esto en el bolsillo de su pantalón, se dirigió al hotel donde esta pasaba el fin de semana antes de partir hacia su nuevo trabajo y ciudad.
 Al llegar frente a la puerta de la habitación golpeó con fuerza y esperó.  María Paz abrió esperando encontrar alguien del hotel y quedó absolutamente muda y quieta cuando lo vio.
–¿Paz? –le habló con dulzura Leandro –Tengo que hablar contigo.
Esta respiró hondo y lo miró tratando de ser fuerte. 
–Vete por favor.  No hagas más duro lo que para mí ya es difícil –susurró.
 Leandro tomó su mano y la besó – No quiero dificultarte nada. Pero no te voy a facilitar la huída. ¿Cómo escapas así de mí?
–Me voy porque es lo mejor para ambos.  Tú tienes tu libertad y yo recupero mi lucidez.
–Pero te vas sin mediar palabra en el mejor momento de nuestra relación.  ¡Te marchas sin darme siquiera la oportunidad de frenarte!
–No quiero que creas que me debes nada ni ponerte en una situación incómoda…
–¿Situación incómoda entre nosotros?  Imposible. –Dijo él–  Es evidente que yo no he sabido hablarte claro …
–Si todo está claro, no te preocupes– contestó ella–  es por ello que me voy.  Te allano camino, tu siempre fuiste honesto y….
–No está nada claro–interrumpió–  de ser así no te irías de esta manera.  ¿Tienes claro que te amo? –le dijo abruptamente él. Y extendió la mano con un obsequio. .
Paz estaba totalmente aturdida por la declaración y no supo cómo reaccionar hasta que él la tocó suavemente y le dijo:
–Es para ti.  Expresa lo que para mí es difícil con palabras.
Ella tomó el paquete y lo abrió. Ante sus ojos vio un bello anillo.  No daba crédito a la situación y lo miró en silencio.
 Leandro se vio forzado a explicar
 –Es un anillo de compromiso.  No quiero que te vayas y me dejes vacio. Quiero atarte a mí. ¿Tu quieres comprometerte conmigo?– preguntó ansiosamente.
Entonces Paz se sacudió y rompió en llanto de nervios y alegría. Todos esos días de lágrimas y sensación de pérdida.  ¡Había imaginado lo peor, sólo para recibir lo mejor!
–¡Claro que quiero! ¿Cómo no iba a querer? Te amo tanto –balbuceó– Pero no quiero te sientas obligado a nada…
El hombre suspiró con alivio y repitió:
–Yo también te amo. ¡Y no quiero que me obligues a olvidarte, no podría.! – Así de sencillas y fáciles como sonaron, estas palabras implicaron para él desnudar su corazón.  Pero no hubo miedo esta vez.  El abrazo pareció interminable.
 –Pruébate el anillo –insistió él –Quiero que lo uses y de ahora en más todos sepan que tú eres mi mujer.
La muchacha se lo puso y al hacerlo mil imágenes pasaron ante sus ojos.  Se vio abandonando su patria, llegando al Viejo Mundo dispuesta a comenzar una vida nueva, recordó los problemas y humillaciones atravesados.  La soledad como compañera ineludible por mucho tiempo.
 No podía creer como toda su realidad había cambiado en pocos meses. Cómo había estado a punto de romperse nuevamente.  
Mientras así pensaba sintió que los poderosos brazos de Leandro la rodeaban.
–¿Qué piensas? ¿No te estarás por arrepentir? ¡No te vayas por favor!– se preocupó él.
–Nada de eso. Por el contrario, pienso en los vaivenes de mi vida.  Y no puedo creer ser tan feliz.
–¡Créelo mi vida,  esta es nuestra realidad aquí y ahora! No sé si lo seremos para siempre, pero lo intentaremos.
–¿Cómo en las novelas?
–Así mismo–sonrió él y fundió su boca en la de Paz.
Esta respondió con fuerza y pasión.  El destino había jugado a su favor y el amor había llegado a su vida para quedarse.  La familia que tanto había soñado formar estaba por comenzar. Abrazada a Leandro y con el rostro apoyado sobre el hombro de aquel, agradeció en silencio.  Su felicidad era plena.



FIN

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