21.
Las
semanas transcurrieron como rayos y cada día que pasaba la relación se
afianzaba más. Cenas, paseos, sexo y
encuentros solo para charlar se entrelazaban, uniendo a ambos cada vez más.
El
trabajo florecía. Leandro pudo
solucionar de la mejor forma sus preocupaciones ya que las pruebas presentadas
a la justicia fueron suficientes para que la investigación formal se
desencadenara. Los frutos de la misma se vieron pronto. Desarmada la banda delictiva la obra que
tanto lo preocupaba avanzó sin demoras, pudiendo finalmente cumplir con los
plazos establecidos por los contratos.
Esto significó sacarse un gran peso de encima.
Paralelo
a esto nuevos negocios se pudieron concretar y esto afirmó aún más a la empresa
en el rubro en el que trabajaban,
avizorando un crecimiento de la misma.
Leandro estaba muy conforme.
Fernanda
estaba en pleno camino por posicionar su área en el mercado del diseño y ya era
posible presentar proyectos juntos, lo que había sido su ambición primera. Los éxitos cosechados con los primeros
trabajos así lo permitieron.
Para
el equipo laboral de su hermana esto implicaba la estabilidad y seguridad en
sus puestos. Para Paz significaba haber
logrado consolidar su posición en el país y mirar el futuro sin apremios
económicos. Le permitía vivir con
sencillez y darse algunos gustos.
Se
sentía segura y firme con su vida. El
único temor que la asediaba de tanto en tanto, que se obligaba a esconder, era
el de que su relación con Leandro finalizara.
Lo amaba con profundidad, como nunca había
amado a nadie. Aunque sonara muy
gastado, era el amor de su vida. Con
total honestidad lo admitía frente a sí misma, aunque jamás había mencionado
nada frente a él.
Entre
ellos las palabras de pasión abundaban y los gestos de ternura eran moneda
corriente. Salían, disfrutaban de su
mutua compañía como amantes e incluso amigos.
Pero no había palabras de amor.
Era un pacto tácito.
Para
Paz esto era porque Leandro la deseaba, la consideraba, le confería gestos de
galantería, pero evidentemente no sentía lo mismo que ella.
No
lo culpaba ni buscaba forzarlo; él había
sido muy claro con ella. A pesar de ello
la esperanza de poder afianzar vínculos y formalizar estuvo los primeros meses
en Paz. Esto no fue algo consciente pero
comenzó a volverse un tema recurrente en su cabeza. Creció poco a poco en ella el temor a una
relación sin futuro que se volvería permanente.
¿Qué sería de ella en unos años?
Sin familia en un país que no era el suyo ¿cuánto podría resistir?
Buscaba
frenar estos pensamientos pero pronto ennegrecieron cada vez más su día a
día. Quería no pensar y vivir la
relación sin presiones ni ataduras tal como él lo hacía. Hasta que se tornó imposible.
Comenzó
a rumiar la idea de terminar la relación antes que fuera demasiado tarde para
sí misma. Pero la encrucijada era
grande.
–Terminar
significa renunciar al amor–se decía. Y
automáticamente se respondía: –La que ama soy yo, no él– Pero dar por finalizada la relación podía
suponer un chantaje a Leandro; él podría
pensar que lo forzaba a formalizar.
No
estaba en ella hacer esto y de a poco fue percatándose que la única manera de
finalizar sin dar espacio a equivocaciones era irse.
Significaba
un esfuerzo indecible: abandonar la tranquilidad económica y la estabilidad que
tanto había buscado. Pero no veía otra
solución y esto la desesperaba.
Con
el correr de los días se tornó cada vez más callada y triste. Marta no tardó en preguntarle qué
ocurría. No pudo ocultarle nada y le
contó su decisión de marcharse. La amiga la abrazó fuerte y cosa extraña en
ella, sin palabras. Posteriormente la
mujer práctica que había en ella la ganó e inquirió a María Paz:
–¿Dónde
vas a ir? ¿Tienes pensado que hacer?
¿Has hecho alguna entrevista de trabajo?
Nada
de esto podía contestar con soltura María Paz, ya que no tenía opciones
claras. Ante esto Marta ofreció
allanarle camino con su anterior empresa.
Sabía que estaban a la busca de alguien experiente para la recepción y resolvió
recomendarla. Estaba segura que
tendría éxito.
Esto
fue sumamente agradecido por Paz que anhelante escuchó como su amiga
telefoneaba al citado lugar y le coordinaba una entrevista, cosa que logró.
–Ahora
piensa tus próximos pasos. Cuenta ya con
este puesto, pues me lo aseguraron.
Saben que yo no sugeriría a nadie salvo que lo merezca y ellos necesitan
cubrir la vacante con alguien de confianza rápido. Pero si tu idea es desaparecer debes mudarte
de casa también.
–Lo
pensé. Voy a asistir a esa entrevista y si logro el puesto inmediatamente busco
un nuevo lugar para mí– contestó, totalmente determinada ya a cambiar su vida.
Tal
como lo planeó asistió a la empresa que
Marta le recomendó logrando el trabajo propuesto. Para su sorpresa era en otro lugar de España,
pues era una compañía con filiales en varías ciudades. Esto la descolocó primero pero luego se dijo
que era aún mejor.
Preparó
sus cosas con esmero y se contactó con una compañía inmobiliaria para que le
encontraran un lugar pequeño para vivir.
Le presentaron algunas opciones y se quedó con una casita en el centro de la ciudad que creyó se
ajustaría a su nueva vida. Sobre fin de
mes todo estaba pronto.
Había
demorado comunicar a Fernanda su salida.
Sabía que complicaba la operativa de la empresa pero creyó que no
tendría grandes problemas en encontrarle reemplazo. No quería bajo ningún concepto que su jefa
filtrara a Leandro la información que se iba.
De
hecho comunicó a Fernanda su decisión dos días antes de viajar y le suplicó la
perdonara, pero debía irse sin demoras.
No dio más explicaciones y dejó perpleja a la mujer al retirarse con los
ojos anegados en llanto.
El
mismo día que se iba telefoneó a Leandro y le dijo que se marchaba. Trató que su voz sonara distendida y le dio
un discurso casi sin puntos acerca de lo bien que habían pasado mas era
necesario que ambos siguieran con sus vidas. Sin darle lugar a nada le
agradeció por todo y colgó.
Leandro
quedó de muestra y del otro lado del teléfono, Paz comenzó a llorar en silencio. Estaba hecho y cuánto dolor le había
provocado.
Leandro
quedó realmente alelado pues no entendía.
Nada de lo que habían vivido hasta entonces le habían hecho prever una
reacción así de María Paz. El cada día
transcurrido daba más y más valor a los momentos juntos, aquilatando los mismos
en su justa medida. Hacía ya varias
semanas que se había confesado enamorado hasta la médula de Paz y buscaba el
momento y el lugar para expresarlo sin estridencias. La quería como mujer a su lado y para él eso
estaba claro. Por eso el cambio abrupto
que planteó la joven lo dejó sin palabras.
La
llamó varias veces sin respuesta y acudió a su casa, solo para encontrarla
vacía. La buscó en la empresa sin éxito pero no quiso indagar a los otros para
no generar comentarios.
Totalmente desalentado y con un semblante bien
sombrío acudió ese sábado a la casa de su familia. Se sentía traicionado y
herido en lo más hondo, otra vez como hacía varios años. Su madre le inquirió
que pasaba y escuchó como respuesta una amarga diatriba contra las mujeres y
sus engaños. Todo fue oído por Fernanda y su padre que ingresaron en pleno
discurso . Esto fue una total sorpresa, que al comienzo enfadó a la primera.
–¿De
dónde salió todo esto? No habías
comentado nada, no lo hubiera imaginado.
Nunca los he visto juntos.
–Fuimos
discretos, si. Hasta ahora. Comenzamos nuestra relación con la idea que
fluyera y fuera ocurriendo lo que debiera pasar. Yo me había decidido a avanzar
en la relación. Y ahora esto…
–Me
dejas de piedra–le dijo su hermana con perplejidad.–Tu queriendo formalizar con
mi secretaria… Bueno, ex secretaria. Paz
no dijo nunca nada…
–
¿Ex secretaria? ¿La despediste’
–No,
Leandro. Renunció sorpresivamente, lo que me dejó muy enojada. Pero ahora entiendo más…
–¿Qué
entiendes? ¡Yo lo único que veo es que
me engatusó y se fue cuándo quiso! Soy un total tonto, lo confieso. Vamos, no sean tímidos, digan lo que piensan. Soy un total infeliz, ¡hasta pensé pedirle
casamiento!
–Nosotros
no pensamos nada, Leandro–tranquilizó Fernanda– Te queremos. Pero me extraña de María Paz. Parecía centrada y muy ubicada. ¿Pelearon,
discutieron? ¿Qué te contestaba cuando le hablabas de tus sentimientos? Tal vez
no quiso herirte pero no sentía igual que tú.
–Realmente
no le dije lo que sentía… Fuimos disfrutando los momentos…–agregó él.
–¿Es
decir que lo viviste como cualquiera de tus otras experiencias pasajeras? ¿Cuánto tiempo?
–Bien,
hace varios meses. Pero ella debió haber
intuido que yo me sentía muy a gusto con ella y…
–Hablas
mucho en singular, hijo–razonó su padre–¿Esto está conversado con ella? ¿Estuvo
de acuerdo contigo?
Leandro
entonces se percató que lo que era tan claro para sí mismo no lo había charlado
con Paz. Pero era obvio –se dijo.
–No
conversamos exactamente esto, pero yo estoy seguro que ambos apuntamos al mismo lado.
–Te
lo señalo porque tú hablas de una relación que ha ido “fluyendo”, por usar tus
términos. Para ti eso implica que
quieres comprometerte y afianzar vínculos con esta muchacha. ¿Y para ella?–le
volvió a insistir el papá.
Su
madre enfatizó la idea al exclamar–¿No lo conversaste con ella? ¡Mira que los
hombres son lerdos! La pobre muchacha se
debió cansar y vio que no podía esperar nada serio contigo…
–¡Pero
si está tan claro mamá!– se enfadó Leandro.
Aunque a la interna comenzó a dudarlo. – ¿Cuándo le expresó a María Paz
su real sentir? Nunca. Reían, salía, hacían el amor, comían
juntos. Y siempre él volvía solo a su
casa, a la que por cierto nunca la llevó.
La
certeza de su equivocado comportamiento lo golpeó. La había tratado como a sus
otras amantes. Y ella fue lo
suficientemente orgullosa para irse. Se
lo merecía. Pero no podía quedarse sin ella, no ahora.
La
desesperación se notó en su cara y preocupó a todos. El se sentó abatido y
preguntó a Fernanda:
–¿Qué hago ahora? La perdí.
–Ahora
luchas y la buscas –le respondió su hermana.– No puede haberse ido muy
lejos. Alguien debe saber algo en la
oficina.
Esto
lo tranquilizó momentáneamente y luego lo puso frenético. Marta debía saber,
ella era amiga de Paz. Sería la única a
la que acudiría, estaba seguro. La había
escuchado varias veces decir que era su única amiga.
Le
pidió el teléfono a Fernanda y la llamó inmediatamente lo que sorprendió a
Marta que al comienzo creyó que era su jefa.
Ante
el requerimiento de Leandro que casi sin saludar le exigió noticias de
Paz, Marta se sublevó.
–¡No
me hable usted de ese modo! No sé donde está Paz, y si lo supiera no se lo
diría. Ya bastante daño le ha hecho
usted al darle falsas esperanzas. ¡Toda
su vida debió cambiar para alejarse y poder olvidarlo! –le espetó absolutamente
enojada y le cortó la llamada.
Leandro
se sentó con desaliento y su madre le aconsejó:
–Debes
tranquilizarte. La vas a encontrar,
Insiste con su amiga pero con más calma.
Ella debe estar protegiendo la decisión de Paz. Si le demuestras que tus intenciones son
buenas te ayudará–
Asumió
este comentario y se fue hasta la casa de Marta. Se sosegó en el camino y decidió hablar con
el corazón. Al llegar logró con ruegos
que una desconfiada Marta le abriera.
Esta había atemperado un poco su carácter y a medida que escuchó al
hombre se fue dulcificando. Él le
confesó su amor por Paz y sus deseos de hacerla su esposa.
–Tarde
se da cuenta, tal como dice el dicho, no apreciamos lo que tenemos hasta que lo
perdemos.–afirmó.
–No
podría apreciar más a Paz. ¡ La amo.!
Por favor Marta, si sabes su paradero dímelo.– a estas alturas Leandro
casi suplicaba y esto ablandó a la mujer, que le contó los planes de Paz.
–Mire
que ella se fue con el corazón destrozado por la decisión que tomó. Pero no quiso que usted creyera que lo quería
chantajear u obligar a enseriar la relación entre ambos. ¡No haga usted que me arrepienta de haberlo
ayudado!
–NO
te preocupes, no va a ser así.–y marchó como perseguido por los demonios.
22.
De
vuelta a la casa de campo contó a su familia lo averiguado y les puso en
antecedentes de lo que decidió hacer. La
iba a buscar y le diría todo lo que sentía.
–¡Dile
de modo romántico! No es un contrato que vas a cerrar ¡Cómprale algo!–le instó
su madre cuando emprendía la retirada.
Manejando
su coche por la ciudad se fue tranquilizando.
Todo estaba planeado ya e iba a por ella.
–¡Qué confianza te tienes hijo!–se reprochó.
Pero siguió adelante. Se detuvo al ver la
joyería que buscaba. Se apeó decidido e
ingresó en el local. Una vez adentro se
detuvo un tanto confuso.
–Estoy actuando otra vez por impulso… Pero que
así sea.– definió con resolución. No
había hecho ningún regalo importante a Paz en todo este tiempo, salvo algunas
flores o bombones. Era momento de algo
especial.
Supervisado
por una atenta dependiente, eligió un hermoso anillo de oro con un pequeño
brillante engarzado. Era bello y
sencillo, tal como la muchacha. Con esto
en el bolsillo de su pantalón, se dirigió al hotel donde esta pasaba el fin de
semana antes de partir hacia su nuevo trabajo y ciudad.
Al llegar frente a la puerta de la habitación
golpeó con fuerza y esperó. María Paz
abrió esperando encontrar alguien del hotel y quedó absolutamente muda y quieta
cuando lo vio.
–¿Paz?
–le habló con dulzura Leandro –Tengo que hablar contigo.
Esta
respiró hondo y lo miró tratando de ser fuerte.
–Vete
por favor. No hagas más duro lo que para
mí ya es difícil –susurró.
Leandro tomó su mano y la besó – No quiero
dificultarte nada. Pero no te voy a facilitar la huída. ¿Cómo escapas así de
mí?
–Me
voy porque es lo mejor para ambos. Tú
tienes tu libertad y yo recupero mi lucidez.
–Pero
te vas sin mediar palabra en el mejor momento de nuestra relación. ¡Te marchas sin darme siquiera la oportunidad
de frenarte!
–No
quiero que creas que me debes nada ni ponerte en una situación incómoda…
–¿Situación
incómoda entre nosotros? Imposible.
–Dijo él– Es evidente que yo no he sabido
hablarte claro …
–Si
todo está claro, no te preocupes– contestó ella– es por ello que me voy. Te allano camino, tu siempre fuiste honesto
y….
–No
está nada claro–interrumpió– de ser así
no te irías de esta manera. ¿Tienes
claro que te amo? –le dijo abruptamente él. Y extendió la mano con un obsequio.
.
Paz
estaba totalmente aturdida por la declaración y no supo cómo reaccionar hasta
que él la tocó suavemente y le dijo:
–Es
para ti. Expresa lo que para mí es
difícil con palabras.
Ella
tomó el paquete y lo abrió. Ante sus ojos vio un bello anillo. No daba crédito a la situación y lo miró en
silencio.
Leandro se vio forzado a explicar
–Es un anillo de compromiso. No quiero que te vayas y me dejes vacio.
Quiero atarte a mí. ¿Tu quieres comprometerte conmigo?– preguntó ansiosamente.
Entonces
Paz se sacudió y rompió en llanto de nervios y alegría. Todos esos días de
lágrimas y sensación de pérdida. ¡Había
imaginado lo peor, sólo para recibir lo mejor!
–¡Claro
que quiero! ¿Cómo no iba a querer? Te amo tanto –balbuceó– Pero no quiero te
sientas obligado a nada…
El
hombre suspiró con alivio y repitió:
–Yo
también te amo. ¡Y no quiero que me obligues a olvidarte, no podría.! – Así de
sencillas y fáciles como sonaron, estas palabras implicaron para él desnudar su
corazón. Pero no hubo miedo esta
vez. El abrazo pareció interminable.
–Pruébate el anillo –insistió él –Quiero que
lo uses y de ahora en más todos sepan que tú eres mi mujer.
La
muchacha se lo puso y al hacerlo mil imágenes pasaron ante sus ojos. Se vio abandonando su patria, llegando al
Viejo Mundo dispuesta a comenzar una vida nueva, recordó los problemas y
humillaciones atravesados. La soledad
como compañera ineludible por mucho tiempo.
No podía creer como toda su realidad había
cambiado en pocos meses. Cómo había estado a punto de romperse nuevamente.
Mientras
así pensaba sintió que los poderosos brazos de Leandro la rodeaban.
–¿Qué
piensas? ¿No te estarás por arrepentir? ¡No te vayas por favor!– se preocupó
él.
–Nada
de eso. Por el contrario, pienso en los vaivenes de mi vida. Y no puedo creer ser tan feliz.
–¡Créelo
mi vida, esta es nuestra realidad aquí y
ahora! No sé si lo seremos para siempre, pero lo intentaremos.
–¿Cómo
en las novelas?
–Así
mismo–sonrió él y fundió su boca en la de Paz.
Esta
respondió con fuerza y pasión. El
destino había jugado a su favor y el amor había llegado a su vida para
quedarse. La familia que tanto había
soñado formar estaba por comenzar. Abrazada a Leandro y con el rostro apoyado
sobre el hombro de aquel, agradeció en silencio. Su felicidad era plena.
FIN
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